epasando las elecciones autonómicas celebradas entre 2020 y 2021 (Galicia, Comunidad Autónoma Vasca, Catalunya y Madrid) se observa al PSOE con cierta anemia, falto de la pujanza de una hegemonía incontestable. Los socialistas fueron tercera fuerza en Galicia y la Comunidad Autónoma Vasca y repitieron posición en la Comunidad de Madrid. En Catalunya consiguieron ser la lista más votada, si bien el Govern quedó en manos de la mayoría independentista. El mayor rédito se ha dado en la CAV, al seguir formando parte el PSE del Ejecutivo de Urkullu, entente paralela al Gobierno PSN, Geroa Bai y Podemos en Navarra, y a la mayoría existente en el Congreso de los Diputados con claro componente vasconavarro. Así las cosas, la remodelación del Gobierno por el lado de las carteras socialistas anunciada este mes de julio deberá demostrarse eficaz en su triple objetivo: que sirva para gobernar con más brillo, para sortear la presión de la derecha, y para dar fuelle a los socialistas de cara a futuros comicios.

Estos cuatro comicios celebrados en plena pandemia ponen de manifiesto asimismo la debilidad del espacio que ha venido conformando Podemos. El mayor fracaso fue hace un año, al quedarse fuera del Parlamento gallego, la tierra de Yolanda Díaz. Aquel varapalo vino acompañado del retroceso sufrido el mismo día en Euskadi, que le relegó a la cuarta fuerza en el Parlamento de Gasteiz. Este 2021 no ha resultado mejor precisamente. Sextos en Catalunya y quintos en Madrid, con Iglesias firmando su epílogo, sin apenas efecto movilizador, y siendo claramente superado por Mónica García, de Más Madrid.

Así que el futuro no se presenta muy halagüeño para Podemos, por más que Ione Belarra disponga de un tiempo para enderezar el rumbo. Unidas Podemos hoy se sienta en el Consejo de Ministros y tiene en Yolanda Díaz una figura con pegada, pero Pablo Iglesias es ya historia, Errejón consumó una escisión con herida abierta, el 'sorpasso' al PSOE pertenece al género de la ciencia ficción, y la correlación de fuerzas en el Gobierno de Sánchez supone una dificultad añadida para marcar perfil propio. El balance global, dadas las expectativas que se generaron, acumula más hiel que miel. En Navarra, el cómputo no difiere de esta tónica general. Los 7 escaños obtenidos en 2015 (más 2 de Izquierda-Ezkerra) hoy resultan un hito inalcanzable, y la paz y estabilidad interna mostrada en esta legislatura no han borrado del todo las sacudidas de la anterior.

Hay dos temas capitales sobre los que va a pivotar la etapa política que ahora se abre en el Estado: la recuperación económica, y la cuestión territorial. Respecto a la cuestión financiera, va a ser sumamente interesante la lucha de influencias entre la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. En el asunto territorial, tras el efímero paso de Iceta como ministro de Política Territorial y su llamativo relevo, es reseñable que la nueva titular sea la manchega Isabel Rodríguez, del agrado de García-Page. De entrada no parece la mejor credencial para depositar muchas esperanzas en su papel, por más que la política con frecuencia se cargue de sorpresas. Su afirmación esta semana de que el independentismo "debería haber aprendido la lección" no ha sentado nada bien en el espacio soberanista.

Volviendo a Yolanda Díaz, la nueva figura de UP ha dicho que se va a "dejar la piel para ensanchar el espacio político" que ahora representa. Está obligada a ello, aunque el reto exige modular discurso y praxis con el consiguiente riesgo de perder contornos y diluirse frente al PSOE. Se percibe ya esa estrategia y el tiempo dirá si resulta eficaz y coherente, porque no es sencillo trenzar un plan entre tantas vicisitudes. Díaz ha afirmado que le gustaría que la "sociedad de convivencia que se llama España" se resolviese con "todas las Españas dentro". Partiendo de que hay 52 escaños de extrema derecha y un PP que disputa dicho flanco, el problema es descomunal, de un calibre histórico indudable. Que Vox se erosione en 2023 entra dentro de lo posible. Que el posible beneficiado, el PP, quiera avenirse a acuerdos federalizantes parece una quimera. El eco de Ayuso desde la meseta castellana es mucho más potente que el de Núñez Feijóo desde una esquina de la cornisa cantábrica. Casado, madrileño de adopción, que cumple 3 años en la presidencia del PP va a conducir el partido con un manual muy similar al de Ayuso, no vaya a ser que le adelante.

