ue las lágrimas no te impidan ver el horizonte. O quien esperaba escuchar un discurso cargado de emotividad, a tono con la sensibilidad de Luis Sabalza, se llevó alguna sorpresa. Los folios con los que subió al atril el presidente de Osasuna para agradecer al Gobierno y a la sociedad navarra la concesión de la Medalla de Oro de la Comunidad resultaron como el envoltorio de un huevo Kinder: traían mensajes de regalo. Entre referencias a detalles históricos, cita de los malos momentos que atravesó el club y conquistas de la actual directiva, la estructura del discurso tenía, al menos, cuatro importantes apartados subrayados en rojo. Vayamos por partes.

Es la primera vez en un acto oficial, y más de esta relevancia, que un dirigente de Osasuna hace un reconocimiento expreso de los miembros del club “asesinados y represaliados” tras el golpe de Estado de 1936 y años posteriores. “Ni quiero, ni debo ni puedo olvidarme”, enfatizó Sabalza, que también recordó a aficionados del club que sufrieron las consecuencias del terrorismo.

En el plano deportivo, además de enumerar la apuesta del club por el fútbol femenino, los clubes de Navarra, la cantera y la inclusión de personas con discapacidad, el mandatario rojillo disparó otra de las balas que traía en la recámara: la crítica al proyecto de la Superliga europea. El asunto, con ser de uso común en el ambiente futbolístico, cobra más relevancia por el marco en el que sonaron sus palabras y la audiencia que las escuchaba, cargada de representación política. Sabalza aprovechó el altavoz para recordar que así como el Reyno de Navarra resistió durante siglos a “las amenazas” del exterior, Osasuna se enfrenta, como club deportivo, al “reto” de un entorno “en el que proyectos faraónicos pretenden convertir el fútbol en un club de ricos”. Creo que los aplausos de Javier Tebas, presidente de LaLiga y principal detractor del proyecto que abandera Florentino Pérez y el Real Madrid, podían escucharse en la distancia.

El tercer punto del discurso era el preámbulo de la traca final. Quizá para rebatir a quienes han puesto en duda los méritos de Osasuna para ser acreedor a este galardón o por recordar que lo que se mueve en torno a El Sadar no son solo unos deportistas bien pagados por atizar patadas a un balón alentados por un grupo de forofos armados con bombos, banderas y bufandas, el presidente rojillo mostró la factura con “la muy importante aportación a la Hacienda Foral y la generación de empleo de forma directa o indirecta” que realiza Osasuna.

Con este prólogo, llegó la hora de la reclamación y tras la advertencia previa de “la importancia de cuidar a Osasuna”. Posiblemente no fuera el día adecuado, más proclive a los agradecimientos, pero Sabalza afinó la voz para, después de entonar un mea culpa en el trato directo con la Administración, reprochar que “en otras comunidades han comprendido mejor la importancia que tiene un club deportivo de referencia”, en alusión a los privilegios de que disfrutan en la Comunidad Autónoma Vasca la Real Sociedad y el Athletic. Sabalza pidió que esta jornada “sea el comienzo de un acercamiento mutuo”. Las mascarillas no podían ocultar algunos gestos de sorpresa entre los presentes, pues hasta ahora nadie había hecho referencia a que entre el actual Gobierno y el club hubiera un distanciamiento que a tenor de lo escuchado parece real. Como la distancia que hoy existe entre Osasuna y el CD Xota, club de fútbol sala que le alquiló su nombre y su bien ganado prestigio, que ha sido quien le propuso para el galardón, pero que le pide esos mismos “cuidados” que para sí reclama Osasuna. Cohesionar se llama. Coma el argumento que ha hecho a Osasuna merecedor de esta medalla.