a pérdida de vidas humanas y más importante, de seres queridos, de padres y madres, abuelos y abuelas, hermanos y hermanas y amigos y amigas, es la tragedia más grande que acarrea la pandemia mundial del coronavirus. En Navarra, a día de hoy, ya se ha lamentado el fallecimiento de 429 personas, 12 en la última jornada. Una cifra que, aunque fuera otra distinta, una menor, seguiría siendo devastadora. Pero tampoco se puede olvidar a los supervivientes, a las personas que se han plantado y han podido con el virus, y que hoy ya pueden decir que están curados. La cifra de estos últimos asciende ya a 1.737, 185 más que ayer, un número un 304% mayor al de los fallecimientos. En definitiva, una cifra esperanzadora.

Desde que la inmensurable expansión del coronavirus lo hizo convertirse en una pandemia a nivel global, la curva que muestra el goteo de infectados, cada vez menor, se ha convertido en el tópico más popular. Oímos hablar de la curva en los medios de comunicación, la incluimos en el número uno de temas que hablar a la hora de comer y recibimos una cantidad ingente de información y también de memes a través de las redes sociales.

Además de la cifra de positivos, la que más valor ha cobrado hasta ahora ha sido la curva de los fallecidos, que ya empieza a decrecer. Sin embargo, y muy a pesar de la tragedia de las muertes, hoy hay motivos para el optimismo y el alivio al observar otra curva, una que crece más y más cada día: la de altas hospitalarias y la de curados.

Aunque el giro de las cifras sea sin duda un motivo de alegría, no se puede olvidar que todos los contagiados lo han pasado mal. Unos peor que otros, pero todos recuerdan al "maldito bicho" con mal sabor de boca. Los síntomas, desde la tos y la fiebre, pasando por los dolores musculares y hasta la pérdida del gusto y el olfato, se presentan de forma diferente en cada caso, así como los supervivientes vienen a describir pero, hasta en los casos más leves, la enfermedad ha obligado a estas personas a vivir completamente aisladas entre cuatro paredes sin el calor de los suyos durante incluso más de tres semanas.

Por ello, la historia no ha de desdibujarse escondida detrás de todos los números y estadísticas que en realidad hablan de personas, rostros individuales con familia, con miedos y con inquietudes. Son precisamente estas personas quienes demuestran que del coronavirus también se sale. Con gran esfuerzo y dejando parte de uno mismo en el proceso, pero se sale. Esto bien lo saben Camino Campos Rivero (54 años), Jonan Basterra Muniáin (50 años), Luisa Martínez Ruiz (79 años), Sara Igoa (71 años) o Blanca Tarragón Estébanez (28 años), que solo son una pequeña muestra que representa la cada vez más larga lista de nombres de los navarros que hoy ya pueden decir que están completamente sanos y en sus casas, pero que acarrean una experiencia vital que los ha convertido en los rostros de la esperanza para las más de 5.000 personas que todavía están infectadas a día de hoy en la Comunidad Foral de Navarra.