pamplona - La residencia San Francisco Javier de Tafalla es otro edificio más de la ciudad del Cidacos donde llevan trabajando a destajo y en el que agradecen la ayuda de equipos voluntarios desde hace ocho días. Situada junto al río, dispone de una planta baja que es inferior al nivel del suelo en la que se ubican las cocinas, despensas, salón de actos y lavandería, entre otras estancias, para los más de noventa residentes del centro. Esta planta baja el lunes 8 de julio se inundó casi al completo, quedando estos días aún la marca del agua en todas sus paredes y ventanas.

La hermana encargada de la recepción narraba ayer todavía conmovida el desastre sufrido en la planta baja del centro, donde llegó a acceder un vehículo arrastrado por la fuerza del agua. “Un coche entró y rodó por los pasillos de esta zona hasta quedar atascado” en uno de los corredizos, explicaba la religiosa mientras señalaba los enormes lavanderos y costureros desplazados por otra sala.

Durante la crecida y desbordamiento del río Cidacos, esta residencia de personas mayores, situada entre la avenida de Severino Fernández y la calle Olleta -ribera del río-, presenció cómo su jardín y estancia baja al completo se inundaban de agua con una altura aproximada a los dos metros en las estancias cerradas. Kilos y kilos de comida guardada en las despensas y las neveras quedaron cubiertos de agua y la maquinaria industrial tanto de la cocina como de la lavandería quedó destrozada por la humedad y golpes de lo arrastrado por el agua. “Ahora, los desayunos, comidas y cenas nos las preparan en el Hostal Tafalla”, exponía una de las religiosas.

La tarde de la inundación tuvieron varios sustos entre los que destacan el vehículo que apareció en sus pasillos de la planta baja y, minutos antes, el que sufrió una de las trabajadoras cuando finalizaba su jornada laboral y se marchaba de la residencia en su coche: la fuerza del agua le impidió avanzar y fue arrastrada hacia atrás dentro del vehículo. Por fortuna, recordaban ayer, reaccionó con tiempo, se bajó del coche y pudo acceder a la escalera de la residencia y subió a la planta baja. Asimismo, ayer desde el centro señalaban el aviso recibido desde emergencias por el que se procedió a movilizar a los más de noventa residentes a las habitaciones del piso superior.

De igual modo, a pesar del arduo trabajo de limpieza y “la pena que se le queda a una al mirar esto” -observaba una de las religiosas-, en la residencia repetían “el valor” y “agradecimiento” al esfuerzo y ayuda de voluntarios “en el transporte de basuras, sacadas de escombro y su aportación con las bombas”, reseñaban. - P.S.S. / Foto: Javier Bergasa