Un héroe regresó a casa el martes 30 de julio de 1991. Tras ganarse el honor y el privilegio de vestir el maillot amarillo y copar la cima del podio en los Campos Elíseos, Miguel Induráin, ferviente ganador del Tour de Francia, fue recibido como un ídolo de masas. El navarro realizó una gesta que no dejó indiferente a nadie. Ni los franceses tuvieron palabras de desamparo para este villavés, que inició una exitosa andadura deportiva que duraría cuatro años más.
Miguel Induráin mostró nervios de acero y pies de plomo al hacer frente a una multitud de actos y homenajes.
Villava y Pamplona se lanzaron a la calle para mostrar su apoyo y gratitud al ídolo. Decenas de miles de personas vitorearon al campeón a lo largo de un trayecto que recorrió las calles de la capital navarra.
El campeón aterrizó en helicóptero en el campo de fútbol de Peritos. La multitud aguardó expectante su llegada en las bandas del césped, pero cuando apareció el protagonista, los encargados de mantener el orden se vieron desbordados y Miguel, rodeado por un gentío que apenas dejó maniobrar al descapotable que le conducía a la iglesia de San Andrés, en la que ofreció flores a la Virgen del Rosario junto al arzobispo de Pamplona y ante la vigilancia de los fotógrafos.
Después de la ceremonia, la muchedumbre siguió al ciclista hasta la Plaza Consistorial, formando un pasillo humano por el que desfiló el coche que portaba al campeón, que recorrió las principales calles de la capital hasta llegar al Palacio de Navarra por un recorrido triunfal en el que los aficionados de la Chantrea, San Jorge y San Juan pudieron ver de cerca al que ya era un mito del deporte navarro.
Una vez en el Palacio, Induráin firmó en el Libro de Honor de Navarra durante una recepción ofrecida por el Gobierno foral en un Salón del Trono tan abarrotado como los aledaños del edificio. Pero el momento más emocionante estaba por llegar. El navarro, acompañado por sus padres, Eusebio Unzué y Javier Luquin, salió al balcón de la Diputación, donde recibió los aplausos de las miles de personas que le esperaban en el Paseo Sarasate.
Los actos concluyeron con un lunch en el patio, donde el ciclista brindó con el entonces presidente del Gobierno de Navarra, Gabriel Urralburu, por el éxito conseguido.
recuerdos imborrables La memoria de esa primera victoria en el Tour sigue vigente hoy en día, sobre todo entre las personas más cercanas a Induráin y al ciclismo navarro en general. Nombres propios como Pepe Barruso, fundador del Club Ciclista Villavés; Juan Salas, de la Peña Ciclista Alas; Joaquín Paularena, presidente del Club Ciclista de Ermitagaña en 1991; o Aitor David, que por aquel entonces presidía la Peña Induráin, recuerdan con emoción la primera victoria en París del mito navarro.
tour´91 > pepe barruso
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El pentacampeón del Tour siempre ha recordado a Pepe Barruso como una de las personas más influyentes en su formación deportiva. Barruso fue uno de los fundadores del Club Ciclista Villavés, donde Induráin corrió desde 1975 hasta 1982. Entonces ejercía de presidente, pero también se convirtió en el primer entrenador del mito navarro. "Jamás imaginé que Miguel ganara un Tour. Tenía buenas cualidades, pero, por su estilo, le veía más como campeón del mundo", reconoce el presidente.
Barruso todavía percibe la alegría que vivió todo el club con la victoria de Induráin. "Es un orgullo que un ciclista formado en nuestra casa consiguiera tal éxito. A pesar de que su primera victoria en París fue inesperada para todos, nos hizo felices y todavía nos llena de emoción", recuerda el presidente, que no duda al reconocer que el primer Tour del de Villava fue el más emocionante. "El Tour del 91 fue un shock, los demás ya los veíamos como algo habitual, como si fuese normal que un navarro coleccionara victorias en la ronda más importante del ciclismo a nivel internacional", sentencia Barruso.
"Cuando hablaba con Miguel me recordaba lo que sufría durante las etapas, así como nuestro deber de valorar la dificultad de su éxito. Y con el tiempo se aprecia más. Disfrutar en Navarra de un campeón como él sucede una vez cada mucho tiempo. No creo que yo llegue a ver a otro ciclista foral como él", continúa su primer entrenador.
