n nuevo 8 de marzo llega al calendario del año 2021, un nuevo 8 de marzo cargado y mediatizado por disputas políticas e ideológicas, con mucho ruido, discursos que van desde la seguridad epidemiológica hasta la estigmatización del movimiento feminista, con variantes intermedias que flaco favor hacen al significado real de este día.

No podemos olvidar que el 8 de marzo es el Día Internacional de las Mujeres, un día de reconocimiento al trabajo realizado por todas las mujeres que a lo largo de toda la Historia han trabajado en pos de los derechos de las mujeres a una vida digna e igualitaria. Un trabajo que realizaron sin saber que realizaban lo que hoy conocemos y denominamos como activismo feminista.

Ese trabajo fue realizado por mujeres invisibilizadas, ya que pocas de ellas han sido reconocidas públicamente, y el Día Internacional de la Mujer debe hacernos reflexionar sobre el trabajo que todavía nos queda por realizar en la todavía necesaria visibilización de las desigualdades que sufrimos las mujeres, tanto en nuestro círculo cercano como en países en que nuestra voz es acallada continuamente con legislaciones que nos sancionan cualquier exposición pública.

Este activismo feminista, este trabajo de las mujeres actuales, es necesario para seguir haciendo pedagogía tanto frente a los discursos de ultraderecha criminalizadores del avance de la mujer, como sobre la necesidad de conseguir una igualdad efectiva de hombres y mujeres, porque solo una sociedad igualitaria de todas las personas que la conforman es una sociedad democrática y libre.

A través de este Día Internacional de las Mujeres reconocemos toda la labor de todas las mujeres que el resto de días del año reivindicamos y trabajamos por impulsar los derechos de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, con una posición proactiva y dinámica, y con acciones continuas y con visos de convertirse en permanentes hasta la consecución de todos nuestros objetivos, objetivos transparentes y nada opacos.

El activismo feminista actual cuestiona todos los roles en los que se nos ha encuadrado a las mujeres durante siglos y persigue el cuestionamiento de estos roles, entre los que se encuentra la posición privada de las mujeres en la sociedad, en las que no son vistas ni bien vistas las que salen a la vida pública, o lo valores sociales que se les atribuyen a la figura de las mujeres, que siempre son minusvalorados con respecto a los que se les atribuye a los hombres.

En pleno siglo XXI, el activismo de las mujeres tiene muchos retos delante. Todos aquellos que vienen desde tiempos inmemoriales, y todos los que se presentan en las nuevas circunstancias sociales, con la mirada puesta en seguir avanzando en esa culminación de derechos de las mujeres y en ningún caso dejar que nos obliguen a dar ningún paso atrás en todo lo conquistado hasta ahora. Sin perder de vista que el objetivo irrenunciable es la transformación de la sociedad desde ámbitos educativos y sanitarios hasta ámbitos políticos y económicos, con el objetivo de cambiar las antiguas estructuras que relegan a las mujeres a papeles secundarios.

Movimientos feministas, movimientos de mujeres como la huelga sexual de las mujeres de Liberia que allanó el camino hacia la paz, el Día Libre de las Mujeres en Islandia para reclamar la igualdad económica hasta la repercusión mundial del movimiento #MeToo, la historia nos enseña que el cambio es posible a través del activismo colectivo y feminista.

Todas las mujeres contamos y entre todas lo conseguiremos.La autora es burukide de Igualdad de EAJ-PNV Nafarroa y parlamentaria foral de Geroa Bai