el 28 de septiembre de 1928, el científico escocés Alexander Fleming desarrolló, a partir de un descubrimiento casual, la penicilina, el antibiótico más utilizado en todo el mundo, capaz de actuar frente a un gran número de gérmenes infecciosos. Enfermedades que ahora resultan poco más que afecciones que duran un par de días, hace noventa años podían resultar fatales, pues la complicación de un simple dolor de garganta, cuya infección se extendiera a los pulmones, provocaba la muerte.

Nacido en la región de Ayrshire, en el suroeste escocés, el 6 de agosto de 1881, Fleming se mudó con trece años a Londres, donde empezó sus estudios de medicina y, tras graduarse en 1906, inició su labor de investigación junto al pionero en vacunas Almroth Wright, su mentor en el Hospital St. Mary de la capital británica.

El joven Fleming interrumpió su trayectoria durante la I Guerra Mundial para servir en el Cuerpo Médico del Ejército, tras lo cual regresó a su puesto en St. Mary. Allí, donde tenía fama de no ser demasiado cuidadoso con la higiene de su material, realizó uno de los grandes descubrimientos de la historia de la medicina.

por casualidad En 1928, tras volver de un periodo de descanso de dos semanas, observó cómo había crecido un hongo en uno de sus cultivos de estafilococos, pero mientras las bacterias se encontraban en todas partes del plato, ninguna crecía alrededor de él. Este hongo, que se conoce como Penicillium notatum, le permitió desarrollar la penicilina, un conjunto de antibióticos del grupo de los betalactámicos que se emplean de forma masiva en el tratamiento de infecciones.

Así pues, Fleming no descubrió la penicilina, se la encontró. Hasta el diccionario de la RAE usa su caso para ejemplificar la definición de serendipia. Pero tampoco supo ver sus posibilidades terapéuticas. Eso lo logró un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford (Reino Unido) que, cuando el hallazgo de Fleming caía en el olvido, lo retomaron. Hace ahora 90 años, primero probaron este misterioso hongo con ratones y después con humanos. Y, aunque el primero de sus pacientes murió, fue el inicio de la era de los antibióticos.

El uso de la penicilina se extendió a partir de 1942, cuando la industria farmacéutica estadounidense empezó a producirla en masa y fue clave en el tratamiento de los enfermos durante la II Guerra Mundial. El fármaco permitía reducir en gran medida el riesgo de infecciones mortales, por lo que los médicos podían llevar a cabo tratamientos más invasivos que hacían posible salvar un mayor número de vidas.

un hito Su descubrimiento significó un cambio drástico para la medicina moderna, ya que marcó el inicio de la era de los antibióticos, que junto al hallazgo de otros antibióticos como la estreptomicina, utilizada para el tratamiento de la tuberculosis, permitieron un gran avance en el terreno de la medicina.

El científico escocés descubrió también la enzima antimicrobiana conocida como lisozima que actúa contra las infecciones. Sin embargo, su hallazgo más importante no le reportó todo el protagonismo que cabría esperar, ya que, cuando se le concedió en 1945 el Premio Nobel de Medicina, lo compartió con los científicos Ernst Boris Chain y Howard Walter Florey, responsables de desarrollar la penicilina como medicamento.

Fleming escribió numerosos artículos sobre inmunología y quimioterapia y se convirtió en profesor emérito de bacteriología en la Universidad de Londres en 1948. Fue, además, elegido miembro de la Royal Society en 1943 y nombrado caballero del reino un año más tarde.

En lo personal, el famoso científico contrajo matrimonio en 1915 con la entonces enfermera en prácticas Sarah Marion McElroy con la que tuvo un hijo, Robert Fleming (1924-2015), quien también se dedicó a la medicina. Tras la muerte de su primera esposa, se casó en 1953 con la doctora griega Amalia Voureka.

El padre de la penicilina murió de un ataque cardíaco el 11 de marzo de 1955 en Londres y está enterrado en la cripta de la catedral de San Pablo de la misma ciudad.