Río de Janeiro - El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva abandonó ayer por primera vez la cárcel en la que está preso por corrupción desde abril de 2018 con dos condenas por corrupción y lavado de dinero, para asistir, autorizado por la Justicia, al entierro de un nieto de 7 años, Arthur Araujo Lula da Silva, que murió el viernes en un hospital de Sao Paulo, víctima de meningitis meningocócica.

A las 07.00 hora local, Lula, con traje oscuro, sin corbata y de cabellos totalmente blancos, fue trasladado en helicóptero de las instalaciones de la Policía Federal de la ciudad de Curitiba, donde cumple condena, al aeropuerto de Bacacheri, en donde abordó un avión de la gobernación del estado de Paraná, que lo trasladó a Sao Paulo. Todo ello, en medio de un intenso dispositivo de seguridad, y escoltado de cerca por tres agentes de la Policía Federal.

Asimismo, hasta sus abogados se comprometieron a no divulgar ningún detalle, con el fin de impedir que los seguidores del exmandatario promovieran alguna manifestación que pudiera poner en riesgo la seguridad de la operación.

A la ceremonia fúnebre acudieron los principales dirigentes del Partido de los Trabajadores, la formación que Lula ayudó a fundar en 1980 y que gobernó Brasil durante 13 años, entre 2003 y 2016. La muerte del nieto de Lula se produjo un mes después de que falleciera el hermano mayor del expresidente, víctima de un tipo raro de cáncer que afectó sus vasos sanguíneos. Lula quería acudir a su entierro, pero la Justicia solo le autorizó una reunión familiar cuando el cuerpo de Genival Inácio da Silva, conocido como Vavá, ya había sido sepultado, por lo que rechazó el permiso y decidió permanecer en su celda.

Tras asistir al funeral de su nieto, el exmandatario brasileño se despidió de sus familiares a las 12.58 hora local, antes de subir al coche policial en el que inició el viaje de regreso al centro penitenciario. - Efe