Joaquim Bosch (Cullera, 1965) tiene un discurso muy ordenado como reflejo de su dedicación. Esa estructuración de ideas se percibe también en el ensayo que ha publicado con Ariel. Dice que su libro forma parte de un nuevo contexto de "respuesta ciudadana crítica ante la corrupción y de búsqueda de soluciones".

"El franquismo institucionalizó por completo la corrupción". A veces se olvida.

-La dictadura franquista cumplió todas las pautas en materia de corrupción, porque no había elecciones libres, libertad de información, de expresión, tribunales independientes... y por eso la corrupción se instaló en todos los rincones del régimen, afectó al propio dictador, a familiares suyos, a muchos ministros y altos cargos militares, a cargos intermedios y de carácter municipal durante cuarenta años, en un momento de amplia expansión del Estado. Era imposible que una corrupción tan generalizada no dejara secuelas para el futuro.

También en buena parte de la sociedad. Faltó y falta más cultura política democrática.

-Lo que más llamó la atención a intelectuales exiliados cuando volvieron a España es la mentalidad social que se había generado de acatamiento a los abusos de poder y de aceptación normalizada de la corrupción. En un estudio de finales de los ochenta de la entonces Comunidad Económica Europea, se sorprendían de que España era el único país europeo que no ponía la honradez como la primera virtud de los políticos, porque había una asimilación de que era normal que los cargos públicos pudieran robar cuando ejercían sus funciones. Pero creo que es positivo que en las dos últimas décadas, en todas las encuestas del CIS, la ciudadanía ponga entre los tres principales problemas del país la corrupción. Hemos ganado en concienciación ciudadana.

Apunta que en la Transición la lucha contra la corrupción quedó un tanto postergada.

-La Transición fue pilotada por dirigentes del franquismo. De los últimos 50 ministros de Franco, la mitad continuaron en política en democracia. La otra mitad pasó a los consejos de administración de las principales empresas del país. El primer parlamento democrático de 1977 tenía 110 parlamentarios que eran antiguos cargos del franquismo, y se incorporó sin oposición a la administración pública a las decenas de miles de empleados del Movimiento Nacional y de los sindicatos verticales del franquismo. Si el posfranquismo no hubiera llegado en una posición de superioridad a la Transición, no hubiera podido imponer estos elementos de continuidad. Está claro que la oposición antifranquista no pudo evitar esas continuidades.

¿Hay una clase empresarial en la que se han mezclado política e intereses económicos de una manera distinta a otros países europeos?

-Esto tiene origen también en la dictadura, por un lado con los monopolios a favor de empresarios que habían financiado el golpe de Estado y los costes de la guerra. Por ejemplo, Franco en la posguerra les concedió la posibilidad de regular públicamente el sector eléctrico, lo que puede parecer sorprendente, que empresas privadas decidieran la legislación estatal en la materia. Algo que en gran parte se mantiene en algunos aspectos importantes. Esto pasó con muchos otros ámbitos. A Franco le gustaba repetir, y así ha quedado documentado en las memorias de personas cercanas al dictador, que era normal que los vencedores de una guerra luego se repartieran los beneficios de la victoria. Era habitual que los ministros y otros cargos del franquismo pasaran a las grandes empresas y que empresarios pasaran a altos cargos de la dictadura. Hay dos datos muy esclarecedores.

Cuéntenos.

-Al morir Franco, todas las grandes empresas del país tenían excargos de la dictadura en sus consejos de administración. Diecisiete años después, cuando se crea el Ibex, en 1992, las veinte principales empresas del país tenían antiguos dirigentes de la dictadura. En democracia se recibió con los brazos abiertos a los antiguos cargos políticos de la dictadura, y hubo una continuidad clara en el ámbito empresarial.

Cuenta que Torcuato Fernández-Miranda bromeaba en privado diciendo que la reforma era como una obra de teatro, con un empresario (el rey), un autor (él mismo) y un actor principal (Adolfo Suárez). La frase es tremenda.

