Preocupación, tristeza, indignación, incomprensión y desesperanza. Todos estos sentimientos, algunos contrarios a otros, se mezclan en el ánimo de los vecinos y vecinas de Murchante que desde la pasada madrugada han sido encerrados en su término municipal y solo pueden abandonarlo para trabajar, estudiar o por razones sanitarias. Durante los próximos 15 días Guardia Civil y Policía Foral vigilarán que se cumplan las restricciones. Solo en los últimos 7 días tiene más de 80 casos nuevos y la tasa por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días era de más de 2.800. Ayuntamiento y Gobierno han recurrido a esta medida como última opción, viendo que en el caso de Falces, San Adrián o Funes dio buenos resultados.

“Si hemos llegado a este punto es porque no estamos haciendo lo que debemos”. Lara Bartos, concejala socialista de Murchante, muestra su tristeza y frustración tras ver cómo su pueblo va a ser confinado para tratar de doblegar la curva de una enfermedad que ella misma vivió en sus carnes. Lara pasó más de 20 días en el hospital Reina Sofía de Tudela, algunos de ellos en la UVI y fue una de las primeras navarras enfermas de covid. “Es muy triste ver lo que he pasado y que estemos ahora así. No hemos sido capaces de ver la realidad. Hemos pensado más en seguir haciendo una vida normal, que a mi también me gustaría, pero hace meses que no abrazo a mis padres ni puedo tener contacto físico con ellos por su seguridad”. La concejala reconoce que se le parte el alma cuando escucha a su padre decir que “cree que no va a volver a ver una vida normal” y que con esfuerzo “y sacrificio tú cumples con todo y lo llevas a rajatabla mientras la gente se sigue reuniendo en sus casas o en huertos. Ingenua de mi pensaba que la pandemia iba a sacar lo mejor de las personas. Pero no hemos aprendido nada, somos unos egoístas”. Por si fuera poco, Lara tiene un restaurante que también ve ahora cerrada sus puertas.

El alcalde, Luis Sancho, también ha pasado por la covid y después de 10 días con fiebre alta y seis más de ingreso hospitalario, su respiración entrecortada muestra alguna de las secuelas que aún padece. “Hay una falta de concienciación total de una pequeña parte de la población que no cree, ni es solidaria, ni colabora y por la que pagamos todos. Con los números que tiene Murchante esto se veía venir. Incluso te diría que se han cerrado pueblos con menor incidencia que la nuestra y se podía haber hecho antes”. Como le sucede a su compañera de corporación, dice que “da mucha rabia que parte de la gente que no lo ha sufrido no empatice y no ponga los medios para no llegar a esta situación”.

Las persianas de los bares acompañan al silencio que se respira en las calles y solo panaderías, librerías y tiendas de alimentación muestran luz y actividad de donde apenas alguna vecina mayor sale. Las bicis, que de normal son un elemento más en las calles de Murchante eran ayer también difíciles de ver. “Hay miedo en la gente. Los mayores de 70 ya no salen de casa y eso se nota también en el comercio. Es cierto que la gente ahora nos conoce más y viene gente distinta por lo que algo ha subido, pero hay menos clientes”, explica Guillermo Martínez Cilleruelo, propietario de Alimentación Guillermo, cuya actividad anima la calle. “Hacía tiempo que no salía pero qué triste y vacío está todo”, comenta una clienta a Guillermo mientras coge mandarinas.

Un poco más allá, en la calle Triunfante, la murchantina Nuria Fernández tiene abierta su cafetería para vender pan, periódicos y chuches. Su indignación se hace evidente ante el panorama económico al que ha de hacer frente, después de salir de una convalecencia. “No quiero ni poner al día la libreta para no ver lo que me han cobrado del Ayuntamiento. En Francia dan ayudas para la luz, los autónomos tienen paro… y aquí nada. Hasta tenemos que seguir pagando la basura aunque tengamos la persiana echada. ¿Cómo pago yo el alquiler vendiendo pan y periódicos con el margen que dejan?” Nuria muestra su incomprensión al ver cómo “yo no puedo tener seis personas en la cafetería pero ahora habrá 500 en el AKI porque mañana (por hoy) cierran el pueblo y no podrán ir a comprar. ¿Alguien me lo puede explicar? Es imposible pagar luz, alquiler, tasas, impuestos con lo que deja el pan y el periódicos. Si soy empresario y tengo empleados me ayudan y pagan el erte de los trabajadores. Si yo cierro la persiana, no me dan ni un puñetera ayuda. No tengo opción ni a paro, separada y con dos hijos, ¿cómo les doy de comer?”.

Pero, aunque no quiso dar su nombre, también hay comerciantes que dudan de las medidas y creen que, como dice el refrán, es peor el remedio que la enfermedad. “Se está metiendo la pata hasta el fondo. Al cerrar todos los bares la gente busca reunirse en huertos, en casa. Así no se consigue nada, igual que con el cierre del pueblo. La gente se va a mover igual y solo sirve para hacer papeleos. Llevo toda la mañana para conseguir justificantes de llevar a mis hijas al cole”. El antiguo letrero de entrada a Murchante que publicita sus caldos es todo un lema en esta situación, Quien a Murchante vino y no probó el vino, ¿a qué vino?

“Es muy triste, tras lo que he pasado, ver que no hemos aprendido nada. Somos unos egoístas”

Concejala de Murchante

“No puedo tener seis clientes, pero en AKI hoy habrá 500 porque otro día no podrán comprar”

Cafetería Nuria