La lucha por la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en Nepal ha vuelto a poner al país del Himalaya como el referente al que aspira todo el colectivo LGTBI del Sur de Asia. En países como Bangladesh puede conllevar morir a machetazos, mientras que en otros, como Afganistán, el mero hecho de ser homosexual puede ser castigado a latigazos.

Sunita Lama y Laxmi se conocieron en una parada de autobús de Katmandú hace 10 años, se enamoraron y ahora viven juntas, y aunque les gustaría casarse, la legislación nepalí aún no lo permite, a pesar de ser el país más progresista del Sur de Asia para Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales (LGTBI). "La familia de Laxmi aún no ha respaldado nuestra relación. Todavía cree que es un pecado casar a dos mujeres", relata Lama, de 44 años, que prefirió no dar el nombre real de su compañera, y que espera que el Gobierno dé al fin el paso de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. El pasado 1 de julio, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Nepal volvía a reivindicar esa necesidad, reclamando al Gobierno que legalice el matrimonio igualitario y que apruebe leyes que protejan al colectivo de la discriminación. Tras admitir públicamente que es lesbiana, Lama, como otras mujeres de este colectivo, ha visto las puertas laborales cerradas en empresas públicas y privadas, lo que le ha abocado a ejercer la prostitución, explica la presidenta de la ONG LGTBI Blue Diamond, Pinky Gurung.

Visibilidad en la India

En la vecina India, donde en septiembre se cumplirán dos años de la despenalización de las relaciones homosexuales por el Tribunal Supremo, la prioridad del activismo LGTBI es la visibilidad y la normalización social, sin renunciar a derechos como el matrimonio. "Por supuesto que necesitamos el derecho a casarnos y otros, pero la sociedad india, especialmente en las zonas rurales, todavía es muy conservadora y ve la homosexualidad como algo negativo", explica Anjali Gopalan, activista de la ONG Naz Foundation, que promovió la acción legal que logró la despenalización. Mientras los avances se empiezan a percibir en países como Nepal y la India, en Afganistán la comunidad LGTBI es invisible. "Realmente no sabemos sobre ellos, dónde viven, bajo qué circunstancias y a qué problemas se enfrentan en Afganistán", reconoce el portavoz de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán (AIHRC), Zabihullah Farhang. Miren donde miren, nada les invita a salir de ese armario de acero, con el Ministerio de Justicia afgano asegurando por un lado que la homosexualidad es un "delito moral", y los talibanes, por otros, cuya única duda es cómo castigarlos. "Afganistán es un país islámico, aquí todas las leyes han de ser islámicas (y la homosexualidad) es la acción más detestable y abominable y no puede ser justificada bajo ningún pretexto", asegura el principal portavoz talibán, Zabihullah Mujahid. En el régimen talibán, un juez decidirá si golpea al "criminal" con un látigo, lo lapida o debe ser lanzado por un barranco. El islamismo radical también está presente en Bangladesh, donde el activismo puede costar la muerte, como le sucedió en 2016 al fundador de Roopban, la única revista LGTBI en el país, que fue asesinado a machetazos junto a su pareja en su casa. El fundamentalismo religioso es también una amenaza en el idílico archipiélago de las Maldivas, donde no muy lejos de los complejos hoteleros con alcohol y bikinis, hay un territorio que se rige por la ley islámica, con penas de prisión y latigazos.

Transexualidad

En este panorama de total oposición, la creencia de que "nadie pueda cambiar" a los transexuales les deja en una situación de semiaceptación, aunque la discriminación los aboca a la mendicidad, el baile o la prostitución. Pakistán reconoció la existencia del tercer sexo para los documentos oficiales en 2009 una situación similar a la que existe en Nepal y la India y en 2018 aprobó una legislación para apoyar a los transexuales, aunque la realidad dista de la normativa. "Unos pocos son los que violan a las personas transgénero, les cortan el pelo, las secuestran... La mayoría de los miembros de nuestra comunidad se han enfrentado a esas atrocidades", relata Paro, vicepresidenta de una agrupación de transexuales.

Este trato diferenciado a la diversidad de género respecto a la sexual tiene raíces históricas y culturales, explicó Cristóbal Alvear, profesor español de Derecho Comparado. "La falta de tolerancia hacia (los transexuales) y su exclusión viene de la época colonial, porque los británicos consideraban a las hijras y transgénero como parte de castas criminales, mientras que en la época anterior, tanto en los reinos hindúes como en la corte mogol (musulmana) tenían un papel fundamental", concluye.