Ya has descansado. Qué suerte hemos tenido contigo, aita. ¡Qué suerte! Qué fácil ha sido quererte. El otro día, un amigo, me decía que en el momento en que olvidamos que una persona ha sido niña, perdemos la capacidad de amarla por ser eso, una persona. Y tú, aita, tenías ojicos de niño, de crío travieso, curioso. Contigo quererte como el niño que fuiste ha sido sencillo. Ojalá, al recordarte, no olvidemos nunca los niños que hay en las otras personas. Tenías tus opiniones, bastante firmes y hechas. Había muchas cosas que no te gustaban de este mundo que vamos mal haciendo, incluso se te saltaban las lágrimas con el teleberri, no me extraña. Me gustaría que no se me olvidase eso, tener también esa capacidad de que me duela lo malo que hay en esta sociedad que confunde fácilmente la libertad desde el bien común con el egoísmo y la insolidaridad desde el ombligo. Pero tenías también la capacidad de respetar las opiniones que no te gustaban. Y sobre todo te hacías querer. ¿Sabes cuánta gente nos está diciendo lo especial que eras para ella? No te creas que nos lo han dicho tus amistades de toda la vida o la familia nada más. Si algo estamos agradecidos en estos días es por la cantidad de gente que de una u otra manera ha mostrado su amor por ti. Y amabas la vida. Disfrutabas de los detalles, de los pequeños detalles de esta vida. Con tu humor e ironía. Porque a pesar de las sombras, te gustaba fijarte más en las luces y creías, de verdad, que se puede hacer una sociedad más justa y mejor, pero que sobre todo hay que hacer un mundo bueno, lleno de bienaventurados. Y para eso es imprescindible hacerlo desde quienes obligamos a vivir en los márgenes de la sociedad. No con ellos y ellas, sino desde ellos y ellas.

Ahora descansa, aita, y cuídanos con la ama a tus hijos e hija. A Bea, que querías con locura, a Xabi, que adorabas, a Leire, que era tu cómplice tantas veces. Y cuida a tu nieto y nieta. A Amaiur, al que escuchabas con amor todo lo que te contaba desde su visión de cinco años. A Izar, que era tu amor, la única a la que dejabas hacerte cosquillas. A mí, te soy sincero, me va a costar no empujar tu silla en nuestros paseos. ¿Con quién voy a ir a la Media Luna en primavera? Te quiero con toda mi alma. Gracias por todo. Por sacarnos adelante, a pesar de que la ama se fue tan pronto. Eras un luchador. Ha sido un privilegio para todos nosotros haberte podido cuidar en los últimos años.

Cuidad de nosotros. Nosotros y nosotras seguiremos agradeciendo la oportunidad que hemos tenido y seguiremos teniendo de hacer un mundo bueno desde la mirada de un niño travieso.

Maite zaitugu. Eskerrik asko, aita, bihotzez.

P.D. Queremos dar las gracias también a todas las trabajadoras de la sexta y quinta planta de Virgen del Camino que han hecho estos momentos dolorosos mucho más llevaderos con una amabilidad y profesionalidad impresionantes. Eskerrik asko! Gracias por estar ahí.