En Guijuelo, la tierra donde se veneran las patas negras, ningunas mejores que las de Jasper Philipsen cuando se trata de jugársela en el debate de los velocistas. El belga dominó de punta a punta un esprint académico para saborear su tercera victoria en la Vuelta.

Es Philipsen el velocista más dominante y evidenció su jerarquía por delante de Mads Pedersen y Orluis Aular, que en realidad no se acercaron al belga, conducido a la victoria por sus compañeros en una llegada limpia, una pista de aterrizaje para Philipsen, otra vez sonriente y dichoso en la Vuelta.

El belga, que tuvo que abandonar el Tour por una caída, ha sanado las heridas en la Vuelta. El ajuste de cuentas idóneo después del dolor. Flota Philipsen, varios cuerpos por encima del resto cuando se trata de entrar en combustión.

Philipsen, dominante

En cuanto activó la turbina dejó sin rebufo a sus rivales, que observaron al belga perderse en el punto de fuga, una silueta que empuñaba el viento, que alzaba los brazos por tercera vez.

Tres veces Philipsen, rematador de una jornada que miraba a la Bola del Mundo (12 kilómetros de ascensión la 8,6% de pendiente media y rampas al 20%), donde Jonas Vingegaard y Joao Almeida se disputarán el cetro de la Vuelta camino del cielo, a 2.251 metros de altura.

Ensimismado el portugués con lo que será, pero aún no es, perdió de vista en las calles de Salamanca a Vingegaard, más pendiente de lo que es, del aquí y el ahora, porque uno nunca sabe lo que será en el futuro.

El danés no posee una bola de cristal que le diga lo que sucederá en la Bola del Mundo. No quiso jugar a visionario. Terrenal, eligió prestar atención a lo que tenía delante. Así logró cuatro segundos más de renta sobre Almeida rebañando entre las migas de las bonificaciones. No conviene despreciarlas.

El líder agarró la saca de los segundos de bonificación en un esprint intermedio. Un buen botín para la calculadora danesa, que gestionada cada esfuerzo bajo el microscopio tras la tunda de un Tour en apnea. El líder se medirá a la Bola del Mundo, la cumbre definitiva de la carrera, con 44 segundos de ventaja sobre Almeida.

El líder rebaña 4 segundos

No es una distancia insalvable para el portugués, pero es mayor que la que salió del esfuerzo de la crono. En una Vuelta de distancias cortas, en la que hombrean Vingegaard y Almeida en un vis a vis, un palmo puede ser la diferencia.

“Estamos en una buena posición para mañana. Intentaremos ir a por ello. El esprint fue improvisado, intentamos estar delante y pensamos en por qué no intentarlo. Es bueno tener cuatro segundos, aunque no es mucho. Me mantengo líder y estoy contento con ello", apuntó el líder.

"Estoy liderando la general y debo defender el maillot rojo. En principio estaremos a la defensiva, viendo cómo se mueven los rivales, pero si estoy en la lucha por la etapa iré a por ella", estableció Vingegaard.

Agregó el danés un poco más de aire y tiempo para el asalto definitivo en la Sierra madrileña, donde se cierra lo competitivo de la Vuelta a expensas ocaso en Madrid.

"Conozco la leyenda de la Sierra madrileña, espero que no se repita", analizó el danés que ha repasado la subida de Contador, Purito y Valverde años atrás.

Fuga de Otruba

Jakob Otruba, un tallo, 1,90 metros, es el primero en levantarse en el campamento del Caja Rural. Le gusta madrugar, apreciar la salida del sol, esa calma antes del ajetreo, el duermevela anterior a la algarabía.

Fiel a sí mismo, el checo, que explora la Vuelta por primera vez, se activó en cuanto sonó el despertador en Rueda. No quería perder el tiempo, bien preciadísimo y único.

Los madrugadores siempre tienen algo que hacer, por eso le ganan cuentas al reloj para pensar que así se estira más el tiempo, a modo de los relojes de Dalí. Otruba echó a rodar de inmediato, de un respingo, sin miedo a lo que tenía por delante.

