Bilbao - Es del todo normal que durante un cierto periodo de tiempo nos sintamos inapetentes o desganados sin motivo aparente. Sin embargo, si la situación se prolonga, será necesario buscarle remedio.

JAVIER VIZCAÍNO (J.V.): Hay días en que no estamos para nada. El problema es si eso se alarga.

-IMANOL QUEREJETA (I.Q.): Estoy de acuerdo contigo. No somos máquinas y no rendimos siempre igual. La tensión excesiva mantenida, las preocupaciones y el cansancio acumulado hacen que haya días en los que no nos levantaríamos de la cama, pero como dices, si la situación se alarga hay que buscar un remedio.

J.V.: ¿Puede tener relación con la época del año? Se habla, no sé con qué pruebas científicas, de la astenia primaveral.

-I.Q.: Se habla de muchas cosas. Es cierto que en primavera cambian muchas cosas y hay que adaptarse a ellas: los cambios de luz, temperatura y también la hora. Esta prolongación de las horas de luz va asociada a un cambio en nuestro reloj biológico que nos puede tener aproximadamente un mes con dificultades de adaptación. Al fin y al cabo, somos parte de la naturaleza y si ella sufre cambios, algunos espectaculares, es de esperar que a las personas también nos afecten.

J.V.: Por experiencia personal, sí parece que si se tira una temporada larga lloviendo, como está siendo el caso, cuesta más encontrar empuje para hacer cosas.

-I.Q.: Ya ha habido personas que han buscado crear una herramienta que permita cruzar los datos de la meteorología y los trastornos del humor sin que, que yo sepa, lo hayan materializado. Al final, hablamos de experiencias personales no clasificadas. Tú hablas de tu experiencia y yo te cuento que la mía es otra. El tiempo es un escenario contra el que no vale la pena enfadarse y hay que ponerle buena cara siempre, tal y como reza el refrán. Ya lo ves, aunque por mis orígenes debería de decir lo contrario, me gusta mucho más el frío que el calor. En el entorno urbano al menos, combato mejor el primero que el segundo.

J.V.: Supongo que también tiene que ver con las formas de ser. Están los y las polvorillas, siempre con algo entre manos, y los que son de ritmo más lento.

-I.Q.: Sí, hay gente como digo yo que va a gasóleo y quien va a queroseno. Hay personas brillantes a las que les fluyen las ideas de forma ordenada y sin pausa. Las hay hiperactivas que se distraen tanto que entre las ideas y los resultados dejan un espacio enorme. Las hay expansivas que no pueden controlar el flujo de su pensamiento y mantienen una actividad exagerada pero desordenada y sin objetivos ni resultados. Por el contrario, hay gente muy pausada y muy reflexiva que parece que más que pensar degusta las ideas y también quienes se enlentecen como consecuencia de un trastorno o de algún problema.

J.V.: Tampoco nos llamemos a engaño. No es raro que alguien que diga que está desganado sea, en realidad, un vago redomado.

-I.Q.: No, la diferencia es de verbo. Mientras algunas personas están desganadas, las personas vagas redomadas son desganadas y se cansan tan solo de planear algo. Muchas de estas personas lo dicen sin medias tintas: “sólo de pensar en hacer tal cosa, ya me canso”.

J.V.: Y también ocurre que a veces apetecen actividades más movidas y en otras ocasiones, lo que pide el cuerpo es un poco de tranquilidad.

-I.Q.: Estoy de acuerdo y te remito de nuevo a los ciclos y a la capacidad de adaptación de las personas. Lo importante es aprender a disfrutar de lo que los italianos llaman el dolce far niente, aún cuando te sobren las horas, y al mismo tiempo, a sobreponerse a situaciones difíciles cuando estamos sin chispa. En este último caso hay que ser generosos con nosotros mismos si los resultados no fuesen todo lo buenos que nos gustaría. Aquí hay que recordar que participar en estas situaciones es tan bueno como ganar. Muchas veces es una victoria rotunda que nos permite saber más de nuestra resistencia, de nuestra capacidad de sobrevivir.

J.V.: Luego, a lo largo del tiempo, vamos perdiendo el interés por determinadas cosas y ganándolo por otras. Diría que ahí no hay nada preocupante.

-I.Q.: Con matices. En mi humilde opinión, hay cosas que nos gustarán siempre y, sin embargo, habrá otras que nos habrán gustado mucho en un tiempo para luego perder impronta en nuestra vida, entre otras cosas porque igual vamos perdiendo facultades para desarrollarlas. También, como dices, hay nuevas actividades que nos damos cuenta que aunque no nos gustaban mucho y que, al contrario de lo que acabo de decir, se adaptan mejor al paso de los años.

J.V.: Aún así, ¿con la edad nos hacemos más apáticos?

-I.Q.: No lo comparto. Como te decía en la pregunta anterior, hay actividades en las que no podemos dar el mismo rendimiento y en las que, con la edad, nos embarcamos con menos entusiasmo, entre otras cosas, porque tenemos menos energía, pero apatía entendido como indiferencia ante algo, yo creo que no, por lo menos, de forma general.

J.V.: Sí parece comprobado que cuanto más se deja uno llevar por la desgana, más cuesta retomar la actividad? o las ganas.

-I.Q.: Siempre hemos remarcado en esta sección que hay que cultivar los hábitos porque, sobre todo con la edad, cuesta más retomarlos una vez que los dejamos a un lado. Hay que aprender a disfrutar perdiendo el tiempo, pero de ahí a perderlo por sistema va un rato.

J.V.: ¿Cómo ayudar a alguien en esa situación?

-I. Q.: Supongo que te refieres a personas conocidas. Y la respuesta es simple: interesándose por su estado para saber si precisa algo, y entonces buscar en nuestro muestrario de ideas luminosas algo que transmitirles como objetivo.

J.V.: Si el desinterés es absoluto y permanente, es probable que estemos hablando de palabras mayores.

-I.Q.: Muy probablemente sí. En esas es bueno cotejar nuestra opinión con la de otras personas que también conozcan a esta persona a la que hago referencia para asegurarnos de que percibimos lo mismo y pensar en qué hacer.