-Es muy cierta cuando se pronuncia, pero luego hubo cambios. Digamos que Adolfo Suárez se liberó del guion marcado, y fue mucho más allá de las pautas de una Transición que se quería controlada por los principales sectores empresariales y políticos del país. Eso al propio Suárez no se lo perdonaron, y en gran parte el Golpe de Estado del 23-F arrancó contra él y configuró determinadas lecturas de la Transición de idealización y de silencio sobre lo ocurrido. ¿Por qué un año y medio después de ganar unas elecciones se acaba forzando a Suárez a dejar el cargo, incidente único en la historia de nuestro país? En el libro intento demostrar con datos que no son ciertas las idealizaciones de la Transición. En primer lugar, las partes no llegaron en igualdad de condiciones, los dirigentes del posfraquismo lo hicieron con una gran ventaja, y la oposición antifranquista tuvo que adaptarse a la hoja de ruta que había sido marcada. Por otro lado, la Transición fue una etapa de enorme violencia policial y de grupos de extrema derecha. Las fuerzas de seguridad y las bandas de extrema derecha asesinaron a cerca de 250 personas, cincuenta al año, una a la semana. Hubo muchos intentos de golpe de Estado, están acreditadas cientos y cientos de cargas policiales contra manifestaciones pacíficas, y el Tribunal del Orden Público estuvo trabajando intensamente hasta su disolución a principios de 1977. Es decir, que toda la presión y la violencia institucional iba contra los dirigentes antifranquistas. Fue un periodo muy complejo que imposibilitaba cuestionar los crímenes de la dictadura y la propia corrupción del franquismo, porque se estaban realizando grandes pactos de Estado con dirigentes.

Adolfo Suárez colisionó con Juan Carlos I, y murió guardando silencio. Un libro sobre Manglano ha afirmado que el rey dio un millón de dólares a Suárez tras la dimisión.

-Desconozco la veracidad de este dato. Sí tengo la convicción de que las dinámicas de la Transición que desembocaron en última instancia en el 23-F, llevaron a un cierre de filas de las principales fuerzas políticas, por un lado para disimular las razones que habían llevado a la renuncia de Suárez y al propio estallido del 23-F. No olvidemos que el ideólogo del golpe fue Alfonso Armada, que había estado negociando con las principales fuerzas políticas una moción de censura, según ha quedado acreditado. Ahí hubo implicación de las fuerzas políticas, pero además, de los empresarios y otros sectores importantes del país. Con la sentencia del 23-F, que condenó a Armada como ideólogo del golpe, quedaban en una situación muy incómoda quienes habían coqueteado de alguna manera con una posibilidad de dudosa constitucionalidad, porque un militar en activo tenía prohibido participar en actividades políticas. Este fue el cierre de la Transición, con hechos muy complejos que tienen poco que ver con el discurso idílico que se ha acuñado oficialmente. Eso también explica que hubiera una especie de pacto de no agresión en temas de corrupción.

Por ejemplo...

-Desde el minuto uno hay financiación ilegal. La primera ley de partidos políticos prohíbe aportaciones del extranjero, y hoy sabemos datos que indican que hubo intervención del entonces jefe del Estado para aportar dinero para UCD desde Arabia Saudí y desde Irán, pero también partidos como AP o el PSOE tuvieron aportaciones económicas desde Alemania. Hubo ya casos de corrupción en esos años, pero no formaron parte del debate público.

Observa un punto de giro a finales de los ochenta . Queda en el recuerdo el rosario del último tramo del felipisimo, del 93 al 96.

-El estallido de casos de corrupción de principios de los noventa se refiere a hechos que ocurrieron a principios de los ochenta. Tanto Juan Guerra como Luis Roldán, como muchos otros casos. Elementos de continuidad, que cuando se rompió esa tregua tácita, acabaron desgastando al Gobierno de Felipe González, lo que explicó quizás la victoria de José María Aznar.

Un triunfo que vino con la bandera de la regeneración que el tiempo desmintió. Tal vez se generó una idea de la política incorregible.

