La noticia saltó a primera hora de la tarde del jueves 12 de marzo y corrió como la pólvora por los grupos de Whatsapp del profesorado y por los corrillos de padres y madres que se forman en los patios al salir de clase. Los rumores que sobrevolaban colegios e institutos los días previos se habían hecho realidad. El Gobierno foral acababa de anunciar el cierre de todos los centros educativos de Navarra a partir del lunes 16, aunque su recomendación era que las familias no llevaran a sus hijos desde el mismo viernes. Se dijo que era una suspensión temporal, de dos semanas, pero como tantas predicciones hechas en esta pandemia, ésta tampoco se cumplió.

Hoy se cumple un año del anunció del primer decreto de alarma, que trajo consigo un largo confinamiento y la prolongación del cierre de escuelas e institutos. Seis protagonistas directos de este hito histórico recuerdan cómo vivieron aquellos días (que se convirtieron en meses), relatan cómo organizaron a contrarreloj la enseñanza a distancia y reflexionan acerca de las secuelas que dejó el confinamiento. Seis testimonios que representan a diversos colectivos que conforman la comunidad educativa. Desde la dirección de centro intervienen Iosu Mena, del IES Alaitz e Idoia Illarramendi, de Jaso ikastola, la perspectiva docente viene de la mano de Inés López, maestra de Primaria del CP El Lago de Mendillorri y Javier Lasheras, profesor del Lengua Castellana y Literatura en el IES Irubide, mientras que María Rodríguez y Santiago Álvarez cuentan su experiencia como madre y padre de chicos y chicas en edad escolar.

Los rumores se confirman

Se anuncia el cierre de colegios para 15 días

Los primeros recuerdos del coloquio nos transportan a la segunda semana de marzo. "Es cierto que en los días previos, como se habían cerrado los colegios de Madrid y Vitoria, había ciertos rumores. Aquí el consejero de Educación decía que en Navarra no iba a pasar, pero muchos nos íbamos temiendo que sí. Y de repente llegó aquel mensaje, un jueves por la tarde en el que el Gobierno recomendaba no ir al instituto al día siguiente y lo prohibía a partir del lunes", recuerda Iosu Mena, director del IES Alaitz, de Barañáin. Su colega en Jaso ikastola Idoia Illarramendi reconoce que "en aquel momento era de las negacionistas, de las que pensaba que eso no iba a ocurrir. Recuerdo que esa semana algunos compañeros me decían que nos iban a cerrar y yo les decía que eso no podía pasar, pero pasó".

En un principio, el cierre se decretó para dos semanas y, ya fuera por desconocimiento o simplemente por deseo, la mayoría del profesorado y las familias quiso creer que iba a ser así. "Recuerdo ese viernes despidiéndome del profesorado y pensando que nos íbamos para 15 días. Una profesora me dijo: ya me he organizado las dos semanas para repasar, nos puede venir bien...", rememora Illarramendi . "Yo era también negacionista", interviene Javier Lasheras, profesor de Lengua y Literatura en el IES Irubide. "Pensé que dos semanas me vendrían bien para repasar algunos temas y trabajar mejor algunas destrezas y competencias que, al estar con la presión de avanzar contenido, tenía menos trabajadas. Lo vi como una oportunidad de tener un feedback más individual, pero pronto fui consciente de que iba para largo", asevera. Reconvertir de un día para otro la enseñanza presencial a la modalidad a distancia no fue tarea fácil.

"El primer problema fue que no había organización porque no se sabía que iba a pasar. La planificación y la organización fueron reactivas, nunca proactivas. Cuando planificas tienes en cuenta el tiempo, los recursos... pero nos fuimos a casa sin saber nada y tuvimos que ir día a día", explica Illarramendi, que añade que "hemos tenido que aprender y eso lo veo positivo. Hemos puesto ganas y recursos para responder a esta situación". Su compañero Mena recuerda cómo lo vivieron en su instituto. "Tienes que organizarlo todo en un fin de semana y, como es obvio, no se consigue. Íbamos ajustando sobre la marcha. Tienes que convertir la enseñanza presencial en enseñanza on line. Y no es fácil. Y eso que creo que nosotros en Secundaria tuvimos cierta ventaja porque cuanto mayor es el alumnado, más autonomía tiene".