Los madrugadores no le temen a lo que traiga el día, por eso abren los ojos antes. O quién sabe si intuyen algo malo y están alerta para salir corriendo y verlo venir. Hay quien elige cerrar los ojos.

Otruba, la mirada encendida por la luz que deja de ser madrugada para incorporarse a la mañana, no tenía ninguna pereza, a diferencia del pelotón, aletargado en una jornada para estirar las piernas y relajarse tras el sofoco exprés de la crono y la montaña que tamborilea los dedos en la terraza de la Bola del Mundo.

Vuelta a España


Decimonovena etapa

1. Jasper Philipsen (Alpecin) 3h50:35

2. Mads Pedersen (Lidl) m.t.

3. Orluis Aular (Movistar) m.t.

4. Jenthe Biermans (Arkéa) m.t.

5. Ben Turner (Ineos) m.t.

6. Arne Marit (Intermarché) m.t.

7. Fabio Christen (Q 36.5) m.t.

8. Ethan Vernon (IPT) m.t.

78. Mikel Landa (Soudal) a 33’’

122. Markel Beloki (Education First) a 2:13


General

1. Jonas Vingegaard (Visma) 68h57:44

2. Joao Almeida (UAE) a 44’’

3. Tom Pidcock (Q 36.5) a 2:43

4. Jai Hindley (Red Bull) a 3:22

5. Giulio Pellizzari (Red Bull) a 4:23

6. Matthew Riccitello (IPT) a 5:21

7. Felix Gall (Decathlon) a 5:24

8. Sepp Kuss (Visma) a 7:30

27. Mikel Landa (Soudal) a 1h15:55

50. Markel Beloki (Education First) a 1h58:56

Huyó hacia delante, navegando en trance entre campos amarillos, algunos albinos, pardos otros, un patchwork en la estepa de los campos de Castilla. Otruba era una Quijote sin Sancho Panza, sobre un caballo de carbono. Guernalec fue su escudero al comienzo.

Un rato de compañía que fue un suspiro. Encaró el checo las rectas sin final, camino del horizonte, con la pasión conmovedora de quien sabe que recorre una derrota bajo el sol hacia un destino conocido.

El orgullo de los aventureros, de los que vagan sin rumbo por el puro placer de descubrir la vida, le mantuvo pedaleando sin hacerse preguntas porque las respuestas eran demasiado dolorosas. La ilusión era su brújula.

La que mantiene para poder correr algún día la París-Roubaix, su sueño. “Me gusta Roubaix. Es mi carrera favorita de ver en televisión y quiero correrla algún día".

En la Vuelta, Otruba dejó su sello antes de que el pelotón se enfatizara a la llegada a Salamanca y le mitigara. “Creo que nuestro deber es la esperanza, la probable esperanza, la verosímil esperanza”, escribió Jorge Luis Borges. Ese era el motor del checo.

Vingegaard y Almeida charlan durante la etapa. Efe

Vingegaard, muy atento

En el esprint intermedio, tras Otruba, Vingegaard, atento, rascó cuatro segundos para su causa sin que Almeida le rastreara ni cayera en la cuenta.

Con ese arañazo el danés revirtió casi la mitad del tiempo perdido en la crono de un bocado. El líder, al igual que el Otruba, estaba muy despierto, madrugador.

Recogió la bonificación mientras el portugués abrazaba la somnolencia. En una Vuelta que se cuenta en el gotero de los segundos, en la que cada tic y cada tac es una perla, un gramo de oro, Vingegaard tiñó con más rojo el liderato.

El movimiento se puede interpretar como debilidad y necesidad o como el que sabe que las oportunidades se han de aprovechar. El coste energético fue nulo y el premio, interesante. Los días que parecen que no son aprovechables, son los mejores. El famoso no quería salir pero me acabé liando.

La Vuelta vive días extraños. Estructurado el pelotón tras algún fogonazo, en la liturgia del esprint, Philipsen encontró su tercera victoria. Triplete para el belga, un esprinter pata negra en Guijuelo, donde Vingegaard afila el colmillo.