ran las 21.48 horas del 27 de marzo de 1961. Inspectores del Cuerpo General de Policía, junto a guardias civiles y números de la Policía Armada, se apostaron frente a la gasolinera de la cuesta de Miraflores, en Bolueta, a la entrada de Bilbao. Tras detener a un Peugeot 403 de color claro y matrícula francesa, y abrir sus puertas, los agentes dispararon contra sus ocupantes y huyeron del lugar seguros de que habían acabado con la vida de Julen Madariaga, José Mari Benito del Valle y Manu Agirre. Pero quien falleció fue Javier Batarrita Elexpuru, de 33 años. José Antonio Martín Ballesteros se debatió entre la vida y la muerte y el jefe administrativo Fernando Larizgoitia resultó ileso, víctimas todos ellos de lo que se denominan abusos policiales. El Instituto Gogora recuerda hoy, en el 60 aniversario, al asesinado, a la postre la primera víctima del llamado conflicto al quedar demostrado que no lo fue ni la niña Begoña Urroz (1960) ni tampoco José Pardines y Txabi Etxebarrieta (1968). Con el reconocimiento de Lakua y el Ayuntamiento de Bilbao a través del Foro por la Paz de Bilbao, al acto asistirá su hijo, Javier Batarrita Gaztelu, que entonces tenía solo nueve meses y que se desmarca de la "guerra del relato" para resumir: "Ni perdón ni explicaciones, solo dijeron que fue un error y que teníamos que perdonar como buenos cristianos".

49 trozos de plomo se incrustaron en el cuerpo del joven industrial, representante de Lube, marca de motocicletas de Lutxana, y conocido por sus actividades dinamizadoras del ciclismo, su gran afición. Tras realizar unos trámites en su empresa, retornaba de Gasteiz. Una "ejecución extrajudicial", como lo cataloga el dictamen de la Comisión de Valoración del Gobierno vasco que reconoció a Batarrita como "víctima de violación de derechos humanos producida en el contexto de la violencia de motivación política". Pero la cuestión trasciende de esta atmósfera. "Lo que pasó fue la muerte de una persona fruto del ejercicio de la violencia ilegítima de funcionarios públicos. Luego no sé qué tesis es la real: si se equivocaron al buscar un comando de ETA, o si erraron sin más tras una denuncia por parte del vigilante jurado de una empresa que sospechó de un vehículo", relata el hijo. Al día siguiente del suceso, Ibáñez Freire, gobernador de Bizkaia, alumbraba una nota en la que se anunciaba la "versión oficial": "Las fuerzas de policía habían recibido una notificación de Vitoria comunicando que un vehículo con idénticas características al del Sr. Batarrita llevaba a tres terroristas armados. Por error de vehículo, se ha escapado un disparo y hay que lamentar un muerto y un herido grave". En realidad fueron 49 impactos.

Las fuerzas franquistas solo volvieron para borrar las huellas sin preocuparse por las víctimas. La viuda acudió a Basurto, cercado por una treintena de policías, donde no le informaron sobre lo ocurrido ni del estado de su marido, y ni mucho menos que estaba muerto. Acabó detenida en la comisaría de Indautxu. La prensa de la época cumplió su papel. "Es humano errar aunque los yerros tengan a veces tan dolorosas consecuencias", escribió El Correo Español. El poder judicial, también. Diez policías serían juzgados y el resultado fue la absolución por haber apreciado el tribunal la eximente completa de responsabilidad motivada por actos fundados en "la obediencia debida". Años después se supo por manifestaciones de un allegado del entonces presidente del tribunal, de "la tremenda desazón que produjo al juez, y el serio cargo de conciencia" al someterse a presiones gubernativas.

"En las periciales dijeron que el primer disparo provenía del guardia civil que les echó el alto. En el escrito de acusación, y en el fallo, que era imposible determinarlo", narra Batarrita Gaztelu, que tiene claro que "la voluntad de los jueces es que no hubiese condenas". Los policías fueron trasladados con mayor sueldo y escala. Como señala el hijo, además de las víctimas de ETA, ha habido cientos con las que existe una deuda. "El resto hemos parecido siempre un añadido". Batarrita era nieto de un concejal nacionalista del PNV en tiempos de la República, pero fue asesinado porque le confundieron con la incipiente banda armada. Nunca nadie les pidió perdón.

"La voluntad judicial fue que no se les condenara; nos dijeron que fue un error, que perdonáramos como buenos cristianos"

"Al margen de la guerra del relato, los que no somos víctimas de ETA parecemos un añadido"

Hijo de Javier Batarrita Elexpuru