Diferencias según etapas

Dificultades para ofrecer enseñanza on line

Trasladar el proceso de enseñanza aprendizaje de las aulas a los hogares, con una pantalla de por medio, fue complejo, sobre todo, en las etapas inferiores. "En Infantil y Primaria deberíamos de hablar de educación no presencial y no de educación on line porque en esas edades la herramienta tecnológica es una herramienta de tercera o cuarta línea. El problema es que no existe un método educativo que, durante tres meses, ofrezca una metodología no presencial para niños y niñas de 0 a 10 años (el último ciclo de Primaria es diferente). Hemos tenido que ir diseñando un método de aprendizaje no presencial, que permita al alumnado adquirir competencias, ya que en estas edades no se forman en contenidos", reflexiona Illarramendi.

Una opinión que comparte la maestra de Primaria Inés López, actual coordinadora PAI en el colegio público El Lago de Mendillorri. "En estas etapas no tienen la competencia digital tan desarrollada. El alumnado de Infantil y Primaria necesita de nosotras, ese feedback inmediato, relacionarse y estar con sus amigos, y aprender uno del otro", afirma esta maestra, que recuerda que se enteró del cierre por un tuit. "De un día para otro tuvimos que organizar e hicimos una tabla en Drive en la que colgábamos actividades. Creo que el profesorado hicimos un trabajo grande en un tiempo récord", explica López, que reconoce que el tipo de actividades se adaptó a cada una de las edades. "No es igual Infantil (3-5 años) que el último ciclo de Primaria (10-12 años)".

En Secundaria, en general, se mantuvo el horario del instituto y impartían las clases a través de las distintas aplicaciones, con un seguimiento desigual en función de la situación de cada hogar. Ahora bien, el confinamiento ha destapado carencias en la competencia digital, tal y como relata Lasheras. "Hemos descubierto que la competencia digital de algunos adolescentes no es tan buena como pensábamos. Había alumnos que eran incapaces de adjuntar un documento a un correo electrónico o que escribían todo el email en el asunto. Hemos comprobado que algunas herramientas de trabajo que, como adultos, las tenemos bastante interiorizadas , algunos estudiantes no las tenía y eso imposibilitaba avanzar el trabajo. Dábamos por hecho de que tenían esa competencia digital y nos hemos dado cuenta de que hay que trabajarla más", afirma Lasheras, que remarca que para muchos docentes este cambio también supuso un reto.

En opinión de Illarramendi, la metodología presencial que tiene cada centro influyó a la hora de trasladar esa enseñanza a los hogares. "Nosotros en Secundaria tenemos un método digital y el alumnado trabaja con distintas herramientas", remarca la directora de Jaso, que añade que "de la noche a la mañana quisimos inventar una metodología basada única y exclusivamente en la digitalización y ahí ha estado la dificultad. ¿Qué competencia digital tiene que tener un niño de 6 u 8 años o un maestro que enseña en esas etapas? Si volviera a ocurrir habría que repensar esa enseñanza no presencial en Infantil y Primaria. Las competencias que adquieren entre iguales, el trabajo en equipo... eso desaparece y eso no se puede sustituir con una aplicación informática. Nos pedían más interacción con el profesorado, más sesiones de meet... pero a ciertas edades no se puede. Sería aplicar un contenido pero así no se adquieren competencias".

Falta de instrucciones claras

Dudas sobre avanzar contenidos o cómo evaluar

Lo que parecía que era para quince días o, como mucho, hasta después de Semana Santa se prolongó durante todo el tercer trimestre. Las dudas asaltaban al profesorado y las familias. ¿Tenían que avanzar materia o dedicar el trimestre a repasar contenidos? ¿Se iba a evaluar y cómo? ¿Contarán para nota? Muchos interrogantes y, en los primeros momentos, pocas respuestas claras. "Conforme avanzaban las semanas surgían muchas preguntas. Una era saber si lo que estábamos impartiendo iba a ser evaluable o no. En un sistema de evaluación pensado para ser presencial intentar aplicarlo a esa situación era imposible", recuerda el director del IES Alaitz y añade: "Hubo dificultades pero creo que se arreglaron razonablemente bien y se pudo trabajar". Ahora bien reconoce que el hecho de no poder suspender al alumnado con los contenidos del tercer trimestre "hizo que algunos estudiantes terminaran el curso en marzo y eso se está notando este curso".

El profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Irubide comparte su visión. "Hubo dudas. No teníamos claro si se podía avanzar o no materia. Recibías instrucciones que decían que no pero en otras no quedaba claro. Fue un momento estresante. Recuerdo una ocasión en las que los alumnos me decían: ¡otra vez esto! y dije pues voy a avanzar para evitar el aburrimiento", rememora Lasheras, que reconoce que "lo que más me costó fue ajustar los tiempos de trabajo y también fue más compleja la atención al alumnado desfavorecido y con necesidades educativas especiales". Asimismo, este profesor percibió más inquietud y nerviosismo entre el profesorado de 2º de Bachillerato, que tenían que preparar la Selectividad.

En el CP de El Lago de Mendillorri se decidió desde el principio no avanzar contenidos. "Era todo repaso. Cada quince días renovábamos la tabla Drive, colgábamos vídeos y actividades. El tipo de actividades se adaptaba a las edades. Con los de Infantil trabajábamos con vídeos y les llamábamos mucho por teléfono porque les gustaba, en 1º y 2º de Primaria se enviaban hojas de lecto escritura...", explica López. Su experiencia, como maestra de 3º de Primaria, fue positiva. "En general, el seguimiento fue bueno. En 3º y 4º algunos se manejaban bien con las nuevas tecnologías y se descargaban las tareas, pero otros no eran capaces si no estaban sus padres", asegura esta maestra.

En su clase se encontró con dos tipos de escolares. "Unos que llevaban mejor el confinamiento y hacían las tareas sin problemas y les gustaba trabajar solos; y otros que estaban más tristes, irascibles, quejosos y les costaba sentarse. Y eran niños que, en época normal, hacían las tareas sin problemas. Unos me pedían mas tareas y otros no terminaban las que les ponía. Por eso, el volumen de trabajo era muy individualizado, según las peticiones de cada escolar", expone López, que apunta como en estas etapas no sufrieron presión por los contenidos. "La carencia fue más emocional".

El cole en casa

Conciliación familiar y organización en el hogar

¿Cómo vivieron las familias el cierre de las aulas y el confinamiento? "En mi caso tuvimos que compartir medios y espacios. Tengo tres hijos, uno está en la universidad y los otros dos en el instituto por lo que las tres habitaciones de la casa estaban ocupadas desde las 8.30 hasta las 14 horas. Las clases se impartían como en el instituto. El problema lo tenía yo que tenía que irme a la cocina", explica Santiago Álvarez, padre de tres hijos, dos de ellos en el IES Mendillorri. En el caso de esta familia no sufrieron la brecha digital, algo que sí vivieron otras ante la falta de equipos informáticos suficientes. "Tuvimos que reutilizar equipos informáticos viejos y adaptarlos a las posibilidades. Mis hijos tienen teléfono, usaban alternativamente la tablet o el teléfono, uno de ellos tienen un chromebook. Solventamos la situación de manera satisfactoria", afirma.

En el caso de María Rodríguez, con una hija que este año cursa 3º de Primaria en el colegio El Lago de Mendillorri, la organización fue más laxa. "No tenía clases on line. Primero nos enviaban un email cada quince días con algún vídeo explicativo con fichas y actividades, y después cada semana. Me tocó hacer de profe de todo y recordar lo estudiado de pequeña. Primero nos poníamos a las 9 hasta las 13 horas, y después ya hacíamos las tareas cuando ella tenía ganas", reconoce esta mujer, que no tuvo problemas para conciliar con su trabajo porque justo le despidieron un mes antes. "Pasamos el confinamiento juntas y más que el tema académico tuvimos que trabajar la parte emocional. Primero pensaba que iba a estar sin cole 15 días, luego la cosa se alargó y había que explicarle...", asegura.

El profesorado, como es obvio, también tuvo que conciliar, unos con más carga familiar y otros con menos. "Yo vivo solo, así que no tenía dificultades para conciliar. Tenía tiempo para pensar y organizar cosas, pero me resultó un poco agobiante porque al tener todo el tiempo del mundo no conseguía desconectar", reconoce Lasheras. Su compañera López asiente. "Muchas veces veía que me contestaban a las siete de la tarde porque era cuando se podían conectar y decía como no le voy a responder si necesita mi ayuda", afirma esta maestra.

