burlada - Desde muy pequeños han vivido el balonmano en casa, han crecido con él, es tema prioritario -y omnipresente- en cualquier reunión familiar y también la pasión que les mueve en sus carreras. Álvaro y Pablo son hermanos y su apellido, Gastón, es sin duda sinónimo de balonmano. El primero, de 22 años, es uno de los extremos más prometedores del Helvetia Anaitasuna. El segundo, de 28, es entrenador y dirige a uno de los equipos infantiles del Malkaitz.
A los dos les une, por lo tanto, un vínculo que va más allá del fraternal. El deportivo. Aunque esto no es casualidad, ya que los maestros los han tenido bien cerca. En su casa. “Nuestro tío, Fito (delegado del Helvetia), lleva toda la vida entrenando, primero ligado a Maristas y luego a Anaitasuna. Y mi padre también está muy vinculado, así que el balonmano ha estado muy presente desde que éramos unos críos. En casa estamos todo el día hablando de él. Es el único tema de las comidas”, explica Pablo, licenciado en INEF y Técnico Superior en Nutrición Deportiva.
Desde hace 12 años es entrenador de balonmano y uno de sus primeros cometidos fue, precisamente, dirigir a su hermano en los alevines de Anaitasuna. “Por entonces yo era muy pequeño” -recuerda Álvaro- “y tampoco valoraba mucho el tener a mi hermano entrenándome. Pero estaba claro y decidido que toda la familia acabásemos ligada al balonmano. No podíamos dedicarnos ni al fútbol ni a cualquier otro deporte. Tenía que ser balonmano”, asegura.
En la grada de la Catedral, el extremo zurdo -elegido la temporada pasada como mejor jugador por la Federación Navarra de Balonmano- cuenta con uno de sus mejores apoyos, pero también con uno de sus mayores críticos. Su hermano Pablo se fija mucho en todos sus movimientos. “No voy a decir que es el mejor, eso lo tengo claro. Pero sí es un jugador que en ataque tiene bastante calidad, a nivel técnico de muñeca. Puede dar mucho más de sí y en un par de años creo que debe dar el salto, cuando el jugador ya ha madurado a nivel técnico y de todas sus cualidades. A nivel defensivo ha mejorado mucho y creo que solo le falta confiar un poco más en él. Si lo hace, puede llegar más arriba”, analiza Pablo, a quien le gusta dar consejos, pero los justos. “Él ya tiene a su entrenador, que es Juanto, para que se los dé”, indica.
Álvaro no duda en reconocer que su hermano “es muy crítico” con él, que lo tiene “bien analizado”, pero él no se corta un pelo tampoco a la hora de valorar a su hermano como entrenador, a quien esta semana visitó, junto con otros jugadores del Helvetia, en una de las sesiones del Malkaitz. “Bueno, es un poco personajillo, porque tener a las pobres crías entrenando en Navidad, a las diez y media de la mañana, es ser un poco friki. Pero bien. Es exigente, lo ha llevado siempre en la sangre, como mi tío, y es normal”.
Quien sabe si, en un futuro, los caminos de Álvaro y Pablo volverán a encontrarse como jugador y entrenador. En la Asobal. Todo es posible.