Los cuatro terremotos sucedidos a las 22:45, 23:03, 23:11 y 23:19 horas del 11 de octubre, con magnitudes 1,3 a 3,9 se han localizado a profundidades de hasta 1 kilómetro. De ellos, tres han sido sentidos por la población con intensidades III, III y IV. Se han dado en la misma zona que tembló el año pasado, esta vez formando un triángulo con centro en Mendioroz.

LEA TAMBIÉN El terremoto de Navarra se sintió a más de 100 kilómetros

Desde el 27 de agosto de 2020 hasta hoy se han sucedido 812 sismos con magnitudes mbLg que van de 0,4 hasta 4,6. Los 84 sentidos por la población suponen el 10,3% con intensidades máximas de V. La madrugada del 1 de octubre de 2020 fue la más enérgica e intensa con varios impactos de magnitudes superiores a 4, siendo el M4,6 de las 00:02 horas el más enérgico e intenso con testimonios que van desde Bizkaia a Francia y toda la cuenca del Ebro hasta la costa de Barcelona y Tarragona.

Estos terremotos son relativamente habituales y están dentro de lo que cada cierto tiempo se suele producir en las fallas de la zona, que recordemos ya estuvieron activas en 1995, 2004, 2017 y este episodio o enjambre que realmente nunca ha parado desde agosto de 2020, siendo el período más tranquilo en el que no se registra ningún movimiento de poco más de un mes: desde el 15 de mayo al 22 de junio de 2021. El resto del tiempo se han alternado períodos de moderada tranquilidad con otros que presentan picos de más de 100 eventos diarios como los de principios de octubre de 2020.

La sismicidad de esa zona, a pesar de ser conocida y recurrente carece de estudios dedicados. Los más destacables se realizaron en torno a la sismicidad desatada por el primer llenado del embalse de Itoiz que comenzó en septiembre de 2004 y duró varios años. Desde entonces se hace un control riguroso de la sismicidad en los alrededores. Las fuentes sismogenéticas (fallas) que están activándose de cuando en cuando en la zona no están localizadas en los mapas geológicos, algunos de los epicentros no son congruentes con los datos tectónicos que se tienen en la actualidad.

La sismicidad histórica en los alrededores de la Cuenca de Pamplona es algo conocido por prácticamente todas las generaciones, destacando los enjambres vividos en 1903, 1923-25, 1982, 1995, 2004-2007, 2013, 2017 y 2020-2021.

El origen tectónico regional de este fenómeno es debido a que la Cuenca de Pamplona está rodeada de fallas; sería un trozo de corteza desplazado unos 15 kilómetros por el efecto del empuje de la placa africana sobre la europea con dos piezas fundamentales: la subplaca ibérica y la aquitana que en su choque hacen emerger la cordillera de los Pirineos.

La Cuenca de Pamplona limita al oeste por la Falla de Pamplona o Estella que nada tiene que ver con estos terremotos. En realidad, ese accidente tectónico son dos fallas de desgarre diferentes, una que afecta solamente a la cobertera y otra profunda que afecta al zócalo y que es la que desplaza la Falla Norpirenaica al "Manto de los Mármoles" o Falla de Leitza. No se trata de un accidente neto, es una extensa banda de cizallamiento de orientación NNE a SSO que afecta a la cobertera desde la Sierra de Andía hasta la zona oriental de la Sierra del Perdón. Debido a la evolución de los esfuerzos corticales generados la Cuenca de Pamplona es una unidad alóctona, es decir, se trata de un trozo de corteza que ha sido desplazada en los últimos millones de años por lo menos los 15 km apuntados, por lo que cualquier reajuste lo notamos como terremotos y temblores que ya sucedían antes de que saliéramos de las cuevas e incluso antes de que existiese nuestra especie “homo sapiens”, hay registros de muchos de ellos en las rocas y sedimentos.

Este fenómeno natural continuará. Las edificaciones, como ya hemos dicho en numerosas ocasiones, están preparadas, tanto las de carácter rural —que heredaron la simetría en alzado y planta y la robustez arquitectónica pirenaica, sismorresistente por herencia aunque no lo sepan sus habitantes— como las nacidas en la era del hormigón armado hace apenas un siglo y diseñadas y ejecutadas bajo estrictas normas y estándares de calidad que en Navarra afortunadamente están muy avanzados.

Existen excepciones muy puntuales de exposición y vulnerabilidad; son edificaciones que aún requieren estudios dedicados; las administraciones van localizando a través de la historia de la normativa, la zonificación geotécnica y la arquitectura aquellas áreas urbanas menos resilientes para ir abarcando una inspección técnica de edificios (similar a la de los automóviles) que poco a poco va dando sus frutos.

*El autor es geólogo investigador en la Universidad de Zaragoza