Pese a que en las cárceles francesas las condiciones de los presos y las visitas eran mejores, el trato con los funcionarios no lo era tanto. “Una vez fuimos hasta la prisión de París y como hacemos siempre, metimos el paquete que llevábamos para él y esperamos a que nos dieran permiso para la visita, pero nada”, recuerda Xochitl. En ese momento otro preso les dijo que habían trasladado, probablemente, a su padre a otro centro, “se acabó el tiempo de visita sin haberle visto y se quedaron el paquete”. Acto seguido viajaron hasta donde se suponía que estaba. “Al llegar nos dijeron que se encontraba en ese centro, pero que teníamos que esperar para verle, y al final nos denegaron la visita. Fue un viaje y un gasto para nada”, censura.
Peores consecuencias tuvo el incidente en el que se vieron involucradas Jare y Elixabete, quien para ir más cómoda llevaba a su hija en un portabebés. “Cuando entramos en la prisión me revisan toda la ropa, anotan todo lo que meto y de normal vacío los bolsillos. Pues ese día no llevaba bolsillos y el móvil lo tenía guardado en el portabebés y no me acordé que tenía que sacarlo”, explica. Al pasarlo por el escáner, los funcionarios detectaron el móvil “y se armó la marimorena”. “De haber querido meter el móvil no lo paso por el escáner”, matiza Elixabete. La detuvieron y la llevaron a un calabozo en el que pasó 12 horas sin saber dónde estaba su hija, a la que habían llevado a servicios sociales. Como cabe deducir, perdieron la visita y se enfrentó hace dos meses a un juicio por el que le han condenado a tres meses de prisión por lo sucedido.
sin descuento de penas En cuanto a la situación de los presos dentro de los centros, según sus familiares también es bastante mala. Juan Ramón Karasatorre fue condenado a 30 años acusado de asesinar Gregorio Ordóñez. Sin embargo, ha cumplido 12 de los 14 años que lleva en prisión en cárceles francesas que no se los descuentan a la pena de 30 años, la máxima en el Estado y que tendrá que cumplir. Además, se encuentra en régimen de aislamiento, y su hija afirma que “sale una hora al patio donde se encuentra con otro preso político. El resto del tiempo lo pasa solo en la celda”. “Lleva dos años en esta situación, en Francia estaba mucho mejor”, declara, a lo que añade que en todo este tiempo ha estado en siete cárceles diferentes.
Por su parte Mikel Karrera ha estado en once prisiones distintas en seis años. “Aprendemos un trayecto, nos amoldamos a ese sitio y al día siguiente nos lo cambian. Eso me da inestabilidad y nerviosismo y Jare lo nota”, expresa Elixabete. - U. Yoldi
Hay esperanza, pero poca
Todo cambiaría si estuviesen en cárceles cercanas. Más que esperanza, Elixabete tiene ilusión por que esto acabe. Consciente de que su compañero sentimental tiene que cumplir la condena impuesta, confiesa que su ilusión tan solo es “tener que viajar una hora para verlo, sin hipotecar todo el fin de semana, así Jare estaría mucho más tranquila y podría crecer sin tanto estrés”. “Que estuviese aquí lo cambiaría todo”, comenta Xochitl, “iríamos, haríamos la visita y se acabó, nos evitaríamos el riesgo de tener que viajar y no perderíamos casi tiempo ni dinero”.