- Amaia Zaratiegui perdió a su madre en mitad del estado de alarma. La despedida fue distinta, muy fría en sus palabras, ya que no pudo recibir el calor y el cariño de sus allegados. Ahora están a la espera para realizar una ceremonia en su memoria cuando la situación lo permita.

Su madre falleció por covid-19 en marzo.

-Sí. En principio mi madre ingresó el 14 de marzo porque estaba ya muy mal. Estaba con mucha fiebre, le habían visto los de urgencias y estaba con 55% de saturación y parecía que tenía una neumonía. Lo que pasa es que en urgencias no te podían confirmar si era covid o no. La ingresaron y permaneció allí 11 días y falleció el día 25 de marzo. Mi madre tenía 86 años y desgraciadamente sí que tenía patologías previas. Había tenido problemas circulatorios, y estaba en un proceso oncológico renal.

Supongo que habría sido duro no poder estar con ella en esos momentos.

-Sí que ha sido muy duro, para los enfermos, los ingresados y para los familiares. En mi caso, para mí fue duro, pero es verdad que no fue tanto porque trabajo en la Clínica Universidad de Navarra e ingresamos a mi madre allí. Entonces, claro, la atendían compañeras mías y a mí, por lo menos, sí que me daba más tranquilidad saber que estaba en un entorno conocido y que estaba bien cuidada. El día que ingresó mi madre, yo estuve en urgencias en una zona separada, pero me iban pasando información y cuando ya la ingresaron yo me fui a casa lógicamente, pero aquella noche se puso muy mal y sí que me permitieron poder verla con los EPI correspondientes.

Su entierro fue durante el estado de alarma y con todas las restricciones sanitarias del momento. ¿Cómo se produjo ese adiós?

-No pudimos enterrar a mi madre como era su última voluntad. Ella quería que la trasladaremos al pueblo, a Barasoain, donde está mi padre. Nos permitieron acudir a la incineración aproximadamente a cuatro personas y además, todo fue al aire libre en el cementerio de Pamplona. Tuvimos que esperar tres días para poderla incinerar porque además en aquellos días fallecía muchísima gente. Además, durante la cremación no paraban de pasar coches fúnebres por el cementerio. Tú tenías delante a una familia que eran cuatro también despidiendo a su familiar, luego estabas tú y detrás tenías más gente esperando que eran los siguientes. A mí me dio la sensación que era como un poco la cola de la carnicería. Nadie te da un abrazo es todo muy distinto, porque el aislamiento social que tiene esta enfermedad, no nos permite el contacto, que quizás no es que te solucione nada, pero muchas veces lo único que necesitas es sentir el calor o el abrazo de una persona.