pamplona - No es frecuente pero pueden ocurrir, como está sucediendo este verano. Los infartos en personas jóvenes, entendiendo como tal en el contexto de los eventos cardiacos a los menores de 55 años, suponen un 20% del total de los 1.600 contabilizados por el Complejo Hospitalario de Navarra desde 2010 a 2013. Por debajo de los 35 años, el ataque cardiaco es casi excepcional, de hecho, el CHN solo contabiliza seis pacientes en tres años. Tabaco, cocaína e hipertensión arterial son los principales responsables de infartos en pacientes jóvenes, más complicados de identificar cuanto más disminuye la edad de quienes los sufren.

Los expertos como Marisol Alcatena, cardióloga del Área del Corazón del CHN y coordinadora técnica del protocolo y código de activación del infarto de miocardio, destacan la importancia de saber identificar los síntomas que avisan de estos eventos cardiacos, porque tratar un infarto a tiempo supone un importante beneficio para la supervivencia y la calidad de vida del paciente, así como para no consumir recursos innecesarios. Uno de los problemas en el caso de los ataques de corazón en jóvenes es, sin embargo, la dificultad para ser reconocidos como tal por los pacientes. Al no ser habitual que una persona joven sufra un ataque al corazón, cuando éste se presenta no suele ser contemplado como una posibilidad por el paciente, que incluso puede llegar a pensar que sufre otro trastorno, como un corte de digestión.

más hombres que mujeres A ello se une que los síntomas de un infarto en una persona joven pueden ser diferentes a los que presenta una persona mayor. “En personas jóvenes es característico un fuerte dolor en el pecho, mientras que en mayores son frecuentes síntomas más inespecíficos”, destaca Alcatena. En concreto, el 94% de los pacientes del CHN por debajo de los 55 años experimentaron este dolor típico, un 4% más que en el resto. También los síntomas son diferentes por sexos y, en muchos casos, el dolor en el pecho no es la única señal de infarto. Un estudio realizado en la Universidad British Columbia (Vancouver, Canadá) evaluó a 1.015 pacientes jóvenes (hasta los 55 años) ingresados en el hospital con infarto o angina de pecho. El 30% eran mujeres. De acuerdo con los resultados, el dolor torácico como síntoma previo al episodio coronario se dio en el 80% de los casos, especialmente en ellos. Y entre quienes no experimentaron este dolor, el 19% eran mujeres y el 13,7% hombres. Además, las mujeres jóvenes sin dolor en el pecho tuvieron menos síntomas en general, en comparación con las que no sintieron este dolor. Así pues, la ausencia del dolor torácico no implica un infarto menos grave. Tanto unos como en otros presentaban niveles elevados (y parecidos) de troponina (una proteína del músculo cardiaco) en sangre y estenosis coronaria (estrechamiento de las arterias). También los datos del CHN indican una frecuencia de infartos mayor entre los hombres jóvenes que entre las mujeres jóvenes, un 85% frente a un 79%.

En definitiva, aunque el dolor de pecho es el síntoma más común en ambos sexos, ni es el único ni es imprescindible. Hay otros reveladores, como la debilidad, la dificultad para respirar, la aceleración del ritmo cardiaco, sensación de frío, sudores, etc. Concretamente, las mujeres de este estudio que no referían dolor torácico sentían otros signos: debilidad, sofocos, dolor de espalda, náuseas, vómitos, dolor de cabeza, de cuello y de garganta.

La trascendencia de reconocer el dolor torácico y el resto de síntomas como posible infarto y de llamar (112) o acudir de inmediato al sistema sanitario tiene que ver con la prescripción de medios terapéuticos. “La aplicación de tratamientos urgentes para abrir la arteria ocluida en el infarto, fundamentalmente angioplastia, es frecuente y más alta en los jóvenes”, indica la cardióloga. En concreto, estos tratamientos se aplicaron a un 80% de los jóvenes frente a un 65% en el resto. “La mayor frecuencia en jóvenes probablemente esté relacionada con unas condiciones generales más adecuadas y la rápida llegada al sistema sanitario”, añade.