-Hay elementos de continuidad muy importantes de la corrupción del franquismo que pudieron haber sido cortados por los principales partidos. Por ejemplo, los pelotazos en el litoral y la corrupción vinculada al turismo, las promociones de viviendas y los tratos de favor a determinados constructores, la facilidad para adjudicar grandes obras públicas... Las redes clientelares del franquismo, cuando llegó la democracia, pasaron a ser las redes de los principales partidos. Allá donde antes hacía falta cercanía al Movimiento Nacional hizo falta proximidad a los principales partidos. El sistema democrático pudo haber cortado con esas prácticas y haber cambiado las leyes, pero o no se reformaron o se reformaron mal, y por eso continuaron las mismas formas de corrupción. La muestra más clara de ese aprovechamiento es lo que tardaron en regularse cuestiones como la financiación de los partidos políticos. En 1995 se aprobó el Código Penal de la democracia, pero no se reguló el delito de financiación ilegal, cuando era el momento idóneo para hacerlo. No hubo voluntad política; hasta 2015 no hubo un delito de financiación ilegal, y lo mismo pasó con una serie de reformas. Por eso me gusta repetir que con voluntad política suficiente, la corrupción habría acabado hace décadas.

¿Cuáles son las características de la corrupción en este siglo?

-Los problemas se agudizaron por las circunstancias económicas que nos han acompañado estas últimas décadas. En primer lugar, por cambios en la legislación urbanística, que favorecían mucho más los pelotazos y las mordidas. Por otro lado, por la entrada en el euro, que hizo aflorar muchísimo dinero negro. Y en tercer lugar, por cambios en las actuaciones bancarias, que de manera irresponsable permitieron fluir muchísimo dinero y la financiación de muchos proyectos de enorme envergadura. Todo eso, en unas estructuras donde era muy fácil adjudicar contratos, modificar territorios urbanísticamente, provocó un incremento espectacular de la corrupción. Todavía continuamos bajo las secuelas de esa etapa. Hubo un cierto freno con la crisis económica que obviamente dificultó la financiación de proyectos y los grandes movimientos de dinero.

“Me iba indignando mientras escribía el libro”

Ha rastreado el baile de nombres que pasaron de la política a la gran empresa.

-Confieso que me iba indignando mientras iba escribiendo el libro y conocía más datos. El tema de las puertas giratorias también es un caso claro de continuidad con la dictadura, en la que era muy habitual estos viajes de ida y vuelta. No olvidemos que el 40% de los ministros y presidentes de Gobierno de la democracia han utilizado la puerta giratoria. Y como regla general sin experiencias empresariales y profesionales previas que justifiquen esos fichajes con sueldos desorbitados. Si no se paga la experiencia empresarial o profesional, está claro que lo que se paga son las relaciones personales, y ahí hay dos aspectos muy preocupantes. El primero, si el político ha dado algún tipo de trato de favor a la gran empresa para que lo fiche posteriormente. Y el segundo, si cuando se está fuera del Gobierno se utilizan esas relaciones obtenidas para beneficiar a una gran empresa en perjuicio de los intereses generales, y por tanto estas cuestiones deberían regularse de otra forma.

La corrupción penaliza seriamente la imagen y las posibilidades de España en Europa...

-Cuando el Tribunal de Cuentas Europeo dice que las autopistas españolas han costado el doble que las alemanas es lógico que en nuestros países vecinos se pregunten cómo es posible que ocurran estas cosas. Claro que tenemos serios problemas estructurales que deben resolverse con medidas de prevención para evitar que sea tan fácil corromperse: la creación de infraestructuras éticas, la protección de los denunciantes de corrupción, unos partidos más democráticos y más transparentes en su gestión económica, y sistemas más sólidos en los organismos de control y en la separación de poderes. El problema es que muchas de estas medidas pueden colisionar con los intereses de las cúpulas dirigentes, porque pueden limitar su espacio de poder.

Su libro se titula La patria en la cartera. Muy bien escogido.

-Ha sido una constante en la historia de España, ya en el siglo XIX algunos de los grandes próceres del país hacían grandes exaltaciones a España y a la patria mientras en realidad estaban desviando el dinero a su cartera. En el franquismo estas exaltaciones llegaron a sus máximos niveles con conductas corruptas ampliamente extendidas en todos los sectores del régimen, y esto ha continuado en democracia.