Iris Dominguez tiene 28 años, es de Pamplona y utiliza pronombres de género neutro (elle) a la hora de presentarse. Estudió Informática en la UPNA y acaba de empezar un doctorado especializado en inteligencia artificial.

¿Estás agusto en tu entorno?

-La verdad es que tengo bastante suerte. Al no estar en una empresa privada no tengo presión o miedo de que me puedan despedir por mi aspecto o mi expresión de género, y eso da mucha paz mental. Pero eso no quita que haya momentos incómodos. A mí lo que más me suele afectar es el tema de los baños públicos. Aunque me asignaron hombre al nacer, hace cinco años salí del armario como mujer trans y empecé con el tratamiento hormonal, así que ya desde el principio tuve algún encontronazo en baños públicos. Hoy en día, aunque apunto más a que se me lea como mujer, a nivel de identidad soy persona no binaria, así que la cosa se ha complicado más. Si ni yo misme soy capaz de clasificarme como hombre o como mujer, ¿cómo decido a que baño entrar? Y por mucho que la universidad sea un entorno amigable, al final los baños aún están separados por género.

Cuando empezaste a interesarte por el tema y a informarte?

-Pues, como creo que casi todo el mundo de mi generación, fue sobre todo por internet. Ya había estado cotilleando mucho por el lado de la orientación sexual, y tenía claro que muy hetero no era. Pero fue sobre todo por un amigo que salió del armario como chico trans, que pude empezar a darme cuenta de que todo esto era una realidad, y a atar cabos con mi propia experiencia. Después de eso, me lancé enseguida a buscar asociaciones y gente trans por aquí, y hoy en día sigo haciendo activismo con la misma gente.

Dentro de la educación que recibiste, ¿también pudiste aprender sobre el tema?

-No, para nada. Ojalá. Y eso que yo aún soy relativamente joven. Lo cierto es que lo único que recuerdo respecto a la gente trans en mi infancia es ver a Carmen de Mairena o a la Veneno en televisión. Y la verdad, aunque hoy en día sé un poco más sobre su historia y les tengo muchísimo respeto, en aquel momento no eran unos referentes con los que identificarse fácilmente.

¿Crées que la sociedad ha avanzado en cuanto a la visibilización y educación en este tema?

-Se ha avanzado una barbaridad. Es genial que se empiece a ver y a hablar sobre este tema sin que sea un tabú, o sin que tenga que estar siempre ligado a la prostitución o al mundo del espectáculo como antes. Pero duele cuando la forma de hablar es en clave de debate, como si todo el mundo tuviera que opinar sobre si existimos o no. A estas alturas, si tiene que haber debate, es sobre cómo actualizar las leyes a la realidad de nuestra sociedad, en la que hace ya mucho que estamos la gente trans y la gente no binaria.

¿Has sufrido alguna vez algún tipo de agresión, ya sea física como verbal, por tu identidad de género?

-Yo por suerte no he vivido ninguna agresión grave. La mayor parte de la violencia que puedo haber sufrido casi siempre tiene más que ver con la ignorancia, es decir, con gente que no entiende y se hace un lío, que con gente que realmente tiene la intención de hacer daño. La gente se ve en una situación nueva y si no sabe bien cómo salir de ahí a veces se pone a la defensiva, como si fuese una batalla y nosotres estuviésemos esperando al mínimo fallo para atacarles. Y la realidad es que la gente trans, binaria y no binaria, somos personas bastante normales. Si se parte del respeto, aunque alguien se lie con el lenguaje inclusivo, o te haya leído en un género que no es el tuyo siempre se perdona rápido.

Y de cara al futuro, ¿qué cree que habría que mejorar?

-Aún queda camino por recorrer. Hoy en día lo más grande sería conseguir una Ley Trans decente, que aclare un poco nuestra situación y se asegure de que la gente trans de todo el estado tengamos los mismos derechos. Luego está el tema de la autodeterminación: el poder acceder a que nuestros papeles reflejen nuestra identidad sin tener que pasar por un informe de salud mental. Además de que la gente no binaria hoy en día no existimos legalmente. Mientras no haya una forma de reconocer nuestra situación, no podemos saber cuánta gente somos, es como si no existiéramos, y eso nos lleva a no ser incluidos en las leyes correctamente.