alta supervivencia Ello se traduce, a su vez, en unos datos de supervivencia en el CHN superiores a los de otras comunidades autónomas. La mortalidad hospitalaria fue en el periodo de 2010 a 2013 del 5,3%. En el grupo de jóvenes, la mortalidad en el colectivo de edad inferior a 55 años es menor del 1%, y por debajo de los 35 años no ha habido fallecimientos. Por otro lado, en los pacientes que llegan al centro navarro con infarto, la parada cardiaca es relativamente poco frecuente, un 2%, pero entre los jóvenes el porcentaje se dobla. “A pesar de la gravedad de esta enfermedad, que puede acompañarse de parada cardiaca, en el CHN ofrecemos unos resultados muy buenos cuando se llega al hospital precozmente”, señala.

Cuando se sobrevive a un ataque cardiaco, las consecuencias en el paciente pueden ser diversas. Si el infarto es muy extenso, es probable sufrir de por vida insuficiencia cardiaca, a veces con congestión pulmonar, pero si es de pequeña extensión, es posible llegar a llevar una vida normal, eso sí, controlando los factores de riesgo para evitar un nuevo infarto.

Años atrás, los médicos se habrían sorprendido si una persona de 40 años o menos hubiera sufrido un infarto, pero hoy en día no resulta tan extraño. ¿Qué puede desencadenar un ataque de corazón en una persona joven? Los factores de riesgo que se esconden tras los eventos cardiacos pueden ser no modificables, como el género, la edad y los antecedentes familiares, y modificables, más ligados a los estilos de vida: tabaquismo, hipertensión, colesterol, consumo de sustancias tóxicas, sedentarismo, sobrepeso, estrés... También influyen las enfermedades coronarias o vasculares previas, en ocasiones no detectadas por la juventud de los pacientes, que suelen debutar directamente con el infarto, sin aviso previo, a diferencia de los pacientes mayores, en los que es habitual la presencia de enfermedades previas.

Combinados entre sí, estos factores potencian las probabilidades de sufrir un infarto, incluso por debajo de los 55 años como refrendan los datos del CHN. Estos muestran una mayor incidencia del tabaquismo activo, el 70% frente al 26% entre los 320 pacientes infartados por debajo de los 55 años. “El consumo de tabaco es preocupante, sobre todo, si tenemos en cuenta las cifras en el colectivo de chicas jóvenes”, alerta Alcasena. La hipertensión, por el contrario, es menor, un 35% en los pacientes jóvenes mientras que el porcentaje se dispara al 68% entre los mayores. Los expertos alertan, no obstante, de que la presión arterial alta está infradiagnosticada entre la juventud. El consumo de cocaína, indica la experta, es un factor importante en los jóvenes. “Lo detectamos en el 4% de los menores de 55 años cuando en el resto la presencia de esta droga está por debajo del 1%”, precisa.

La cardióloga concluye con una recomendación para combatir la enfermedad: prevenir los factores de riesgo, especialmente entre los jóvenes el tabaco y la cocaína, y reconocer el dolor torácico como posible infarto para pedir y lograr atención médica cuanto antes.

Jóvenes: dolor en el pecho

Sin aviso. Los infartos a edades tempranas tienen, en general, una característica que los diferencia de los que ocurren en edades más avanzadas: aparecen de golpe, sin previo aviso, e incluso sin que se haya detectado antes una enfermedad coronaria. Los jóvenes suelen debutar directamente con el infarto, mientras que los mayores en general tienen enfermedades previas que muchas veces permiten tratamiento. Característico y más frecuente, aunque no único entre los pacientes de menos edad es el dolor en el pecho como síntoma.

mayores: signos no típicos

Obstrucción. A diferencia de las personas jóvenes en las mayores, las arterias se van tapando poco a poco, y muchas veces generan síntomas, que son un signo de alerta para el diagnóstico y el tratamiento previo a un infarto. Este puede manifestarse, aunque con menos frecuencia que en los jóvenes, con dolor en la parte alta del abdomen, no necesariamente en el corazón, pero también con dificultad para respirar o sensación de ahogo, mareos, ansiedad, ganas de vomitar, sudoración fría, fatiga, pérdida de conocimiento e incluso insomnio.