pamplona - La presencia del ministro iraní de Exteriores, Mohammad Javad Zarif, que llegó ayer a Biarritz sobre las 14.13 horas en un avión privado a invitación del presidente galo, Emmanuel Macron, convulsionó la cumbre del G7 aunque no asistiera para conversar con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como algunos medios habían especulado, coincidiendo con un momento el que el líder de la Casa Blanca y sus aliados europeos mantienen importantes divergencias sobre cómo gestionar el dossier iraní.

Alemania, Francia y Reino Unido defienden la vigencia del pacto alcanzado en su día, bajo la Administración del expresidente Barack Obama, que vinculaba la paralización del programa nuclear iraní a cambio de abrir el mercado a las exportaciones de petróleo iraníes. Sin embargo, Trump denunció este pacto y estableció un duro embargo comercial a Teherán que está castigando la economía iraní, aumentando la tensión en el Golfo de Ormuz, por donde circula buena parte del crudo que se comercializa mundialmente.

La noticia de la presencia de Zarif saltó al detectar la web Flightradar24 que un avión iraní había tocado suelo de la ciudad costera. Una fuente de ese país confirmó a la agencia Reuters la llegada del ministro en un Airbus A-321 para reunirse con su homólogo francés, Jean-Yves Le Drian, y con Macron, después de hacerlo el viernes con el presidente francés en París, 24 horas antes del comienzo de este encuentro de altos vuelos. La web añadía que el aparato había pasado en los últimos días por varias capitales europeas como Oslo, Helsinki y Estocolmo. “El camino por delante es largo, pero vale la pena intentarlo”, resumió satisfactoriamente Zarif tras sus reuniones.

Las diferencias entre los países del G7 sobre cuestiones de agenda internacional como el citado contencioso con Irán, la relación con Moscú, la guerra comercial con China y la actitud ante el rearme de Corea del Norte son evidentes y afloraron durante todo el fin de semana. Para colmo, se produjo un malentendido entre los anfitriones galos y la Administración norteamericana a propósito de Irán. El Elíseo hizo saber a primera hora de ayer que Macron había recibido el mandato de negociar con Teherán una solución al conflicto sobre su programa atómico. Un anuncio que poco después desmintió el propio Trump, apelando a que Washington tenía su propia iniciativa. Macron se vio en la obligación de precisar que el G7 es un “foro informal sin estructuras operativas, que no puede dar un mandato de esa naturaleza”, y que los siete países soberanos que lo componen actúan cada uno por su cuenta, aunque traten de coordinarse. Para enmendar la plana, el presidente galo recordó que todos los países presentes en el G7 comparten dos objetivos esenciales: que Irán no se dote de un arma nuclear y que se promueva la paz y la estabilidad en la región. El presidente francés está empeñado en demostrar que su país es una “potencia de equilibrio”, leal con sus aliados pero con la capacidad de hablar con todo el mundo y de actuar con autonomía. Preguntado por el golpe de efecto de la visita del iraní, Trump se negó a hacer comentarios ante la prensa. Y es que el desplazamiento del ministro iraní de Exteriores hasta Biarritz pudo obedecer a una jugada mediática del propio Macron.