Los millones y millones de toneladas de todo tipo de residuos industriales -incluidas bolsas de amianto- y basura almacenadas y desparramadas sobre la ladera de Eitzaga seguirán ahí cuando finalice el operativo de búsqueda de Joaquín Beltrán, el trabajador de Verter Recycling cuyo cadáver no ha podido ser localizado todavía. El vertedero será sellado. Solo entonces y para siempre. Así lo han manifestado en distintas ocasiones diferentes voces autorizadas del Gobierno vasco.

“Una vez finalizado todo ese proceso, entendemos que el vertedero de Zaldibar ha de ser sellado. Los daños al medio ambiente han sido suficientes como para que en este momento nos planteemos la remediación de la situación y el cierre definitivo del vertedero”, manifestaba hace pocos días la propia consejera, Arantxa Tapia. No obstante, esta decisión ya fue puesta sobre la mesa el pasado mes de octubre, cuando el dispositivo de búsqueda del operario vecino de Zalla acercaba la maquinaria al perímetro marcado como zona prioritaria de rastreo.

El sellado de estas instalaciones -y de las excavadas expresamente durante este año para acopiar las tierras peligrosas retiradas e inspeccionadas-, cuando llegue el momento, no será un proceso sencillo ni rápido porque deberá ser ejecutado con todas las garantías de una correcta estabilización, impermeabilización y cierre hermético de todas y cada una de las celdas en que estaba parcelado el vertedero. Esta decisión contará con el respaldo mayoritario de las administraciones municipales -y las plataformas vecinales y ciudadanas- afectadas por aquel trágico suceso, el desastre ecológico más grave en la historia más reciente de la CAV.

La magnitud de la crisis ambiental abierta ha acelerado el giro de las políticas ambientales. La empresa propietaria deberá reparar los daños generados al ecosistema: aguas subterráneas y superficiales y sobre el suelo. Y la Administración tiene previsto implantar una tasa de residuos industriales. El borrador del Plan de Prevención y Gestión de Residuos del País Vasco 2030 se marca como objetivos para los próximos 10 años reducir en un 30% la generación de residuos y aumentar la recogida selectiva hasta un 85%, de manera que estos materiales desechados no acaben en vertederos.