Mucho antes de que brillara en el firmamento de Hollywood, la actriz Jessica Chastain se llamaba Jessica Monasterio, apellido que debe a sus antepasados vascos. La intérprete estadounidense, que tuvo una relación pésima con su padre después de la abandonara para seguir su carrera musical, renegó de la rama de la familiar paterna y, en consecuencia, de la ascendencia que la vincula con la tierra del euskera.

Sin embargo, eso no ha impedido que durante la última edición del Zinemaldia irradiara felicidad al recoger la Concha de Plata a la Interpretación Protagonista por Los ojos de Tammy Faye. Muy concienciada con la lucha por la igualdad, la actriz creó su propia productora feminista con el objetivo de dar más visibilidad a las historias creadas e interpretadas por mujeres. En esa línea se enfoca su último trabajo, dedicado a la telepredicadora evangelista Tammy Faye Bakker. Los críticos apuntan que con este último rol conseguirá otra nominación al Oscar. ¿La tercera será la vencida?

Fue en La noche de..., programa de EITB dedicado al cine, donde indagaron en su árbol genealógico hasta hallar los rastros de un bisabuelo de Gernika llamado Antonio Monasterio Astoreka y una bisabuela navarra que se llamaba Ramona Egurrola Basañez. Ambos eran abuelos de su padre. Ajena a esta peculiaridad, Jessica Chastain nació en 1977 en Sacramento, California, hija de Jerri Renee Hastey (apellido de soltera Chastain) y del músico de rock Michael Monasterio. La tuvieron siendo adolescentes y, dos años después, nació a su hermana Juliet. Fue entonces cuando su padre las abandonó para perseguir su sueño de ser una estrella de rock.

"Me crié con una madre soltera que trabajó mucho para poner comida en nuestra mesa. No teníamos dinero. Hubo muchas noches en las que tuvimos que irnos a dormir sin comer. Fue una crianza muy difícil. Las cosas no fueron fáciles para mí cuando era niña", ha llegado a admitir la intérprete, que fue criada, además de por su madre, por su padrastro Michael Hastey, a quien considera su padre de facto.

Así, no resulta extraño que Jessica renunciara al apellido del padre biológico -de hecho afirma que ni siquiera figura en su partida de nacimiento- y adoptara el apellido materno, Chastain. Su hermana Juliet, al contrario, no solo no cambió de apellido, sino que nunca se sobrepuso del abandono paterno. Se suicidó con 24 años, pegándose un tiro con una pistola, protagonizando una dolorosa muerte de la que Jessica Chastain culpó a su padre.

Por ello, aunque Michael Monasterio intentó en varias ocasiones contactar con la actriz, a la que mencionaba de forma habitual en su cuenta de Facebook, nunca recibió una respuesta. Tanto es así, que el mismo día del funeral de Monasterio, que falleció en 2013 a consecuencia de una bronquitis, Chastain acudió la gala de los Oscar.

El desapego que siente hacia sus raíces paternas quedó en evidencia durante una visita a El Hormiguero en 2017. El programa de Pablo Motos hizo alusión a sus orígenes vascos y preparó un juego mediante el que la actriz tenía que repetir en euskera la traducción de los títulos de sus películas. Sin embargo, ella negó la mayor cuando aludieron a sus antepasados vascos: "No, no es verdad".

A pesar de la comprometida situación, el presentador optó por continuar con el guión: "Vamos a ver hasta dónde llega este absurdo que estamos viviendo". La intérprete estadounidense no solo mantuvo la compostura sino que participó en el juego. Después de salir airosa, y manifestar que Estados Unidos es un país de inmigrantes, llegó a admitir: "A lo mejor tendré por ahí algún bisabuelo vasco, puede ser".

TRAYECTORIA BRILLANTE

Al margen de su genealogía, Jessica Chastain es una actriz que ha llegado a lo más alto en su profesión. Atesora dos nominaciones a los Óscar por La noche más oscura y Criadas y señoras, y su nombre ya suena en las quinielas de la próxima edición por su notable interpretación en Los ojos de Tammy Faye, donde habla del ascenso, la caída y la redención de la telepredicadora evangelista Tammy Faye Bakker.

Con este trabajo producido por ella misma, precisamente, pasará a la historia del Zinemaldia al haber obtenido la primera Concha de Plata a la Interpretación Protagonista sin distinción de género, un galardón que ha conseguido ex aequo con la joven Flora Ofelia Hofmann Lindahl.

La actriz, que fundó su propia productora feminista junto a otras intérpretes de la talla de Juliette Binoche, ha denunciado en numerosas ocasiones las desigualdades que se dan en la industria cinematográfica: no solo por la falta de papeles femeninos o las dificultades para llevar a cabo historias creadas por y para mujeres, sino por las diferencias salariales.

Su lucha por la igualdad ha quedado patente estos días también en Donostia, donde al presentar su último trabajo constató un cambio de tendencia: "Yo llevo ya diez años en la industria y hay una gran diferencia ahora cuando nos fijamos en los Oscar, en Cannes o Venecia, que han ganado directoras. Eso para mi significa que la gente está interesada en historias de mujeres, eso me parece emocionante".