Tras varios reveses judiciales que han impedido al Gobierno de Navarra poner en plano de igualdad -con las particularidades incomparables de cada caso- a las víctimas de grupos de extrema derecha y funcionarios públicos con las de ETA o el franquismo, el Ejecutivo foral dio (10/01/19) un impulso desde la Administración a la memoria de Germán Rodríguez, Gladys del Estal, José Luis Cano y Mikel Zabalza con la celebración de la jornada Tejiendo la memoria. Fue un acto sobrio, sencillo, a medio camino entre lo institucional, lo académico y lo familiar en el que el profesor Karlos Irujo presentó las principales pinceladas de un estudio de la UPNA sobre la memoria familiar, social e institucional de los cuatro casos antes mencionados. Y, además, se llevó a cabo una mesa redonda moderada por el periodista Aingeru Epaltza en la que Idoia Zabalza (hermana de Mikel Zabalza), Rafa Aldai (amigo de Gladys del Estal) y Aingeru Cano (hermano de José Luis Cano) abrieron a los cerca de 200 asistentes que llenaron la sala Luneta del Baluarte los rincones más íntimos de la memoria familiar. “Esas conversaciones de familia, esos álbumes de fotos, esas misas” íntimas, como precisó el profesor Irujo, ahí donde se han acumulado durante décadas de silencio administrativo los miedos, la sensación de ninguneo por parte de las instituciones, el peso de ser la hermana de, el hermano de, el amigo de. Pero donde también ha estado el consuelo de saberse privilegiados dentro de la tragedia, de saber que sus seres queridos han sido víctimas icónicas que han permanecido en la memoria colectiva de una comunidad, y que dejarán para el futuro un relato de injusticia, de esa “verdad disidente”, como dijo nuevamente Irujo, que hará que no se olvide la verdad de lo que ocurrió para que, sobre todo, no se repita.

Abrió la jornada la consejera Ana Ollo, titular del departamento de Relaciones Ciudadanas e Institucionales, donde se encuentra la dirección general de Paz y Convivencia (creada por el cambio en 2015) que se empeñó expresamente en celebrar un acto que consideran un deber. Sobre todo, después de que en verano el Tribunal Constitucional anulase casi completamente la ley navarra de 2015 que reconocía y reparaba a las víctimas de la violencia ultra, y cuando hace una semana el TSJN paralizaba una convocatoria de subvenciones del Gobierno foral para que universidades documenten la tortura o casos de este tipo de violencia. Se entiende, así, que la consejera Ollo comenzase asumiendo que “no ha sido fácil recordar” a Germán, Gladys, Cano y Mikel Zabalza. Pero que sobre todo lo que ha sido difícil (por no decir imposible) ha sido “reconocer y reparar” sus casos. “Sin mezclar, sin diluir, pero sin olvidar”, matizó Ollo, la jornada de ayer aspiró a ser “el reconocimiento y reparación” institucional ausente durante años.

La “apropiación social”

Tras la introducción al trabajo del equipo de Antropología Social Lera-Ikergunea, que se aborda en una pieza adjunta, el periodista Aingeru Epaltza fue el encargado de moderar una breve mesa redonda, de unos 35 minutos. Sorprendió el aplomo, el sosiego y la capacidad analítica de Aingeru Cano, Idoia Zabalza y Rafa Aldai, sobre todo después de que Irujo afirmase que durante las labores se produjo una “apertura total” de los familiares. Esa apertura -“en la que las familias reviven todo, donde se les vuelven a saltar las lágrimas”, puntualizó Irujo- ha sido “muy positiva” para Aingeru Cano, después de tiempos “en los que no ha salido a la luz todo lo que ha pasado”. Para Idoia Zabalza, ha servido para “ver cómo cada miembro de la familia ha vivido particularmente el caso”. Y para Aldai, para darse cuenta que, cuarenta años después de la muerte de Gladys del Estal (concretamente se cumplirán en junio), “las reivindicaciones por las que murió siguen siendo necesarias”, en tiempos de “adormilamiento”, como apostilló Aingeru Cano.

La consejera de Relaciones Ciudadanas, Ana Ollo. Unai Beroiz

Precisamente, sobre ese conflicto entre memoria y futuro, entre cómo no olvidar y poder seguir adelante, versó gran parte de la mesa redonda. Epaltza, rescatando la denominación original en el trabajo de la UPNA, habló de la “apropiación social” de los cuatro casos más icónicos, de cómo sus muertes han confeccionado, en buena medida, la memoria de toda la comunidad. “Es cierto que el caso de Mikel se puede considerar como el icono de la tortura. Y para la familia es una especie de contradicción, porque no puedes estar viviendo con ese lastre permanentemente, no puede ser el centro de tu vida, pero a la vez estás obligado a mantener la memoria, a que el caso se esclarezca”, planteó Idoia Zabalza. Es lo que Irujo vino a denominar la mochila del recuerdo, que a veces puede ser pesada. Por eso defendió la labor de la sociedad en la ayuda a la familia a la hora de mantener viva la memoria. Puso como ejemplo la muerte de Germán Rodríguez. “Para los que vivimos aquellos Sanfermines del 78, Germán era nuestro. Sus compañeros de militancia cogieron la bandera, cuidaron su memoria, claro que también la familia, pero Germán era de todos”, ilustró Irujo, para tratar de hacer ver cómo un caso particular se convierte en un icono. Idoia Zabalza asintió: “Si la sociedad no se hace propietaria de la memoria, no tendremos futuro”.

La idea, compartida, por todos, llevó a otros ejemplos. Rafa Aldai recordó entonces cómo el parque de Cristina Enea de Donostia, la ciudad donde vivía Gladys, fue durante años conocido como Gladys Enea. Y cómo en Tudela, donde ella nunca vivió, se han organizado homenajes porque sentían que su muerte representaba algo más, la lucha por una causa hoy vigente, como es la defensa del medio ambiente y la lucha antinuclear. Aingeru Cano, cuyo caso es especial porque la memoria de José Luis Cano atravesó distintas etapas (murió en 1977), se quedó con la lectura más positiva: “Somos, realmente, los afortunados, los representantes de todos los que están en cunetas. Esto habrá sido bueno si sirve para que se conozca toda la verdad”.