La primera victoria de Miguel Induráin en el Tour supuso un boom en Navarra. Los más beneficiados, los clubes ciclistas. Barruso cifra en 145 el número de chavales que se inscribieron en el Club Ciclista Villavés a raíz del éxito de Induráin. Una cantidad que ha ido disminuyendo desde la retirada del pentacampeón del Tour de Francia.
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"La gente no quería ver el Tour, quería ver a Induráin"
Joaquín Paularena presidía el Club Ciclista Ermitagaña en 1991. "Con la victoria de Induráin se batió el récord de licencias en Navarra", recuerda. Pero esa repercusión duró lo mismo que la carrera del campeón.
Paularena cree que el "efecto Induráin" tuvo más que ver con la ilusión de los navarros por contar con un ídolo local que con el interés por el ciclismo. "La gente no quería ver el Tour, quería ver a Induráin", sentencia sin dudar.
Veinte años después de la primera victoria del de Villava, el club sigue en marcha. Sus niños idolatran ahora a Alberto Contador y quieren emular a Imanol Erviti, que empezó en Ermitagaña. Pero la esencia de Miguel Induráin continúa impregnando a todos. "Los niños que corren ahora tienen once años y no vivieron esa época, pero sus padres y nosotros nos encargamos de mantenerle muy presente. Ha sido el mejor ciclista navarro y eso perdura", concluye Joaquín Paularena.
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"Miguel se convirtió en un icono irrepetible"
Para Juan Salas, el hecho de que Induráin ganara el Tour del 91 fue un acontecimiento importantísimo. "Fue el primer Tour que ganó Miguel y se vivió de una manera muy intensa. En nuestro caso, acudimos en autobuses a París, fue algo increíble", sentencia el presidente de la Peña Ciclista Alas.
Para Navarra también fue algo fuera de lo común. Induráin se convirtió en el cuarto español en ganar la ronda gala. Regresó a Villava en helicóptero y acudió en un descapotable al Ayuntamiento. Sus otras cuatro victorias también se vivieron con mucha emoción, pero no llegaron a ser lo mismo. "Lo de Miguel fue una bonita sorpresa. Él sabía cómo llegaba a la carrera y dejó destellos los años anteriores, pero no pensábamos que ganaría el Tour. En las últimas etapas nos lo fuimos creyendo, pero hasta entonces, fue un sorpresón", comenta el navarro.
Por aquel entonces, el ciclismo era un deporte muy seguido en los bares. La presencia de Induráin fue una razón más para acudir. "Era bonito e interesante porque se comentaba todo y había gente que entendía mucho", comenta. "Incluso muchos cogían sitio antes para ver bien la etapa. Todo el pueblo se juntaba con mucha pasión en los establecimientos. Había también periodistas merodeando y preguntando. Fue algo muy mediático", continúa Salas.
Durante esos años, Miguel Induráin era un icono nacional. Capaz de arrastrar masas, el de Villava enamoraba con o sin la bicicleta. "Ahora no es lo mismo que antes, ya no se sigue con ese fervor. Miguel atraía a los medios de comunicación. Además de coronarse como un gran ciclista, tenía carisma y caía bien a todo el mundo. Rebosaba clase deportiva y personal. Se impuso en España, pero también en Francia y en Italia era querido por muchísima gente y no solo por todo lo que ha ganado, sino por cómo es", concluye Salas.
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"Muchos pensamos que pudo haber ganado el Tour en 1990"
La Peña Induráin también realizó su particular seguimiento. Acudió al Tour en autobús para seguir al navarro. Al frente de ella, su entonces presidente, Aitor David, tenía una fe ciega en el ciclista. "Sabíamos que Miguel llegaba en buena forma al Tour, pero éramos conscientes de la dificultad de que ganara. Pero él iba progresando y, de hecho, muchos pensamos que podría incluso haberlo ganado en 1990", recuerda.
En Navarra fue el no va más. Induráin nunca tuvo ningún conflicto con nadie. Es más, nunca ha encontrado un sucesor. "Ahora, las cosas han cambiado. Ya no hay ciclistas tan punteros en España, ni en lo profesional ni en lo carismático. Contador es un campeón, pero la gente está más fría con él y con los ciclistas en general", opina.
"En la época de Miguel Induráin, el ciclismo tuvo una demanda enorme. De hecho, mucha gente había dejado la bicicleta y la retomó. Ya nada es como entonces", finaliza Aitor David.