El Partido Popular alarga su estrategia de posicionar su discurso más allá de la ponencia política decantada hacia la extrema derecha que asumió en su reciente congreso y trata de marcar terreno propio que le diferencie del relato que Vox ha logrado introducir en su agenda desde que soporta sus gobiernos autonómicos. El partido de Abascal es consciente de ello y ha optado, a su vez, por elevar el tono de su relato para obligar a Núñez-Feijóo a asumirlo o a perder puntos en la disputa de su electorado. La actitud del PP hacia Vox solo puede calificarse de inquietante por el modo en que el supuesto compromiso de Feijóo de no gobernar con ellos se ha cargado de tantos matices que queda en nada. En pocas horas, ese “compromiso” ha pasado a ser “aspiración” y ésta de no contar con Vox a no sumarles al Gobierno. Un recorrido que ya se experimentó en las autonomías que gobierna el PP y que depende de la ultraderecha para hacer política, lo que ha servido para introducir su sesgo en ella.
El nuevo plano discursivo en el que se disputa un pulso indoloro entre ambos es el de la inmigración. La radicalidad del relato de la ultraderecha se contrapone a uno medido e inocuo distanciamiento del PP. Si Vox aboga por expulsiones masivas, el PP las rechaza pero asocia la reforma de la Ley de Extranjería con una regularización masiva. La realidad, sin embargo, es que el rechazo del PP a esta norma supone negar la posibilidad de acogida por arraigo social, laboral o familiar que recoge. Igualmente supone descartar la materialización de la filosofía del derecho humanitario en tanto reprueba que se proteja mediante la regularización –con el reconocimiento de derechos que implica– a las víctimas de explotación laboral, sexual o violencia de género y a sus hijos y progenitores. En esencia, sin el tremendismo populista del enunciado de la extrema derecha, el disfraz de limitación legal que incorpora el relato del PP no es otra cosa que asumir el plano discursivo de Vox. Si la pugna entre ambos va a ser meramente semántica, la esencia de su posición no será tan dispar. Lo han acreditado en el pasado compartiendo políticas migratorias, familiares o sobre género en diversas autonomías. Feijóo pretende reeditar el relato de la casa común de la derecha para el PP pero para ello abandona el centro.