- Las elecciones vascas y gallegas del 12 de julio no van a ser unos comicios autonómicos más para Pablo Casado. El líder del PP se juega en esta doble cita más que en cualquier otra votación y el resultado que arrojen las urnas refrendará o enmendará su modelo de partido para el conjunto del Estado español. Carlos Iturgaiz y Alberto Núñez Feijóo, los candidatos populares a presidir ambas comunidades autónomas, encarnan los dos modelos internos en disputa dentro del partido conservador que pasarán examen el 12-J: el crispado y aznarista que representa el vasco y que cuenta con el respaldo absoluto de Casado; y el moderado y centrista que proyecta el gallego. Los dos candidatos son los puntales de las dos almas del PP, dos maneras antagónicas de entender la política y el funcionamiento del partido, e incluso de concebir el país.

El 12-J servirá para confrontar el modelo que representa el perfil moderado del presidente de la Xunta de Galicia y candidato a la reelección, Alberto Núñez Feijóo, y el más duro que defiende Casado y que en Euskadi está representado por Iturgaiz. El líder del PP apostó por el veterano político vasco tras depurar en febrero a Alfonso Alonso, que se vio forzado a dimitir por coherencia. El tono moderado y de gestión del expresidente de los populares de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) y candidato a lehendakari colisionó con el manual de Casado, con la brújula mirando a la reconstrucción de la derecha tras la fuga de una parte importante de su electorado hacia Vox y, en menor medida, a Ciudadanos.

Las elecciones suponen un problema para el PP porque en Galicia se presenta Feijóo y en Euskadi se presenta Casado. El dirigente gallego presenta un perfil propio, algo separado del partido, centrado en la gestión y no en un discurso político. Además, tiene las espaldas bien cubiertas. Ha ganado las tres últimas elecciones gallegas y, según la mayoría de encuestas, va camino de ganar las cuartas, también con mayoría absoluta, lo que le hace intocable por muchas ganas que le tenga Casado. Feijóo ha tratado de labrarse un perfil centrista, frente a la estrategia de derechización de Génova, huyendo de las siglas del PP con una campaña personalista y en la que ha pedido reiteradamente al líder de su partido a nivel estatal que vuelva a situar al partido en la moderación.

La tarjeta de presentación de Iturgaiz es bien distinta. Encarna un perfil más combativo y de ataque inmisericorde al nacionalismo. Se presenta no como una referencia de gestión sino como un ejemplo moral por su combate discursivo permanente contra ETA, incluso en estos tiempos en los que la banda armada lleva más de dos años disuelta y diez desde su último atentado.

En Euskadi el PP está muy cerca de la irrelevancia, sin capacidad de reacción ante una tendencia a la baja elección tras elección desde que el propio candidato popular a lehendakari llevó a su partido hasta las cotas más altas de apoyo electoral. De aquello hace dos décadas y desde entonces el partido conservador ha ido perdiendo apoyo y presencia en la vida política e institucional de Euskadi. El propio Iturgaiz fue perdiendo peso en su partido y terminó como europarlamentario, considerado como la estación previa al retiro de los políticos veteranos. Hasta que Casado lo rescató del olvido el pasado febrero.

El líder del PP se expuso de lleno para las elecciones vascas destituyendo al que era el candidato de su partido y también líder de la formación, Alfonso Alonso, e imponiendo a un candidato propio, vinculado al sector cercano al padrino político de Casado, el expresidente del Gobierno José María Aznar.

Las urnas pondrán a prueba cuál de los dos modelos triunfa: el del palo de Casado-Iturgaiz o el de la zanahoria de Núñez Feijóo, al que le apoyan algunos barones autonómicos como Alfonso Fernández Mañueco (Castilla y León) o el mismo Juanma Moreno (Andalucía). También servirán como termómetro para medir la validez de la apuesta de coalición con Ciudadanos en la CAV. El 12-J servirá a Casado de ensayo en su intención de extender al conjunto del Estado esta alianza cuyo objetivo final es convertirse en la referencia del centro-derecha ante la amenaza de Vox. El PP vasco ahora coaligado con Ciudadanos y con guiños a los simpatizantes de Vox, busca el 12-J dar la vuelta a la tendencia descendente de votos y reforzar en Euskadi el proyecto del centro-derecha constitucionalista.

