pamplona - El 22 de marzo de 2014, más de un millón y medio de personas colapsaron las calles de Madrid en decenas de manifestaciones simultáneas denominadas como las Marchas de la dignidad. Aquella histórica jornada de protesta acabó abruptamente con graves disturbios y cargas policiales. Los días siguientes más movilizaciones se sucedieron. La tensa semana se cerró el sábado 29 de marzo con una gran protesta contra la Corona con el lema Jaque a la monarquía. Aquella tarde el periodista independiente Jorge Correa, de 38 años y conocido como Boro LH, se acercó junto a otros compañeros a un grupo de personas que estaban siendo perseguidas y empujadas por agentes de policía, con la intención de informar de lo que estaba ocurriendo. La reacción de la Policía al verle con la cámara fue arremeter a porrazos y derribarle. Tendido en el suelo, Jorge fue vapuleado por varios agentes e introducido a un furgón policial mientras gritaba: “Soy periodista, soy periodista, esto es una detención ilegal”. Seis reporteros que documentaban esta agresión y detención fueron igualmente aporreados por los agentes, dejando a un compañero inconsciente y rompiéndoles una cámara. Algunos de ellos, fotoperiodistas internacionalmente reconocidos o trabajadores de agencias de noticias, como Gabriel Pecot o Rodrigo García, denunciaron la agresión. Todos estos hechos fueron grabados en vídeo y siguen disponibles en internet. Aunque la causa trató de ser archivada varias veces, el juicio se celebró el pasado febrero de 2018 y se demostró que al menos uno de los agentes había agredido injustificadamente a los periodistas, aunque quedó impune. Sin embargo, para Boro el desenlace de esta misma historia fue bien diferente. Es precisamente ese agente absuelto uno de los que acusó a Jorge Correa de “atentado a la autoridad” y “lesiones”. Poco después, el periodista fue además detenido y condenado por compartir opiniones en Facebook y Twitter por supuesto “enaltecimiento del terrorismo”. Y ahora, se enfrenta el próximo día 3 de octubre a un juicio en el que la Fiscalía le pide seis años de prisión por estas supuestas agresiones. Jorge Correa, que lleva 18 años informando sobre luchas sociales y denunciando abusos policiales en medios alternativos como LaHaine.org o Kaosenlared.net, defiende no solo su inocencia, sino que “este caso constituye un clarísimo ataque a la libertad de expresión y es una nueva excusa para perseguir informaciones que cuestionan cosas que nos están diciendo desde el Estado o los medios de comunicación”.

El caso de Boro, que desde hace más de una década trabaja y vive en Navarra, ha recabado el apoyo de más de 150 compañeros de profesión, 50 medios de comunicación, 1.500 adhesiones personales, 100 organizaciones y la denuncia de OSCE (Organismo Europeo de Control de Derecho Humanos y Libertades Democráticas), el Sindicato de Periodistas de Madrid, o más recientemente una declaración institucional del Parlamento de Navarra, en favor de la libertad de prensa.

Algunos medios informaron de su detención como si fuese usted un manifestante más. ¿Le ha perjudicado tener ese perfil de activista?

-Por parte de esos medios es una manera de ocultar y de desvincularme del periodismo. Nosotros informamos desde determinada perspectiva, claro, pero eso no quita para que el trabajo que yo hago sea periodístico. Esa semana estuve pateando Madrid de arriba a abajo, haciendo decenas de entrevistas y sacando fotos. Nadie puede cuestionar esa labor informativa. A menudo se intenta utilizar ese perfil de activista para desprestigiar el trabajo periodístico. Incluso vetarlo.

¿Entiende que haya gente que desconfíe de medios online en los que se mezcla información y opinión?

-LaHaine.org somos un medio veraz, pero informamos desde un punto de vista de la clase oprimida, de la clase trabajadora. Nos debemos a la verdad. Pero no ocultamos que tenemos una visión del mundo.

¿Cómo afronta este proceso judicial del próximo día 3 de octubre?

-Con mucha energía y tranquilo, tenemos pruebas contundentes y testigos. También con el convencimiento de que somos perseguidos y se nos ponen trabas para que no podamos hacer nuestro trabajo precisamente porque denunciamos estos abusos. Personalmente ha sido duro porque durante cuatro años he estado pendiente de qué va a ser de mi vida. Tanto mi labor en medios de comunicación, en los que no me puedo dedicar a hacer todo lo que he querido, como también a buscarme la vida en otros trabajos, es muy difícil. Sobre todo cuando tienes una condena por enaltecimiento del terrorismo, que aunque está recurrida y no es firme, te cierra muchas puertas. Incluso si el Tribunal Supremo me absolviese o Europa me diese la razón, eso siempre va a quedar ahí. Lo primero que hace una empresa es buscarte en Google.

¿Existe el derecho a la reparación?

-En España nadie paga los platos rotos. Nadie asume responsabilidades y si acaso te dan una indemnización con dinero público, que lo pagamos entre todos. No hay consecuencias para los abusos del Estado.

¿De qué se le acusaba en esa otra sentencia?

-De compartir carteles de Herrira, que era una organización perfectamente legal, pedir públicamente el acercamiento de los presos vascos o dar mi apoyo a luchas callejeras en Grecia. Recopilaron 21 tuits y estados de Facebook, de los cuales más de una docena ni siquiera eran míos. Parecen sentencias escritas de antemano.

¿De un tiempo a esta parte, se ha frivolizado con asuntos como el enaltecimiento del terrorismo?

-No se trata solo de la Ley Mordaza. El ataque a la libertad de expresión es tan grande que asuntos que durante 40 años se han podido decir tranquilamente hoy constituyen delito. Pero solo para algunas personas, existe una doble vara. Hay grupos de ultraderecha que incluso amenazan directamente a personas en Twitter y no ocurre nada. Pero si Willy Toledo se caga en Dios, termina enjuiciado.

¿Se arrepiente de algo que publicó o de no haber sido comedido?

-No, en absoluto, de hecho, no solo no han conseguido callarme sino todo lo contrario.

¿En qué ha cambiado su trabajo en este tiempo?

-Lejos de quitarme la ilusión, mi detención en Madrid me dio un nuevo impulso, porque empecé a centrarme en víctimas de la represión, en gente que por diversos motivos estaba siendo también silenciada . A algunos de las cuáles he entrevistado, con otras he compartido actos o he caminado a su lado en distintas movilizaciones. Algunas están en prisión o en procesos judiciales y he podido retratar toda esa realidad.