¿Pérdida o parón?

Dificultades y secuelas presentes este curso

En el esperado regreso a las aulas, tal y como destaca la directora de Jaso, "hubo mucho miedo e inseguridad", sin embargo, la adaptación del alumnado ha sido excelente, y siete meses después la experiencia y los datos reflejan que los colegios e institutos son lugares seguros. "Los txikis nos dan lecciones cada día. Como han aprendido a protegerse a sí mismo y a los demás, gracias a la labor de las familias", asegura Illarramendi. "Es una pasada como han interiorizado los protocolos", añade López.

En cuanto a las secuelas que ha tenido los meses de confinamiento en el alumnado, las opiniones son diversas. "Se me hace difícil valorar qué es lo que se ha perdido y qué aspectos estamos consiguiendo revertir porque no estamos impartiendo una docencia presencial como la de antes. Seguro que vinieron habiendo perdido algunos contenidos o ciertos hábitos, pero este curso tampoco estamos pudiendo trabajar de la manera más normal para suplir estas cosas. Aparte de las carencias emocionales que las hay, es evidente", afirma Lasheras, que confía en que su alumnado viera que "hicimos lo que pudimos; se quedaron cosas por hacer pero les enseñamos que ante una dificultad hay que intentar solventarla como se pueda. Y ese es un aprendizaje que queda".

La directora de Jaso ikastola es tajante. "No comparto las afirmaciones que hablan de trimestre o curso perdido. Perder es algo que no vas a recuperar, y lo que ocurrió es que se ha parado o cortado el ritmo de algunos aprendizajes pero eso se recupera. Nuestros niños y niñas han vuelto con ganas, motivación y disciplina de trabajo, y nuestros profesionales han sido capaces de redireccionar lo que quedó parado. Entre marzo y junio hubo un proceso de enseñanza-aprendizaje más lento y este curso ha sido un poco más acelerado para buscar el equilibrio. Pero no soy negativa. Hemos vivido una situación única y habremos adquirido competencias, como la resiliencia, que de normal no habrían adquirido", reflexiona Illarramendi.

La visión del director del IES Alaitz no es tan positiva. "Estuvimos tres meses en los que no hubo enseñanza presencial. Se hizo lo que se pudo pero las condiciones no eran buenas y no se pudo trabajar con buenos resultados. Fue un complemento al trabajo presencial que es insustituible. Es verdad que los contenidos que no se dieron o las competencias que no se trabajaron en el último trimestre hay que trabajarlas de otra forma este curso, pero también hay que hacer otras cosas", asevera Mena, que sí cree que "esta situación puede servir de incentivo para que el alumnado trabaje más y mejor que en condiciones normales porque están más presionados, y por la resiliencia de la que habla Idoia, y que e resultado sea mejor". Ahora bien, este profesor sí que percibió al alumnado con presión y con más problemas para salir adelante, sobre todo, en Bachillerato. Al inicio de curso los llegué a ver a punto de rendirse.

En su opinión, el alumnado de Bachillerato es el que más presión tiene este curso. "Los que están en 1º tenían que decidir en el último trimestre la modalidad de Bachillerato, la orientación en ese trimestre es fundamental y no se hizo porque estaban en casa Y los de 2º y deben afrontar un curso complejo, con mucho contenido y sí tenían que recuperar algo del pasado...", reflexiona Mena. Una opinión que confirma Santiago Álvarez. "Mi hija está en 2º de Bachillerato y está muy agobiada porque como el pasado año subieron las notas de corte en las universidades se siente más presionada porque tiene que sacar más nota. Yo le digo que 1º de Bachillerato también cuenta y las notas, en general, fueron mejor por lo que sus notas también subirán", explica Álvarez, que afirma que "la metodología on line se aplica más fácil en cursos elevados pero nunca es igual que la educación presencial, la explicación directa del profesor...".

La pesadilla de un nuevo cierre ha planeado sobre sus cabezas y algunos aseguran que después de Navidad hubo rumores de que podía pasar. "Cerrar los centros no sólo tendría efectos académicos sino una carga emocional tremenda", zanja Illarramendi.