Quemar las naves
"mercedes Milá, chocheas". Por fin alguien logró definir con rotundidad el trabajo en Gran Hermano de esta presentadora y, por extensión, el de todos los participantes. Porque si por algo se está caracterizando este programa es por dar voz a los personajes más bordes. Y su presentadora se ha instalado también en ese estado de ánimo que día a día se transmite a buena parte de las relaciones que muestran. Se podría decir que el mensaje es "cuanto más macarra seas más cámara te llevas". Puede que no haya otra manera de contener a esta especie en vías de superpoblación como son los concursantes televisivos. Ya se vio en El conquistador del fin del mundo. Julián Ianzi superó un pequeño motín que pudo dar al traste con el concurso. Ianzi dijo que no permitiría "pataletas" cuando una concursante pedía un médico "de verdad" y no aquel sucedáneo que le había atendido. Ianzi sacó su mejor disfraz de Hernán Cortés cabreado para darle fuego a la idea de quienes querían abandonar la aventura. La convivencia en los concursos de televisión sólo se mantiene con el látigo y la mano dura.
Otros que perdieron el norte en su despedida de vacaciones fueron los presentadores de Aspaldiko. A ritmo de Adelante el hombre del seiscientos, dieron a la televisión vespertina uno de sus momentos más patéticos de los que se recuerdan en esos sagrados momentos de la siesta. Uno no sabía si lo que proponían era una charla con toques de humor o si de lo que se trata es de hacer del programa una hormigonera: ahora una palada de debate y cuando a mí me apetezca pues mira: "la carretera nacional es mía". Pudo ser peor y que, después de descubrir el género musical paralelo a Cine de barrio, decidieran a última hora cancelar sus vacaciones y estropearnos las siestas de la Pasión. Que de eso ya se ha encargado ya Terelu Campos.