Ya hemos entrado en diciembre. La primera nevada ha adelantado el invierno y nos acercamos a las fiestas de Navidad y a las de fin de año. Con ellas llegan las reuniones y los encuentros (en la medida que el SARS-2 CoV, sus mutaciones y el covid-19 nos lo permitan), las cenas y las fiestas. Y también los inevitables cohetes, petardos y fuegos artificiales con los que en muchos lugares se despide el año viejo y se recibe al nuevo.

Hace unos días se conoció la noticia de que en Alemania se va a prohibir, por segundo año consecutivo, la utilización de fuegos artificiales para las celebraciones de Nochevieja. La idea es evitar quemaduras y accidentes que obliguen a emplear recursos sanitarios que en un momento de repunte de la covid-19 son más necesarios en este ámbito. Pero de rebote, esta medida es muy celebrada por sectores animalistas por lo que supone de evitar a los animales el sufrimiento y el estrés que supone su ruido, además de posibles daños auditivos. Dado este primer paso, son muchas la voces abogan por hacer esta prohibición estxtensiva a todo el año.

Puede que sean espectaculares, bonitos, rítmicos, pero sobre todo son estruendosos. Esta ruidera maltrata los oídos de los miembros más sensibles de nuestro hogar: nuestras mascotas, especialmente a los perros.

El estrés que les llega a causar es tal que pueden llegar a morir por un infarto. Lo repentino de la explosión, los decibelios que se llegan a alcanzar y no ser capaz de entender qué está pasando les puede crear tal nivel de ansiedad y miedo que no son capaces de remontar y permanecen en shock largas horas.

Síntomas de esta situación de angustia son agitación, temblores, palpitaciones, que llevadas al extremo a un fallo cardiaco. Algo que agrava el problema es que pueden tardar en recuperarse varias horas y la ansiedad les puede llevar a mostrar una salivación excesiva, hacer pis o defecar de manera incontrolada, perder el apetito. Incluso, desorientarse en su loca huida y perderse.

Por ello es importante adelantarse a los acontecimientos y preparar una serie de medidas antes de que explote el primer petardo.

Dos escenarios posibles

Estas explosiones festivas pueden pillarnos, a nuestra mascota y a nosotros, en dos momentos distintos: paseando por la calle o en casa. Según el caso, habrá que actuar de manera distinta, pero en cualquiera de los casos hemos de haber sido previsores.

Por regla general, la época de petardos y ruidos estruendosos las tenemos controladas porque están asociadas a fechas concretas. Fiestas patronales, celebraciones deportivas exitosas, Nochevieja€

Si salimos a pasear, de recados o nos trasladamos a casa de amigos y familiares, tendremos la prudencia de llevar a nuestro compañero sujeto con una buena correa que sostendremos con firmeza y de manera que un repentino tirón, uno causado por el deseo del can por salir corriendo tras una explosión, no nos la arranque y pueda huir, con todos los riesgo que estos supone.

Dentro de nuestro plan de adelantarnos a diferente posibilidades tendremos esta fuga prevista y le habremos colocado al perro una chapa de identificación con un teléfono para que puedan localizarnos si lo encuentran.

Puede que solo haya sido un petardo y no haya más estruendos, por lo que quizá podamos seguir nuestro camino, pero lo más prudente sería volver a casa, a su lugar seguro.

En casa

Previsores como somos, hemos ido preparándonos para este momento.

1. No dejarlo solo. Sabiendo que van a llegar fuegos artificiales, podemos quedarnos en casa py ser su refugio cuando llegue el susto. Además, con tiempo hemos podido ir preparando su rincón especial, su lugar se guro donde se encuentre a gusto con su cama, sus juguetes preferidos y donde sepa que está seguro. Además, si le pilla solo en casa, puede refugiarse allí a la es`pera de que lleguemos.

2. Calma y tranquilidad. Nosotros sabemos qué pasa y él confía en nosotros. Aunque nos agobie su situación, no podemos dejar dominarnos por los nervios y aumentar su inquietud. Debemos tratar de traspasarle que no pasa nada y que todo está bien. Actuar con normalidad y procurar no reforzar sus miedos.

3. Sonidos relajantes y familiares. La idea es crear un barrera sonora que amortigüe el estruendo con otros no alarmantes para ofrecer una impresión de normalidad. Si ya los conoce de antes o de donde vienen, ayudara bastante, por eso la televisión o la radio son una buena opción. Los conoce y sabe dónde están.

4. Productos calmantes. Antes de usar directamente pastillas tranquilizantes debidamente recetadas por su veterinario de cabecera, podemos probar aplicarle aceites esenciales naturales a base de lavanda y aceite de coco con la ayuda de un difusor y frotar lo con suavidad. También se puede probar algún producto elaborada a partir de una feromona que producen la madres tras el parto y que ayuda a calmar a sus cachorros. De todas formas, lo dicho, consultar con el veterinario.

5. Chucherías y snacks. Dándoles algo de comer pueden mantenerse distraídos. Mordisquear un hueso o unos snakcs especialmente preparados por especialistas que ayudan a calmar y relajar con la ayuda de precursores de serotonina pueden resultar útiles, pero hay que tener en cuenta que si está alterado puede no querer saber nada de comer.

6. Ropa que abraza. Inspirados en técnicas de terapia por presión existen chalecos que ejercen una suave presión sobre el torso, como si estuvieran refugiándose en un abrazo o en el centro de un montón de hermanos con los que se siente absolutamente seguro. Esta opción es buena para canes que ya tengan costumbre de llevar algún tipo de ropa.

7. Educación. Tanto de personas como de animales. Con tiempo, se puede contactar con adiestradores profesionales que ayuden a nuestro compañero a entender y soportar mejor esta situación. Con tiempo, se puede concienciar a nuestros vecinos de que a los animales estos ruidos no solo los pueden molestar, al igual que a bebés y personas mayores, sino que también les puede causar un terrible daño físico en los oídos además de trauma que les lleve a la muerte.

Quizá no sean el remedio absoluto, pero estos consejos seguro que ayudan a supwerar con el menor daños posible estés trance que supone el uso festivo de la pólvora.