“Por una parte se siente tristeza, porque mi padre no lo ha podido conocer. Pero por otra parte nos sentimos aliviados y contentos de que hayan aparecido sus restos. Muy contentos de que Paulina nos haya ayudado. Sin su testimonio no podríamos haber conseguido nada”, recordaba ayer Milagros Miguel, sobrina de Emiliano, al recoger sus restos en navarra. Ella, junto a sus primas y su hija, acudió ayer a Pamplona para recuperar “esa parte arrebatada” de la historia de su familia. “Era un joven de 21 años, y hemos estado mucho tiempo detrás para poder recuperar sus restos y que por fin pueda descansar junto a toda su familia”, explicó. Milagros Miguel se siente reconfortada con la entrega de los restos y la parte recuperada de esta historia, porque así puede volver a casa “sin las manos vacías”.

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Debido a la pandemia los procesos de identificación e investigación se vieron paralizados. “Teníamos miedo de que todo esto quedará en el olvido”, destacó. “En nuestra casa siempre hemos hablados estos temas, porque hay que hacerlo. El miedo y la represión pueden llevar a tener temor a que se sepa, pero es que si no lo decimos ni luchamos porque se encuentre a nuestros muertos nunca cerraremos este círculo”, añadió. Un círculo que “nunca debió comenzar”.

Paulina, un testimonio clave Paulina Lizoian apenas contaba con 9 años de edad cuando a la salida del colegio se enteró de que habían asesinado a cuatro hombres. “Salíamos de la escuela y nos dijeron que habían a cuatro de los de San Cristobal, de los presos. Sin pensarlo ni un momento fuimos a ver. Los encontramos ya en la fosa. Uno de los enterradores era mi padre”, recordó. A sus 92 sigue recordando aquel momento, “yo solo tenía que contar la verdad, contar aquello que vi y nada más”, expresó. Ella se siente tranquila, pero no aliviada. “Todavía quedan dos”, se repetía. “Eran cuatro, eso no se olvida y sus familias los siguen buscando”.

Emiliano MIguel Portugal Emiliano Miguel Portugal procedente de Santibáñez del Val (Burgos) y vecino de Dueñas (Palencia). Tenía 21 años cuando fue asesinado en la fuga del penal del Fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba. Fue uno de los 85 castellano-leoneses abatidos, todos ellos habían formado parte del grupo de 795 presos que el 22 de mayo de 1938 protagonizaron la fuga. Ese domingo por la tarde los presos se hicieron con el control del penal y muchos de ellos iniciaron la huida hacia Francia, pero la posterior persecución derivó en una masacre y únicamente tres consiguieron llegar a Francia. Muchos conducidos de nuevo al penal y 206 fueron asesinados tras ser capturados.