- La ucraniana Olga Hoidosh tardó cuatro días en atravesar la frontera de Polonia, a pie por el cruce de Medyka, con sus dos hijos y sus hermanos, pero veinte días después ha decidido regresar por ese mismo lugar a su casa en la ciudad occidental de Ternópil, donde se quedó su marido.

“En Polonia nos han recibido muy bien, pero tenía que volver. Antes de la guerra, mi marido se rompió las dos piernas en una caída y no puede caminar. Además como está en edad de reclutamiento militar no puede abandonar Ucrania”, explica recién llegada a Leópolis desde Polonia, donde ha dejado a sus dos hijos escolarizados al cuidado de una amiga.

Un mes de invasión rusa en Ucrania ha causado casi 3,7 millones de refugiados, pero algunos de los que cruzaron la frontera en las primeras semanas de la guerra están retornando a su país, donde la parte occidental se mantiene tranquila y lejos del frente de batalla.

El plan de Olga, de 32 años, es “ir y venir” entre Ucrania y Polonia hasta que la guerra se termine: pasar unos días atendiendo a su marido hasta que se recupere; y otros cuidando de sus hijos, de 4 y 6 años, y también de sus hermanos, que son adolescentes y que huyeron con ella.

En el cruce de Medyka, a 80 kilómetros de Leópolis, la cola para salir de Ucrania acumula unas 200 personas, mientras que la de entrada no llega a 50, pero marca una nueva tendencia, ya que en las primeras tres semanas tras la invasión solo entraban periodistas y voluntarios.

“La verdad que me ha sorprendido la cantidad de gente que estos días está volviendo, muchas mujeres. Parece que mucha gente viene para abastecerse y luego regresan para ayudar a sus maridos o a sus familiares que se quedaron en Ucrania”, indicó Basel, un boliviano de 30 años que vive en España.

Junto con otros españoles, “voluntarios independientes”, lleva varios días ofreciendo comida, mantas y ropa a los que salen -“y ahora también a los que entran”- en el lado polaco de Medyka, donde numerosas ONG y agencias humanitarias mantienen su presencia.

A diferencia de Olga, que va ligera de equipaje, Ivanka y Natasha regresan a Ucrania cargadas con varias maletas a punto de reventar y bolsas con mantas, almohadas y comida, con sus respectivos hijos, un total de cinco niños de entre 2 y 10 años.

Amigas y vecinas de la localidad de Berezhany, a 90 kilómetros al suroeste de Leópolis, se instalaron en la ciudad polaca de Tarnow cuando estalló la guerra con la incertidumbre de qué pasaría, pero ahora quieren volver para estar cerca de “los hombres de la casa” que no pudieron irse.

Ambas tomaron el mismo tren que Olga hasta Przemysl, la ciudad polaca más próxima a la frontera; luego un autobús hasta el paso de Medyka, donde cruzaron a pie, y ya en suelo ucraniano, negociaron con una furgoneta para que las llevara a Leópolis, la segunda ciudad del país.

Moldavia

Ningún otro país ha recibido a tantos refugiados ucranianos per cápita como la exrepública soviética de Moldavia, una nación de apenas 2,6 millones de habitantes que teme ser el próximo objetivo del belicismo expansionista del Kremlin. “En estos momentos hay en el país alrededor de 100.000 refugiados ucranianos”. La presencia de estas decenas de miles de refugiados en Moldavia ha hecho crecer un 4% la población del que está considerado como el país más pobre de Europa.