Si alguien conocía bien el fútbol regional ese era Pedro Barandalla. Había pisado el barro de los campos, agotado el tabaco en aquellos banquillos de techo bajo y asiento de madera corrido, e inhalado el olor a algodón quemado en alcohol y a masaje con embrocación de los vestuarios. Barandalla era ahora en los campos de hierba artificial y riegos automáticos un pasajero de otro tiempo. Conservaba el olfato para detectar talentos, para apuntar nombres para la agenda de Osasuna o más recientemente de la Federación Navarra. Porque era difícil entender su vida lejos del fútbol y de su ambiente. Él arrastraba, me parece a mí, la carga emocional de la antigua Tercera o la Preferente donde dirigió multitud de equipos y dejó cantidad de amigos. También en el Trofeo Boscos.

"Tú eras el que se enfadaba cuando el entrenador te cambiaba", me dijo cuando charlamos por primera vez, él con el chándal y yo con libreta y bolígrafo. Porque a Pedro no se le escapaba ni uno: tenía a todos los posibles rivales identificados. Si hubiera podido, los hubiera marcado él mismo cuando sus chavales no respondían a sus órdenes. Los gritos atronaban por todo el campo. Barandalla era un tipo enérgico y vital, que disfrutaba tanto de los partidos como de los postpartidos, en esa otra extensión del fútbol en la que se tejen camaradería y complicidades. Ahí también era un crack.

Cuando te encontrabas con Barandalla no funcionaba el recurso de hablar del clima: el diálogo versaba sobre fútbol. También cuando de tiempo en tiempo aparecía por el periódico para ejercer de fontanero. El grifo seguía goteando minutos después porque la conversación era inagotable y salpicada de anécdotas y recuerdos. Siempre con la sonrisa pegada al rostro y enmarcada por un grueso bigote.

Se lleva Barandalla a otros campos los secretos de un fútbol de otra época: con punterazos y sin codazos; con tacos de metal y cordones enredados al tobillo, sin multitacos ni botas de colores; con afición chillona en todos los pueblos y sin luz artificial. Ahora que no son pocos los que aborrecen el fútbol moderno, Barandalla y otros coetáneos eran y son el testimonio de un juego menos uniformizado y sistematizado. Nos queda la satisfacción de haberlo conocido y disfrutado. Y si al final de estas letras hoy me enfado es, Pedro, porque el entrenador ha decido retirarte a ti.