a serie de Alex de la Iglesia "30 monedas" (guión escrito junto a Jorge Guerricaechevarría) desarrolla una idea transgresora y muy perturbadora. La existencia de una especia de secta, los Cainitas, que como antítesis del cristianismo representan el mal que da sentido al bien. Una imagen en negativo, un universo moral paralelo. En sus ocho capítulos, de impresionante narrativa visual, asistimos al intento de los perversos por conseguir la última de las 30 monedas de plata por las que Judas Iscariote traicionó a Jesús para entregarlo a los romanos. Es la que queda por coleccionar al cabo de muchos siglos de búsqueda, la que finalmente les permitirá disponer de un poder inmenso, el mayor distintivo de la maldad perpetrada contra Dios hecho hombre. Las circunstancias hacen que tal reliquia se encuentre en el pueblo de Pedraza, donde se librará la batalla final entre las fuerzas maléficas y algunos aturdidos lugareños. Como en "El día de la bestia", el cura es el héroe.

Si 30 monedas había que colectar para que el mal imperara sobre el bien, 30 fichas son las que el Gobierno ha mandado a Bruselas para explicar las 170 reformas que prevé desarrollar ligadas al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Comisión Europea. O, lo que es lo mismo, todo lo que tendremos que hacer para poder acceder a los fondos económicos del programa Next Generation EU, por los que suspira la economía pública y privada de este país. Podría dedicar el resto del artículo a comentar qué pinta tienen esas reformas, pero es imposible. El documento lo conocerán allá arriba, pero ni se ha publicado en España ni, por descontado, ha pasado por las Cortes. Ningún medio ha accedido a él, y apenas es posible imaginar por donde irán unas líneas políticas que van a marcar nuestro futuro en los próximos años. La Comisión quiere recibir planes específicos, con objetivos mensurables vinculados a fechas de ejecución, porque es la manera que tendrá de medir si el país avanza en las reformas prometidas y, en ese caso, sólo en ese caso, transferirá el dinero. Que dentro de lo que se ha mandado a los socios comunitarios hay lo que socialistas y comunistas llamarían en otras circunstancias "recortes", nadie lo puede dudar. Una buena parte de las ayudas europeas son préstamos que se deberán reintegrar algún día, y la primera garantía que se nos va a exigir es la de poner orden en unas cuentas públicas que llevan bastantes años sangrando sin remedio. No está el panorama europeo para muchas bromas, con elecciones este año en Alemania y Países Bajos, lugares donde los electores agradecen escuchar mensajes de dureza para con esa Europa del sur a la que, no sin razón, se atribuye mucha displicencia en relación con las finanzas públicas. Que el Gobierno no haya publicado todavía el documento enviado confirma la peor de las sospechas: intentarán contar una cosa a la Comisión y otra distinta a la gente de por aquí. Lo que allá será presentado como ajuste responsable, aquí se publicitará como sostenibilidad inclusiva con perspectiva transgeneracional y de transición digital y ecológica para no dejar a nadie atrás. O cualquier basura semántica parecida.

Decía que el Gobierno había mandado esa 30 fichas, pero no es del todo verdad. Lo que envió al principio fueron sólo 28, y reservó las correspondientes a la reforma laboral y las pensiones hasta aclararse con el asunto. Como los Cainitas de la serie que no encontraban la última moneda, la de la solvencia del sistema de Seguridad Social se les atragantaba. Escrivá, ministro del ramo, se sabe los números y había ideado la manera de sanear sin que se notara mucho: aumentar los años de cotización, lo que devaluará las pensiones a medio plazo, pero suavemente, como la cocción de una rana viva. Podemos empezó a leer titulares que advertían del recorte, y maniobró como ellos saben para impedir el cambio. El resultado es que todo un Ejecutivo se muestra incapaz de tomar una decisión en el asunto más relevante para el futuro del país que tiene sobre la mesa, en el que debería mostrar mayor altura de miras. Y lo peor no es solo eso. El asunto de las pensiones se está tratado a gritos por los ministros, como desvelan informaciones fiables, y como se vio en el último capítulo de "30 monedas" entre los Cainitas. A ver si encontramos a un padre Vergara que nos arregle esto.

El Gobierno intentará contar una cosa en Bruselas y otra distinta a la gente de por aquí con cualquier basura semántica

El Ejecutivo se muestra incapaz de tomar una decisión en el asunto más relevante para el futuro

del país: las pensiones