l pasado fin de semana, el sector crítico de Eusko Alkartasuna -liderado por Maiorga Ramírez y con el respaldo de Carlos Garaikoetxea y Manuel Ibarrondo, entre otros- denunció "marginación" de EA en el seno de EH Bildu y reiteró la petición de celebrar un congreso del partido "sin afán rupturista", pero con el fin de recuperar la idea original de la coalición soberanista frente a la "vocación fagocitadora" de Sortu. Aunque estos críticos, de entrada, no caminan en la senda de la escisión ni esta opción parece tener cabida en su horizonte próximo, EA ya tuvo que sufrir en sus propias carnes el desgarro de una buena parte de su militancia en Gipuzkoa y lo cierto es que Eusko Alkartasuna se ha visto históricamente marcada por la necesidad de definir, y la dificultad de concretar, el papel a jugar y el espacio a ocupar por el partido en el nacionalismo vasco.

Desde su mismo nacimiento -se presentó en Donostia en octubre de 1986 y en abril de 1987 se llevó a cabo al congreso constituyente- el partido fundado por Carlos Garaikoetxea ha estado mediatizado por la idea de marcar perfil en el abanico del nacionalismo vasco. Pero hoy sigue contando con militantes proclives a tender puentes de unión con el PNV, con otros que se sienten cómodos en su actual estatus dentro de EH Bildu y con quienes, sin poner en duda el papel de la coalición soberanista, sí que se cuestionan el propio espacio de la formación al considerar que están siendo fagocitados por la izquierda abertzale.

Hay que retrotraerse poco más de una década para encontrar esas primeras turbulencias. En las elecciones autonómicas de 2001, y ante el peligro de la unión PP-PSE en lo que denominaron "frente constitucionalista", EA y PNV concurrieron juntos a unos comicios en los que lograron un rotundo éxito con 33 parlamentarios (7 de ellos de EA). Repitieron candidatura en 2005 y lograron 29 asientos (EA mantuvo sus 7 parlamentarios). Sin embargo, en las autonómicas de 2009, Eusko Alkartasuna decidió ir en solitario y sufrió un varapalo al obtener un único parlamentario.

Tras este fracaso, la corriente crítica, mayoritaria en Gipuzkoa y liderada por Iñaki Galdós, abandonó el partido aduciendo diferencias irreconciliables con la dirección. Según denunciaron, hubo decisiones "tomadas en foros no oficiales del partido" de las que habían sido "excluidos". Además, criticaron "el constante declive electoral de EA" que, a su juicio, se debía a "una deriva estratégica que el electorado no solo no ha entendido sino que ha castigado de manera clara". Criticaban también el acercamiento de EA a la izquierda abertzale.

Estos críticos se salieron de EA y fundaron Hamaikabat, partido que se presentó a las elecciones forales y municipales de mayo de 2011 en las que solo obtuvieron 12 concejales en Gipuzkoa. A finales de julio de ese año, se disolvieron.

Joxean Rekondo, exalcalde de Hernani por EA y posteriormente juntero de Hamaikabat, cree que hace diez años ya se veía la deriva a la que se encaminaba el partido. "Entonces tomamos una decisión y punto. Pero éramos conscientes de que la izquierda abertzale se acercaba a EA por la necesidad de encontrar un barniz democrático que le permitiera su legalización. Y ese barniz democrático era EA y, sobre todo, Carlos Garaikoetxea, quien siempre había estado frente a la violencia", señala.

Desde 2011, EA está en EH Bildu, primero en coalición con la izquierda abertzale, Aralar y Alternatiba. A partir de 2017, en su congreso de refundación, EH Bildu dejó aparcada su estructura de coalición para asemejarse más a la de un partido tradicional con un coordinador general, Arnaldo Otegi, y una dirección, en su mayoría procedente de la izquierda abertzale.

Tras la dimisión de Pello Urizar, clave en la integración de EA en EH Bildu, y con Joseba Gezuraga transitoriamente al frente del partido, se activó el proceso de primarias, ya que hasta entonces el líder de EA era elegido en el Congreso.

De cara a esas primarias, establecidas para finales de 2019, ser candidato precisaba la presentación de 50 avales y, asimismo, de acuerdo con el reglamento, eran necesarios un mínimo de 5 avales en cada una de las cinco organizaciones territoriales. Dos eran los candidatos: la oficialista Eva Blanco y el líder del sector crítico, el navarro Maiorga Ramirez. Aunque Ramirez presentó 400 avales por 60 de Blanco, la Comisión de Organización Electoral (COE) invalidó su plancha. En Iparralde hay pocos afiliados y el navarro presentó 7 firmas pero, según la COE, cinco de ellas no eran aceptables por diferentes irregularidades. Así las cosas, dio por buena la plancha de Blanco y tumbó la de Ramirez. El asunto acabó en los tribunales por el recurso presentado por los críticos y en julio del pasado año los jueces fallaron en su contra.

El sector crítico de EA, sin embargo, mantiene sus discrepancias con la dirección y reitera su petición de un congreso "sin afán rupturista" pero que permita recuperar la idea original de la coalición soberanista frente a la "vocación fagocitadora" de Sortu. Según denunciaron en un manifiesto, la "apropiación partidista" que está realizando Sortu de EH Bildu resulta negativa tanto para EA como para la propia coalición, que se ve "reducida a los condicionamientos de una izquierda abertzale histórica, condicionada por su pasado y su radicalismo ideológico".

Por ello, reiteran su demanda de que EA celebre un congreso "con la finalidad de revertir esta situación". Rekondo cree que los críticos pueden forzar este congreso y que en el mismo tienen muchas opciones de ganar. "¿Pero luego qué? ¿La dirección de EH Bildu les va a dar más protagonismo? Tengo mis dudas", señala, al tiempo que tampoco les ve uniéndose al PNV. "No, eso no. Seguirán su camino". La pregunta es hacia dónde les va a llevar.

La anulación de la plancha de Maiorga Ramirez abrió una brecha en la formación hasta el punto de llevar las diferencias a los tribunales