- Antoni Bassas es uno de los referentes informativos en Catalunya. Fue locutor matinal de Catalunya Ràdio, y corresponsal en Washington. Actualmente su labor como analista y entrevistador suma peso específico dentro del diario Ara, donde compagina el periodismo escrito con el audiovisual. No descarta que el "estropicio" sea menor entre Puigdemont y el PDeCAT, aunque cree que "en cierta forma ya se ha hecho, incluso superior", con la marcha de Marta Pascal y el surgimiento del Partit Nacionalista de Catalunya. "Ya hace tiempo que esto se está rompiendo, lo que pasa es que ahora hemos tenido el crac más grande de todos".

Sorprende este proceso de partición de un espacio que durante años se podía comparar al del PNV.

-El sistema de partidos en Catalunya ya saltó por los aires hace tiempo, desde el momento que el catalanismo prácticamente en bloque se pasó al independentismo, y el autonomismo de obediencia catalana ya no tuvo representación parlamentaria, me refiero a Duran Lleida o este tipo de partidos. Después, la represión consigue parte de sus objetivos. Estamos hablando de partidos con cuadros dirigentes que están en la cárcel o en el exilio, o investigados por la justicia, o probablemente espiados desde que se levantan hasta que se van a dormir. Con lo cual, la acción política tiene limitaciones de todo tipo en donde además se mezclan las fidelidades de carácter personal que se pueden dar en los partidos con una situación anímica que ha pasado por distintas fases en Catalunya. Hubo el subidón independentista, luego la prisión y el exilio. Esto llevó a un cierto duelo que duró meses. Después vino el juicio, y la sentencia, que tuvo su explosión inédita de protesta en la calle, y luego llega la pandemia que lo modifica todo. Estamos hablando de un espacio político sujeto a unas presiones de carácter psicológico y anímico tremendas. Y después, la gran diferencia entre el espacio convergente con el PNV es que el PNV tiene 125 años. Convergència era un movimiento; Pujol consideró en algún momento llamarle Partido Nacionalista de Catalunya, pero optó por algo que le parecía más moderno e inclusivo. Un punto de encuentro, de llegada, desde distintas sensibilidades a un mismo espacio político. Un espacio tan deudor de su fundador, que era difícil pensar que una vez desaparecido políticamente Pujol, el partido podía continuar siendo hegemónico. Pero podía ser. La puntilla llega cuando se hunde la reputación de Pujol y a pesar del innegable depósito de su herencia política, no hay mucha prisa ni interés por quedarse con el cartelito de heredero, ni ideológico ni político. La prueba es que la propia Convergència se disuelve y se transmuta en el PDeCAT. Todo eso explica la explosión de un espacio que hace una década era una referencia como lo podía ser el PNV. Fue un partido sin el cual no se entiende la Transición en Catalunya.

Artur Mas era el hombre llamado a ser el sucesor de Pujol, y lo fue, hasta que pilotó el inicio del Procés.

-En efecto fue el designado por el dedazo, por utilizar ese término del PRI mexicano, lo ungieron presidente y tuvo su mérito, porque ganó tres elecciones, las dos primeras no pudo gobernar, porque el segundo, el tercero y el cuarto pactaron e hicieron un tripartito, y finalmente en 2010 ganó. Pero en 2015 tuvo que marchar porque la CUP no quiso investirlo. Mas es un personaje un poco de tragedia, porque finalmente consigue lo que tanto ha perseguido. Ahora se encuentra un poco entre la espada y la pared, porque no se ha pronunciado. Me imagino que está muy incómodo con la situación. Yo creo que él estaría absolutamente en contra de la ruptura, pero hay que entender que ha sido presidente y no quiere indisponerse con Puigdemont, que también lo ha sido, y que no solamente fue su sucesor, sino que él lo puso.

Apuntaba usted que Puigdemont va a situarse más a la izquierda que el PDeCAT. ¿Esa posición es creíble?

