En un contexto caracterizado por una incertidumbre enorme, la política española y sus principales actores viven instalados en la frivolidad desde hace meses. Tras la moción de censura que puso fin al Gobierno de Rajoy la interinidad parece haberse convertido en normalidad. Y así resulta imposible abordar una correcta gestión de los tiempos en política; elección tras elección (28 de abril las generales y 28 de mayo las municipales, forales y europeas) llegamos de nuevo a la incertidumbre acerca de si habrá o no gobierno central.

El 23 de septiembre es la fecha señalada para clarificar tal incógnita, aunque en realidad ya antes, el martes día 17, será posible aclarar tal incógnita porque el Rey deberá, en su caso, proponer candidato y convocar el pleno del Congreso; si tales premisas no se materializan para ese día todo estará definitivamente claro. Y si finalmente llegara a haber nuevas elecciones no habrá clarificación acerca de la gobernabilidad en España hasta principios del próximo 2020. ¿Podemos permitirnos esta banalización de los plazos de ejercicio del poder político?

Entretanto el contexto económico global parece resistir todavía, pero cabe preguntarse qué sucederá cuando nos demos cuenta que la previsible recesión derivada de factores como la ruptura del multilateralismo, la vuelta a la autarquía, el bréxit, las guerras comerciales o la falta de estabilidad geopolítica dibuja negros nubarrones en nuestro futuro más próximo. ¿A quién pediremos explicaciones ante la frívola irresponsabilidad de estos líderes políticos españoles que les lleva a desatender sus obligaciones con la sociedad frente a sus intereses partidistas (y también narcisistas)?

Por si todo ello fuera poco resulta evidente que tal convulso escenario político español condiciona (haya o no haya nuevas elecciones generales) la vida política vasca: comenzaremos el último tramo de esta legislatura vasca con el pleno parlamentario sobre política general previsto para el 20 de este mes de septiembre. ¿Habrá presupuestos, podrán gestionarse en estos tiempos de zozobra política los acuerdos y los consensos que permitan avanzar y no gripar el motor de desarrollo de nuestra sociedad vasca?

Ni los factores políticos externos antes señalados ni la dimensión interna de los partidos vascos que integran la oposición permiten augurar una respuesta positiva. Llevamos meses instalados en el bloqueo por el bloqueo, con argumentos que en muchas ocasiones nada tienen que ver con la gestión del gobierno vasco: unos por maximalismos (Bildu), otros por sus importantes disensiones internas dentro de la organización (Podemos) y otros (PP, un partido muy fragmentado internamente) por la pretensión de aplicar una especie de castigo al PNV tras la moción de censura a Rajoy.

Esta tendencia de freno y frentismo ante la acción de gobierno, esta negativa a todo tipo de acuerdo se va a agudizar a medida que se acerque el final de la legislatura vasca. Es una muestra más de cómo el electoralismo se impone al ejercicio de la política en claro perjuicio del interés general que queda relegado ante el juego de intereses en presencia.

Por criticar critican hasta la ausencia de producción legislativa, cuando son los grupos parlamentarios los que deben gestionar tales acuerdos normativos. Cabe recordar que en esta legislatura numerosos proyectos de ley, los más relevantes, no han bajado de año y medio en su período de tramitación legislativa; ¿a qué se debe? a procesos parlamentarios extravagantemente dilatados, eternizados y ralentizados para en realidad pretender mostrar una aparente debilidad del gobierno.

No todo vale en el juego de la política. La sociedad acaba penalizando a quien gripa los acuerdos, a quienes rehúyen el logro de los consensos necesarios para atender los grandes retos sociales que llaman a nuestra puerta.

Y con este contexto encima de la mesa la pregunta obligada es saber cuándo seremos llamados los vascos a las urnas. Se trata de una incógnita que deberá ser despejada de forma responsable probablemente tras comprobar si los intentos del gobierno vasco dirigidos a lograr aprobar los presupuestos para el 2020 fructifican o naufragan, y si la invitación a consensuar proyectos normativos cruciales para nuestro futuro en ámbitos como el educativo es de nuevo rechazada bajo la estrategia de la confrontación, del choque y del freno que la oposición en bloque parece querer mantener inalterada.