Al término de la Transición, la derecha que abandonó a Suárez y se fue con Fraga no rascó poder en 14 años. De 1982 a 1996 tuvo que atravesar su particular travesía del desierto, reflexionar y tratar de adaptarse a una sociedad española que se sentía pujante, moderna y efervescente. Hoy, tres 'nietos políticos' de Fraga, Pablo, Isabel y Santiago, tienen ya seguramente asumido que esta legislatura se va a agotar, pero buscan desesperadamente que el mandato de Sánchez dure a lo sumo lo mismo que el de Suárez, que no alcanzó los cinco. Un triunfo de Sánchez en 2023 le situaría en los lindes de una década de poder. El momento por tanto es clave, como para Aznar lo fue en 1993. Pero por más que unas cuantas cabezas de la derecha se sientan amenazadas y pisen el acelerador con riesgo de volcar en el intento, el panorama no se parece en nada al ocaso del felipismo. En esta espiral ideológica se encuentra también UPN, fundado en 1979 por Jesús Aizpún, que provenía asimismo de las filas de UCD. Cuarenta y dos años después del nacimiento de este partido las dudas se ciernen sobre cuál es la estrategia más idónea para sus intereses. ¿Se mantendrá Navarra Suma o está ya en la cuenta atrás? ¿Prescindirá UPN de Ciudadanos para volver a una alianza a solas con el PP, o se lanzará a un regreso en solitario? Un año después de las primarias que enfrentaron a Esparza y Sayas, el primero acusa al Gobierno de Sánchez de hacer "políticas radicales" y el segundo, confundiendo España con su propia ideología, atiza al presidente del Gobierno como si no hubiera un mañana. Porque de eso precisamente se trata, de que caiga Sánchez y fracase Chivite en cascada. Si no hay batacazo socialista, las cosas pintarán muy feas para UPN, empezando por la carrera política de su presidente.

Hace mes y medio el expresidente Miguel Sanz se felicitaba en un artículo porque cree que la derecha, que escribió entrecomillada, va dejando atrás "una serie de complejos ideológicos, económicos, de clase, históricos y morales". Es habitual en la derecha -y Sanz no es una excepción- confundir complejos con prudencia, moderación o pudor. UPN, PP y Cs buscan no ser acusados de acomplejados por Vox, y en el intento de neutralizar ese ataque UPN puede cortocircuitar. Si para no ser acusado de 'derechita cobarde' por parte de Vox, UPN se lanza a la conquista de los sectores más ultras de las sociedad, el problema pasa a la sede de Príncipe de Viana. Los complejos son necesarios cuando hay un pasado del que avergonzarse. Tal vez Miguel Sanz catalogue al ex ministro Camuñas como un hombre desacomplejado. Su speech sobre lo sucedido en el 36, con Casado de maestro mudo de ceremonias fue bochornoso. La violencia desatada entonces no merece discursos justificativos de tal calibre. Que los asesinados, desaparecidos, exiliados o encarcelados se engloben en un "porque ustedes lo hicieron muy mal en el Gobierno de la República" no es de recibo, es indecoroso y resulta insoportable. En Navarra particularmente, y cualquier ex presidente o candidato o candidata a la presidencia debería tenerlo claro. El discurso de Camuñas en un acto sobre "la concordia" constata el riesgo de retorcer palabras importantes hasta desfigurarlas. La reflexión es de nuevo extrapolable a ciertos movimientos que se están dando en Navarra. El apoyo de la Comunión Tradicionalista a la asociación Memoria y Concordia, creada entre otros por el parlamentario de Navarra Suma Iñaki Iriarte, muestra el riesgo o la perversión de legitimar determinadas posiciones bajo un teórico barniz integrador.