Hay hechos que desde hace semanas vienen anunciando la llegada de las Navidades. El alumbrado de las calles, los escaparates repletos de colonias, las participaciones de lotería para el 22 de diciembre que vendemos y nos venden… En los últimos días, se han sumado la lectura del pregón –este año, un homenaje al Teléfono de la Esperanza–, la masiva ida y venida de gentes y las comidas y cenas de empresa.
Cierto que se trata de imágenes que pueden verse en localidades muy diferentes y si pensamos en lo más típico de la capital navarra, en lo verdaderamente único en estas fechas, muchos no dudarán en señalar la noche de disfraces y calle con la que saludamos al nuevo año y, en consecuencia, las semanas previas de preparación de atuendos. Aquí y ahora, lo mismo te mandan a por turrones que, de paso, a por metro y medio de nailon del barato.
Sin embargo, me atrevo a subrayar algo tan pamplonés como las largas colas a las puertas de algunos edificios públicos para hacerse con uno de los 24.450 calendarios que edita y regala el Consistorio y que, cómo no, se agotaron en pocas horas. Todo un misterio del ser de esta ciudad cuando, al día siguiente, uno podía hacerse con un ejemplar con sólo pasar por los mercados municipales y comprar algo. Cosas de la Vieja Iruña...