A sus 25 años, Bea (nombre ficticio para que no sea identificada), que trabaja desde hace años en el sector de la hostelería como camarera, ha tenido que enfrentarse a un jefe que la acosaba y le tocaba en el bar, a una denuncia por dichos hechos que tuvo que repetir varias veces ante la Policía y la Guardia Civil, a un proceso judicial en el que apenas ha tenido intervención y en el que ni siquiera se pudo personar por desinformación, a un juicio en el que declaró con la voz temblorosa pero con un discurso rotundo y a una sentencia en la que el juez de lo Penal número 4 de Pamplona considera que hay tantos indicios para condenar al acusado como para absolverle pero, que ante tal tesitura, opta por dejarle libre por el principio in dubio pro reo, por el que las dudas en la causa judicial siempre benefician al procesado.

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La prueba, para el juez, era insuficiente. Los únicos dos testigos del juicio fueron el hermano del acusado y la cocinera del local, dentro del cual Bea declaró que el jefe la había besado en dos ocasiones en contra de su voluntad y tocado el glúteo y los pechos. Por mucho que el juez diga en la sentencia que el testimonio de la joven ha sido coherente y constante en el tiempo, sin que se aprecie ningún motivo espurio en el mismo, el ánimo de Bea se ha quedado tocado.

¿Cómo comenzó a trabajar en ese local de la Comarca de Pamplona?

-Conocía al dueño porque solía acudir con mi familia como clientes. Él sabía que yo trabajaba en esto y fue quien me llamó para ofrecerme trabajo, un contrato de mayo a septiembre. Por entonces, en 2021, yo trabajaba a media jornada en una cafetería y veía que esto podía ser más interesante, con mejores condiciones y más estabilidad. Duré un mes.

¿Empezaron pronto los problemas?

-No tardó mucho en empezar a hacer comentarios feos, superficiales, sobre el físico, que me hacían sentir incómoda. Pero ahí todavía no me saltaban las alarmas. Cuando ya observé que iba más en serio fue cuando un día, los dos solos en la barra, me dijo que me cogería de las dos trenzas que llevaba en el pelo y que si podía me empotraba contra el frigorífico. Ese primer comentario me dejó un nudo en la garganta. No sabía ni cómo reaccionar, porque al fin y al cabo yo estaba trabajando y el que me estaba diciendo eso era mi jefe. Y luego fue yendo a más, en los comentarios y en las conductas. Me quedaba en shock porque con estas cosas te bloqueas. Piensas que estas cosas las controlas tú, pero no pasan por tu control, te pillan desprevenida.

¿Qué más le hizo?

-Un día que acababa de llegar a trabajar me preparé un café antes de empezar la jornada. Él estaba enfrente. Me bajé la mascarilla para darle un sorbo al café, y él me cogió con la mano de los mofletes y me dio un beso. Y me dijo: y encima los tienes carnosos. Son cosas que hacía cuando estábamos solos, son gente cobarde. Y aquello para mí fue desconcertante. En otra ocasión, cuando limpiaba una de las mesas, se abalanzó sobre mí, me tocó los pechos y me levantó en el aire. Le dije que me soltara, que iba a entrar algún cliente. Por último, una noche con las puertas del bar cerradas fue cuando me dio más miedo. Estaba terminando de limpiar la barra y él salió de la cocina. Me empezó a besar el cuello y a meterme la mano por debajo de la ropa. Paró porque entonces su hermano estaba golpeando la puerta. Y creo que aquello me salvó de algo más. Aunque su hermano dijera en el juicio que yo estaba ese día tan normal, bebiendo una caña y que les dije Adiós, caris para despedirme. Yo salí de allí en shock. Me indigna que se dé credibilidad a las mentiras que declararon.

Al día siguiente de que eso ocurriera fue su último día de trabajo.

-Sí, al día siguiente era sábado. Apenas había dormido por el episodio anterior y estaba muy mal. Él aún tuvo la desfachatez de preguntarme qué me pasaba. Cuando regresé a casa al mediodía, me eché a llorar. Estaba en un círculo del que no salía. Esa tarde quedé con un amigo de la infancia, muy cercano a mi familia, y le dije a grandes rasgos que ese trabajo me estaba matando. Pero todos necesitamos un trabajo que pague nuestras facturas. Fue en la conversación con él cuando me animé a dejarlo todo. Le escribí un whatsapp al jefe (el acusado absuelto en el juicio) y le dije que ya no iba por la tarde y que estaba harta de las faltas de respeto. Regresé a casa para contárselo a mi madre y a mis hermanas y llorar juntas. Me costó mucho eso. Soy muy de callar y de guardarme cosas y creo que soy una persona fuerte e independiente, pero me derrumbé. Al día siguiente acudí a denunciar. Tuve que hacerlo en la Policía Nacional y de allí me mandaron a la Guardia Civil por vivir en la Comarca. Tuve que repetir hasta cuatro veces lo mismo, me dijeron que tenía derecho a abogado y psicológo, les dije que sí a todo y hasta hoy que no he estado con nadie. El tacto fue inexistente.

¿Volvería a denunciar?

-Sigo yendo a terapia después de todo esto. Todavía tengo que trabajar muchísimo mentalmente para recuperarme y tengo sentimientos encontrados. No recuerdo haber llorado tanto como el día que me notificaron la sentencia. Pensé, si esto es así, mañana igual consigue violarme. Tengo sentimientos encontrados porque se han visto las fisuras del sistema. Un día, a los seis meses, recibí una carta del juzgado de que había juicio (fue en febrero). Al día siguiente me presenté allí y les dije que necesitaba estar con alguien, que yo no estaba bien. Y me mandaron a la oficina de asistencia a víctimas. Imagínate el ánimo con el que iba al juicio. Pero me siento orgullosa de haberle denunciado, las mujeres estamos en constante lucha, hasta a la más fuerte y segura le puede pasar algo así, porque le puede pasar a cualquiera. Es un camino muy difícil, pero igual puedo ayudar a alguien.

¿Hasta qué punto le afectó?

-A día de hoy sigo durmiendo mal. Nunca he tenido problemas de seguridad y autoestima como hasta ahora. El otro día me crucé con el acusado cerca de un puente y empecé a temblar. Es horrible y te vienes abajo. Estoy muy indignada y no quiero ningún tipo de indemnización. Lo que me hubiera gustado es que pisara la cárcel. Respeto que él se defienda, y seguro que va a haber gente que le crea, pero nadie sabe por lo que viví y por lo que pasé. Lo que me da rabia que pueda decir es que ha demostrado su inocencia cuando en realidad es culpable.

SUS FRASES

“A día de hoy sigo yendo a terapia y durmiendo mal. Cuando leí la sentencia, pensé: ya lo próximo será a ver si mañana logra violarme”

“Piensas que todo esto lo controlas tú pero son situaciones imprevistas, que te bloquean. Era mi jefe, ¿qué podía hacer ante lo que hacía?”