- Países Bajos votó ayer en la segunda jornada anticipada de las elecciones legislativas para elegir parlamento y Gobierno, en unos comicios polarizados y con caras conocidas buscando, sin éxito, hacer sombra al liberal Mark Rutte, que aspira a su cuarto mandato consecutivo desde 2010, aunque necesitará formar un Gobierno de coalición.

Rutte se ha perfilado como un gestor de crisis durante la pandemia, pero también como la mejor y única opción disponible para los neerlandeses, algo que se ha ido reflejando en las encuestas publicadas desde marzo del año pasado, que le mantiene con diferencia como el partido más grande del Parlamento, aunque nunca con mayoría suficiente para gobernar solo.

Su formación, el Partido Popular por la Libertad y la Democracia, obtendrá entre 37 y 41 de los 150 escaños que tiene la Cámara de los Diputados, un dato que se ha ido reduciendo en la última semana, pero que sigue suponiendo una victoria para los liberales, frente a los 33 diputados que tienen ahora, lo que muestra que las restricciones a la libertad de movimiento, el cierre de la hostelería desde octubre o el toque de queda vigente desde enero no pasarán factura a su gobierno.

"Rutte perdía en las encuestas antes de la pandemia. Los votantes conservadores coqueteaban con el nuevo partido de extrema derecha, Foro para la Democracia (FvD), pero cuando salió a la luz que albergaba a racistas y luego adoptó teorías de la conspiración sobre la covid y las vacunas, la mayoría de los votantes de derechas volvieron a casa con Rutte", explica el politólogo Nick Ottens.

Sin embargo, el partido del ultraderechista Geert Wilders se posiciona en las encuestas para las legislativas del 17 de marzo como el segundo más grande del Parlamento, aunque condenado a liderar la oposición ante el rechazo de las demás fuerzas políticas a su campaña, que exige cerrar mezquitas, prohibir el Corán y abandonar la Unión Europea (UE).

Entrevistar a Wilders es prácticamente misión imposible, selecciona con cuidado incluso a la prensa local con la que quiere hablar, y los detalles de sus ideas se han dejado entrever solo en los debates electorales que organizan los medios neerlandeses, donde se ha enfrentado verbalmente a Rutte, a quien considera su principal rival.

Más allá, se comunica únicamente por Twitter, donde bloquea a periodistas y descarga su rechazo a la inmigración, que considera una amenaza a los valores neerlandeses, y a la UE, por una cuestión de soberanía nacional, porque dice que derrocha dinero y "regala" impuestos de los neerlandeses a "pozos sin fondo" como los países del sur.

Su retórica es la misma desde que fundó en 2006 el Partido por la Libertad (PVV). Su tajante rechazo a que pueda haber un debate sobre la posible incorporación de Turquía a la UE le hizo entonces hacer las maletas, marcharse del grupo liberal VVD, y poner en marcha su propio partido, que hoy en día ocupa veinte escaños, el segundo más grande de la Cámara de los Diputados.

Los líderes de los partidos más grandes no están dispuestos a permitir que Wilders pueda sacar adelante sus planes y en su mayoría han optado por marginarlo, descartando sentarse a la mesa de negociación con él, sean cuales sean los resultados de las elecciones.

Por su parte, Rutte ha vuelto a descartar una coalición con Wilders, aunque dijo que "podría arreglarlo" disculpándose por "esos pasajes ridículos" de su programa electoral, algo que Wilders rechaza.

Talante negociador de Rutte. Primer ministro de Países Bajos desde 2010, ha mostrado en sus tres legislaturas su disposición a negociar con todo el espectro político, a excepción de la ultraderecha. Primero gobernó con los democristianos (CDA) y el apoyo táctico de la ultraderecha de Wilders, después con los socialdemócratas (PvdA), y la actual coalición tiene a los liberales con CDA, progresistas D66 y Unión Cristiana.

El politólogo Nick Ottens asegura que la política de pactos de Rutte, "con la izquierda y la derecha, decepciona a los ideólogos, pero tranquiliza a la amplia mitad del electorado, que busca un gerente pragmático y fiable".