- Los agentes especializados de la Policía Foral para realizar la inspección ocular y las pruebas de balística del tiroteo a un vecino de Goizueta concluyeron que el disparo se ejecutó a unos cinco metros de distancia de la víctima y que, a la hora de apuntar a este, el acusado lo tuvo que hacer apuntando “a entre 8 y 14 centímetros del centro del impacto, fuera de la cabeza”. Es la tesis principal de los agentes tras haber realizado multitud de pruebas con cartuchos dispersantes (tienen unos 1.000 perdigones y se hace blanco más fácil porque amplía el ángulo de alcance) como el que pudo usar el encausado para cotejar la concentración de perdigones y tras comprobar que los 15 que tiene sin extraer la víctima en la cabeza apenas ocupan 18 cm2. Por tanto, “el riesgo de alcanzarle en la cabeza era elevado”, dedujo la Fiscalía. La Policía añadió que si el acusado hubiera apuntado y disparado a la cabeza de la víctima “tendríamos muchos más perdigones por el cuello, la espalda, la ropa... por todas partes”. Los forenses, que reconocieron que no resulta sencilla una intervención para extraer los perdigones, dijeron que una munición tan pequeña puede llegar a matar o causar gravísimas lesiones si alcanza el cráneo, si se dispara de tan cerca y según el lugar de impacto. “E incluso hay suicidios con esta munición”.