os acercamos a este nuevo 8 de marzo de 2020, con un eco global de fortaleza y avance del impulso feminista que inundó el mundo como un tsunami con la huelga internacional de mujeres de 2018. Han pasado dos años y hemos visto como frente a esa nueva ola se articulaban resistencias y confrontaciones desde los sectores más conservadores y neoliberales a lo largo y ancho del mundo. Y sí, también en nuestro entorno.

El orden patriarcal, ya lo sabemos, se revuelve y se agita, contraatacando, cuando se ve cuestionado y puesto en riesgo por los avances impulsados por los movimientos feministas. No ha sido casual el ataque furibundo de las derechas en nuestro país a cualquier avance relacionado con la educación para la igualdad, elemento central en la lucha contra las desigualdades entre mujeres y hombres. Lo hemos visto en comunidades como Murcia, donde partidos como el PP y Ciudadanos a propuesta de Vox han pretendido limitar la introducción de contenidos educativos relacionados con la igualdad y la educación afectivo sexual a través del llamado “veto parental”. Y también en nuestra propia comunidad, donde los lobbys ultracatólicos de la mano de las derechas han realizado una campaña de acoso y derribo contra el programa de coeducación Skolae y las profesionales que lo han desarrollado. Lejos de amedrentarnos, estos ataques deben hacernos centrar la mirada en el horizonte que queremos alcanzar, que no es otro que el de la igualdad real y efectiva de mujeres y hombres en nuestras sociedades.

El feminismo es un movimiento político y social vivo, en continua evolución y crecimiento, y en ese contexto surgen periódicamente debates internos. Muchos de estos debates amplían y enriquecen el pensamiento feminista, introduciendo elementos que nos permiten reenfocar nuestra mirada. El feminismo es también un movimiento diverso desde sus orígenes, y en su seno hay cuestiones no consensuadas, como por ejemplo la prostitución, en torno a las que se articulan miradas muy distintas, incluso antagónicas. No podemos cerrar los ojos a esta realidad, pero también creemos que podemos situarnos en otro plano, que es el del trabajo desde la suma y los consensos, manteniendo de forma paralela el debate de los desacuerdos. Hay cuestiones de sobra en las que las miradas feministas confluyen de forma más clara, en las que es posible un trabajo en común que nos permita avanzar. Cuestiones como las violencias machistas, que están presentes en todos los ámbitos y espacios de nuestras vidas: en nuestras familias, en nuestras casas, en el trabajo, en los espacios públicos o en las instituciones. Con más de 1500 mujeres asesinadas por violencia machista en España en 15 años, seguimos viendo la necesidad de avanzar en medidas políticas y sociales frente a esta forma extrema de vulneración de los derechos humanos de las mujeres. O cuestiones como la sostenibilidad de la vida que defiende la economía feminista, y que relaciona la división sexual del trabajo y los cuidados, con la ecología y el consumo. Son solo dos ejemplos de cuestiones imprescindibles en el presente y que podemos trabajar juntas para avanzar, sin olvidar debates pendientes.

En un contexto global de retrocesos en lo social y de avance del pensamiento más reaccionario y retrógrado, es también nuestra responsabilidad como feministas no reproducir lógicas patriarcales de confrontación excluyente, pretendiendo finiquitar disensos por la vía de la negación y el rechazo. Esto no significa obviar el debate y la crítica, imprescindibles, sino negociar lo que no compartimos situándolo en un lugar que nos permita la suma. En definitiva, construir alianzas feministas que nos permitan avanzar ¡juntas!

Los autores son miembros de la Portavocía de Batzarre