Esperan como agua de mayo los miércoles de entrenamiento. Ese día, en el polideportivo Hermanos Induráin de Villava-Atarrabia, se enfundan las camisetas verdes -que incluyen además sus nombres en la espalda- y durante una hora y media aproximadamente entrenan. Y se divierten. Porque el Popurrí Beti Onak es un equipo donde juegan al balonmano, pero ante todo disfrutan los unos junto a los otros.

Eso lo tiene muy claro, por ejemplo, la jugadora Garazi Urreaga: “Lo que más me gusta es disfrutar con los amigos y conocer compañeros nuevos”. En la misma línea se expresa otro de los integrantes del equipo, Benito Sarasate, quien explica además que “desde siempre me ha encantado el balonmano y también el baloncesto”. De vez en cuando va al pabellón a ver al Replasa Beti Onak, equipo en el que juega su entrenadora Maca Sans, que “es muy buena”. Pero, sobre todo, le gusta presenciar los partidos del 1ª Nacional. “Suelo ir a ver a los chicos más. A Fran Rossetto, a Miguel Mateo, a Miguel Francés...”, dice.

La que está “encantada” también con este deporte es Arantxa Rodrigo. A esta jugadora del Popurrí Beti Onak lo que más le gusta “son los pases” y asegura que Maca Sans le enseña “mucho” a practicar este deporte.

Y entre los integrantes de este equipo también se encuentran los hermanos Javier e Íñigo Ruperez, quienes son incondicionales del balonmano y no se pierden un partido del Replasa Beti Onak. “Todos los días estoy en el pabellón”, confiesa Íñigo, quien explica el porqué se sumó a esta iniciativa. “El año pasado me comentó Maca la idea de este proyecto y le dije que por mí, encantado. Llevo toda la vida en el balonmano, surgió esta oportunidad y aquí estamos”, dice. Ir en silla de ruedas no ha sido impedimento para disfrutar de la práctica de este deporte y tampoco para acceder sin problemas al pabellón. “El trato de la gente de Villava con la gente con discapacidad es espectacular”, constata.

Su hermano Javier explica el origen de la pasión de esta familia por el balonmano. “Cuando el San Antonio iba a Castejón mi padre, que jugaba, nos llevaba a los partidos. Como mi hermano no podía subir a la grada, nos poníamos en el banquillo con los jugadores. Hicimos amistad y mi padre nos empezó a subir a Pamplona a ver los encuentros. A partir de ahí, nos picó el gusanillo y hasta ahora”, explica.

Fieles entusiastas del San Antonio, los hermanos Ruperez no dudaron en animar a un gran amigo suyo, el técnico navarro Zupo Equísoain, para que se acercara a Villava-Atarrabia y conociera de primera mano el proyecto. Al entrenador del Raimond Ego Sassari italiano le gustó mucho esta iniciativa.