río de nombres propios y de declaraciones para un debate sobre la ausencia de una derecha liberal, moderada y constructiva, abierta a la flexibilidad y la autocrítica. Tres apuntes que ilustran la racanería -cuando no el uso torticero- que de la fraternidad, la libertad o la igualdad imperan en una parte importante del espectro político.

No se puede gestionar bien lo que no se aprecia o incomoda. Esta idea sirve por ejemplo para hablar de las políticas de memoria, de género, migratorias o lingüísticas. Por ello, la derecha evidencia su incapacidad para vertebrar la pluralidad de Navarra o la del Estado, porque se le hace bolo, sabedora de que su nicho de votantes es enormemente reacio a esa diversidad. El conservadurismo está a otra cosa, y de ahí su falta de adherencia a la hora de poder unir a la ciudadanía, supuestamente uno de sus ejes ideológicos troncales.

¿Fraternidad?

Diputado de UPN, aspirante fracasado a dirigir el partido, Sergio Sayas comenzó el verano sentenciando en Twitter que "España no merece un presidente que la humilla". Y lo ha proseguido acusando a Sánchez de "sometimiento a Cataluña". El político navarro emitía así dos mensajes cargados de toxinas, de imaginario viejo y de infausto recuerdo: España está humillada y Cataluña somete. La de Sayas es una España tan estrecha que no cabe ni el PSOE. La deriva implícita es que con Catalunya no caben contemplaciones, y aún menos con sus dirigentes y ex dirigentes. "Tranquilo, Puigdemont, si te cazan y te sientan en el banquillo, como mereces, ya te salvará Sánchez", ha escrito también Sayas en estos tiempos de canícula. "Si te cazan".

¿Libertad?

La consagrada a encaramerse en el pedestal de la libertad apuesta por denigrar al discrepante. Para erigirse como la líder libérrima, los demás deben parecer liberticidas. Ayuso se mueve en ese blanco y negro a las mil maravillas, y a piñón. Este verano ha denunciado "la tiranía de las minorías", obviando el funcionamiento democrático. Alerta Ayuso -evidentemente sin pensar en Vox- sobre la existencia de pretensiones totalitarias. Pero tanto ella como Miguel Ángel Rodríguez saben que esas andanadas no bastan, y requieren de un constante repiqueteo de protagonismo y titulares. Ayuso denuncia ahora "concesiones" y "privilegios" territoriales que van "en detrimento de España". De la España suya, unívoca, áspera o agresiva contra quien ose cuestionar la única nación verdadera, o la apuesta centralista y radial tan del gusto de la madrileña. En coordenadas parecidas se mueven el PP, Ciudadanos y hasta UPN en la todavía vigente Navarra Suma. Con una circunstancia importante que distorsiona el debate público. Al derechismo español casi nunca se le ha considerado nacionalista. Ni siquiera en el 36, por cierto.

La novedad desde 2018 es doble y entrelazada. La extensión del neo populismo conservador y la irrupción de una rama ultra. El impacto informativo se ha vuelto muy rentable. El aldabonazo grueso genera más corriente que la solemnidad conservadora. La tensión moviliza y alimenta. Ha llegado una generación que ha crecido escuchando un tipo de radio, viendo una determinada televisión y navegando por un tipo de digitales. El estado anímico en plena crisis cobra relevancia. En una correlación de fuerzas muy ventajosa, la derecha cuenta con unos medios -principalmente en Madrid- que buscan, amplifican y hasta anticipan dicha tensión. Pista libre a los desbarres mientras cumplan su cometido de acogotar a la izquierda. A Ayuso desde 2019 le ha ido muy bien en ese salpicón. En Navarra la estrategia de acoso y derribo conservadora viene de más lejos.

¿Igualdad?

Rueda de prensa de Esparza este pasado martes en el ecuador de legislatura. A los tres minutos de su inicio, la cuestión del euskera ya ha hecho acto de presencia en el balance crítico del presidente de UPN. Después un periodista le pregunta por su posición al respecto. El comienzo de la respuesta es revelador: "Es una lengua que está en Navarra, que hablan muchos navarros, a los que yo respeto, y es una lengua que respetamos y que nos gustaría que no se politizara y no se utilizara". Obsérvense los marcos: de 'lingua navarrorum' a "lengua que está en Navarra" que Esparza "respeta", solo faltaba, para acto seguido estigmatizarla con etiquetas que nunca aplicaría al castellano. Como si este fuese ajeno a una política lingüística, a usos asociados a determinadas ideologías, o a construcciones de identidad. A estas alturas los lugares comunes -"me parece una riqueza para Navarra- o las palabras calculadas al centímetro suenan muy pobres, cuando no ofensivas. Libertad, igualdad, fraternidad, tres indicios de que el liberalismo anda lejos de la derecha.