-Es muy interesante esta pregunta porque nos lleva otra vez al principio. ¿Convergència que era? ¿Era un partido democristiano como el PNV? No, tenía democristianos adentro, y precisamente hizo coalición con unos democristianos que eran la Unió Democrática de Duran Lleida. ¿Era un partido liberal? No, pero tenía liberales. ¿Socialdemócrata? Había socialdemócratas dentro, pero era un partido que hacía políticas sociales avanzadas, por ejemplo, todo el diseño de la sanidad pública catalana lo hizo Convergència. Ahora naturalmente, ya hace muchos años ya quedó superado por la demanda. Pero los basamentos de la autonomía y del pequeño estado de bienestar que se puede permitir la Generalitat, que no tiene los recursos del País Vasco o Navarra, los puso Convergència i Unió. Buena parte de la vida política de personajes como Puigdemont no ha basculado alrededor del eje izquierda derecha, sino del eje nacional. Puigdemont explica que él siempre ha sido independentista, porque quería arrastrar a Convergència al independentismo. Cuando digo que estará más a la izquierda es porque creo que realmente es en este sentido una persona más abierta.

La duda es qué va a pasar en el PDeCAT, el Partit Nacionalista de Catalunya y el partido de Puigdemont.

-Aún no se sabe qué va a pasar, porque a pesar de que Puigdemont funda su partido, y no quiere que se pudra más el problema de la relación con el PDeCat. Lo hace también yo creo como suele pasar en las negociaciones: a veces para que te crean tienes que dar un ultimátum o un puñetazo encima de la mesa. Y esto es lo que ha hecho Puigdemont. ¿Por qué se lo puede permitir? Porque sabe que él levanta el dedo y tiene miles de votos detrás. ¿Los mismos que el 21 de diciembre de 2017 en las elecciones autonómicas que convocó Rajoy bajo el 155? Yo creo que no, que ya no estamos en 2017, ni bajo el impacto del exilio y la prisión. La pandemia ha modificado las prioridades de algunos votantes, aunque no hayan dejado de ser independentistas. En todo caso, Puigdemont sabe que tiene mucha fuerza electoral, incomparablemente más él solo, su nombre y lo que representa, que la que pueda tener el PDeCAT, que es verdad que como continuación de Convergència, tiene mucha implantación territorial. Hay cantidad de cuadros medios del partido, de alcaldes o concejales que ahora se plantean con quien ir, porque tampoco aprecian mucha diferencia entre los dos. Por eso, yo creo que en las próximas semanas vamos a ver ejercicios de decantación. He hablado con gente, incluso con presos políticos, que me dicen que entienden que Puigdemont haya dado el puñetazo sobre la mesa, pero que ellos van a estar negociando hasta el último momento. Veremos si llegan a un acuerdo para continuar juntos y ser coalición, porque todo el mundo es consciente que las divisiones y atomizaciones penalizan en las urnas.

Una coalición que cambiaría las proporciones de la de 2017, pero similar.

-Si fuese coalición, porque esto nadie lo sabe, pero todo es posible ahora mismo. Creo que aquí el que tiene más que perder a la corta es el PDeCAT, porque Puigdemont es un adversario electoral temible. Luego, está la cruda realidad, es decir, a pesar de que él pueda ir en las listas, él no podrá ser presidente de la Generalitat. Tendrán que buscar un candidato o candidata efectivo.

En 2017 la hipótesis del retorno pudo influir.

-Ahora no, saben perfectamente que no va a poder volver, pero podrá hacer campaña. También la podrá hacer Oriol Junqueras. Eso también es verdad. Pero bueno, un Puigdemont en acción siempre es un adversario electoral importante.

A la vista de lo que está ocurriendo, ¿el movimiento de Marta Pascal no es precipitado?

-No lo sé, tengo la impresión de que el Partido Nacionalista de Catalunya tendrá que trabajar muchísimo. Puigdemont es una marca muy consolidada y Esquerra Republicana también. Eso de que en el PNC hay independentistas y los hay que no lo son, es una idea muy interesante en una Catalunya normal, pero en una Catalunya aún sometida a la convalecencia del Procés, y aún con presos políticos y exiliados, no es muy atractivo. Es muy cerebral y racional. Creo que es un estímulo más para que la ruptura entre el PDeCAT y Puigdemont sea lo menos gravosa posible para ambas partes.