Estos cambios suponen también enterrar la nueva orientación política del PP vasco que se fijó en la conferencia política del pasado septiembre, que pivotaba sobre la moderación y el foralismo, para pasar a una estrategia centrada en el constitucionalismo, la defensa de la unidad de España y el ataque al nacionalismo vasco.

En la precampaña electoral Iturgaiz acapara y protagoniza todos los actos de la coalición, solo a veces acompañado por Luis Gordillo, el líder de Ciudadanos en la CAV y número dos en la candidatura de la coalición por Bizkaia. El histórico dirigente popular abandonó la política al ser relegado a puestos sin salida en las elecciones europeas del pasado año pero siempre dijo estar dispuesto a ayudar para lo que necesitara el partido. Desde Génova recuerdan su firmeza en los tiempos duros de ETA y sus buenos resultados electorales, ya que en 1998, cuando fue candidato a lehendakari, consiguió por primera vez que el PP fuera la segunda fuerza más votada en Euskadi.

Iturgaiz, por el contrario, esgrime un discurso duro principalmente contra el partido de Andoni Ortuzar pero también contra el PSE, con los que gobierna en coalición en las principales instituciones vascas. También apela al voto útil en un intento de atraer a votantes de Vox.

Mientras, Ciudadanos, que tiene dos puestos de salida en las listas electorales de la coalición, permanece en un segundo plano durante la precampaña. Sus candidatos no son conocidos por los vascos y su proyecto político apenas tiene respaldo en Euskadi como demuestran las últimas citas electorales.

El partido de Inés Arrimadas ha tenido que hacer cesiones importantes para pactar la coalición con el PP. Muy crítico con el Cupo y la foralidad, en el acuerdo entre ambos partidos se cita expresamente "la aceptación" del Concierto Económico vasco. Su misión en Euskadi, hacer frente a lo que denominan el "yugo nacionalista".

Por su parte, Vox, liderado por el vasco Santiago Abascal, es a día de hoy un partido residual en Euskadi, sin una implantación regional y sin apenas opciones, según las encuestas, de sacar escaños en la Cámara de Gasteiz, de ahí el llamamiento de Iturgaiz a sus simpatizantes para que aglutinen el voto en torno a su coalición.

En 2001 el PP, que reunía a todo el espacio ideológico del centroderecha estatal, consiguió 326.933 votos (23,1%) y 19 escaños en el Parlamento Vasco, y ahí empezó su descenso: en 2005 bajó a 210.614 votos y 15 escaños, en 2009 a 146.148 y 13 parlamentarios, y en 2012 a 130.584 y 10 escaños. En 2016 continuó la caída y el PP se quedó en 107.771 sufragios y 9 parlamentarios, mientras que Ciudadanos consiguió 21.477 votos y Vox 771.

Ahora, con Ciudadanos claramente a la baja sin tener siquiera un concejal en la CAV (en 2019 tuvo un 1% del voto en las municipales de mayo y un 1,1 % en las generales de noviembre), el PP busca cambiar esa tendencia y, al menos, mantener resultados, en contra de lo que indican los sondeos.

El 12 de julio se comprobará si la apuesta por Iturgaiz y por la coalición con Ciudadanos da o no sus frutos. Si mantiene o remonta su representación en el Parlamento de Gasteiz, Casado se anotará un triunfo, pero si por el contrario sigue la caída de votos será un fracaso y una amenaza para la concordia entre las distintas familias del PP, también las de la CAV.

Encuestas. Las expectativas demoscópicas de la coalición

PP-Cs son malas. La mejor de las encuestas que manejan en Génova no les da más que seis parlamentarios en la CAV, tres menos de los que ya tienen. Ello a pesar de que suma los votos de Ciudadanos, aunque la suma seguramente será resta. De ahí que Casado se esté volcando en auxiliar a un Carlos Iturgaiz, que fue nombrado candidato tras la dimisión de Alfonso Alonso, con tres visitas ya en campaña, a las que habrá que añadir otras tres.