Tras el terremoto que ha sacudido el PP, las piezas buscan recolocarse. Salen Casado y su mano derecha, Teodoro García Egea, y entra el gallego Alberto Núñez Feijóo, que trae consigo una cúpula rescatada del marianismo para reconstruir el partido. Y por el medio quedan todos esos hombres y mujeres de aparato que se han quedado en tierra de nadie, que sirvieron a la anterior dirección hasta el último momento y que, caído el jefe, quieren seguir en la pomada con el próximo que venga.

En ese grupo está la navarra Ana Beltrán, presidenta del PP foral, vicesecretaria de Organización y diputada por Madrid, que ha pasado en menos de dos semanas de ser la última casadista a dar la bienvenida a Feijóo.

Pero puede que el cambio de adhesión no sea suficiente: su designación a dedo por parte de Casado; su estrechísima colaboración con García Egea; la dimisión de otros miembros de la cúpula; la llegada de otro equipo organizador; y su delicada situación interna en Navarra -con Del Burgo pidiendo directamente su dimisión- cuestionan el papel que Beltrán pueda desempeñar en la nueva etapa del PP.

Beltrán sabe que si un día llegó a ser la número 3 del PP -nada menos- es gracias a Casado, que la rescató para la capital cuando la coalición Navarra Suma le cerró las puertas aquí. Fue, junto con Pablo Montesinos y Antonio González Terol, una de las personas que participó de ese paseíllo de retirada que protagonizó Casado tras su último discurso en el Congreso.

Las crónicas madrileñas elogiaban su fidelidad y reproducían sus declaraciones en la Cope: "Estoy atónita, le han ido abandonando [a Casado] uno a uno". Ya se sabía que Casado estaba muerto políticamente, así que Beltrán hacia equilibrismo dialéctico para mostrarse leal a Casado y al mismo tiempo apoyar al próximo.

No es ni más ni menos que lo que ha hecho la inmensa mayoría del partido. Pero en su caso es especialmente llamativo por la posición que ocupaba.

Casado y Egea, como es obvio, están achicharrados. También otros miembros de su cúpula: Montesinos, diputado por Málaga y vicesecretario de Comunicación, ya ha dicho que se va.

Y mucho se ha hablado de la continuidad de Fran Hervías, el alto cargo de Ciudadanos que fichó Egea para la dirección. Su caso señala directamente a Beltrán, porque según cuenta El Mundo, el puesto de Hervías está ligado a la vicesecretaría de Organización.

Como parte del búnker de Egea, la continuidad del exciudadano está bastante en entredicho. Se dice que no tendrá otro remedio que dejar el partido en el momento en el que Beltrán se marche. Es decir, que por los foros madrileños ya se da por hecho que la navarra terminará marchándose.

FEIJÓO LLEGA CON OTRO EQUIPO

Hay más motivos que cuestionan a Beltrán: Feijóo llega con otro equipo. Recupera a Esteban González Pons para organizar el congreso. Los fontaneros, según publicó esta semana El Mundo, serán otros: Juan Carlos Vera, Bermúdez de Castro o Marilar de Andrés. Cuca Gamarra, la portavoz que nombró Casado cuando se le rebeló Cayetana Álvarez de Toledo, sí va a seguir: pilotará el grupo parlamentario y, a priori, cuenta con todos los vicesecretarios -y eso incluye a Beltrán- hasta el congreso. Pero está claro que el gallego conformará su propio equipo cuando llegue a la dirección.

Con Casado y Egea defenestrados, los casadistas en retirada o reciclados, y una nueva dirección en ciernes, el último asidero al partido que le queda a Beltrán es Navarra. Podría apelar a su condición de presidenta de la agrupación regional para mantenerse en el partido, al menos hasta la vuelta del verano -cuando toca congreso-. Poner tierra de por medio puede que no sea una estrategia válida teniendo en cuenta que en Navarra tiene dos incendios.

El primero es estatutario y lo publicó este periódico en abril de 2021: mientras Beltrán siga siendo diputada, no puede presidir el partido a nivel regional. Lo prohiben los estatutos del PP y es algo que recordó el histórico Jaime Ignacio del Burgo, exdiputado del PP. Beltrán necesitaría una "dispensa" -que ahora no tiene- de la dirección nacional para compatibilizar los puestos. Y no parece que una dirección distinta a la de Casado vaya a tolerar una acumulación de cargos semejante que desde hace muchos meses le hace incumplir los estatutos.

El segundo incendio es por sus formas, a tenor de lo que también dijo Del Burgo: "Beltrán no vive aquí, no visita casi ningún pueblo y se reúne de ciento a viento con los militantes. No puedes dirigir un partido con mando a distancia".

Por todo ello, la nueva etapa del PP le pilla a Beltrán totalmente fuera de juego. La política es caprichosísima y lo mismo Feijóo la deja con vida para demostrar que no ha venido a hacer una carnicería. Pero el recentísimo papel de Beltrán en la cúpula de Casado pone en cuestión cualquier nuevo papel que asuma en el PP.