arias preguntas de rigor: ¿Nombre? ¿Edad? ¿Ha tenido fiebre en los días previos? ¿Y algo de malestar? Tras las pertinentes respuestas negativas, una breve preparación. Remangar la ropa, acondicionar la zona, y después, un pinchazo y quince minutos de espera para comprobar si existe una reacción adversa a la vacuna de la covid-19. A primera vista, la inmunización contra el coronavirus parece sencilla, pero lo cierto es que la inoculación de las siete dosis que se utilizaron el jueves en Artica por parte de Aura Sánchez y Belén Azcarate, enfermeras del centro de salud de Buztintxuri, comienza mucho antes y no es tarea sencilla.

"Hay que llamar a la gente, y varias veces, porque no siempre cogen o se enteran... estuve una hora para citar a cuatro personas", explica Belén, que además de elaborar una lista con los 9 grandes dependientes que pertenecen a este centro debe también ordenar el registro de personas de entre 80 y 90 años, para avisarles en caso de que alguien falle en el último momento o se consiga una séptima dosis del vial. Otro criterio importante aparte del nombre y la edad es la localidad, ya que, para ser lo más eficiente posible, si en un municipio hay un gran dependiente se inmuniza también a los mayores de ese entorno, porque no se puede viajar solo con una vacuna.

Una vez realizada la tarea de gestión, es vital la preparación. El listado de pacientes, el callejero, las fichas de la vacuna para advertir de los efectos adversos y su tratamiento... y tres maletines imprescindibles.

En el primero, de color azul, se traslada el vial de la vacuna junto con una placa de hielo para conservar la temperatura. En el segundo, rojo, se guardan los Equipos de Protección Individual (EPI), que constan de bata, mascarilla FFP2 y guantes, así como las bolsas de basura en la que se desecha todo tras utilizarlo en cada casa. Y en el negro, el de emergencias, se encuentra material médico, las herramientas necesarias para sacar una vía y medicación que trataría una posible reacción adversa.

Con todo ello al hombro, ambas profesionales pasaron dos horas yendo de un domicilio a otro, para después volver a su labor en el centro de salud. Fueron solo siete dosis, pero con mucho trabajo invisible detrás.

Maletín azul. En él se trasladan las dosis de la vacuna.

Bolso rojo. Contiene los EPI (bata, guantes y mascarilla FFP2). Todo esto se desecha tras salir de cada domicilio dentro de una doble bolsa de basura.

Bolso negro. De emergencias. Contiene un fonendoscopio, tensiómetro, maletín para sacar una vía y un cajetín con antihistimínicos, corticoides y adrenalina.

Un vial de Pfizer contiene 0,45 ml, que se debe mezclar con 1,8 ml de suero, sumando 2,25 ml de compuesto. A cada paciente le inoculan 0,3 ml, por lo que teóricamente es posible sacar una séptima dosis, pero al ser pequeñas cantidades cualquier error puede impedirlo.