La Nochebuena de 1584, Echaniz encontró la muerte lejos de casa, en Labrador, en la costa canadiense. El testamento, que dictó a favor de su hija y de su mujer cuando intuyó que se aproximaba al final, tiene un profundo valor en Canadá, porque es el más antiguo de los documentos escritos de Norteamérica, y en Euskadi, porque con testimonios como el de Miranda se ha documentado la vida (y muerte) de los balleneros vascos.

El texto, histórico y sentimental al mismo tiempo, se incluye en la exposición Balezaleak. Cazadores de Ballenas del Museo Naval de Donostia, que reconstruye una forma de vivir más de 500 años después de la muerte de su protagonista.

Tras homenajear a Andrés de Urdaneta y a través de él a los navegantes vascos, el museo reivindica en esta exposición, que puede visitarse desde hoy y hasta el 29 de abril de 2012 -durante más de un año- el papel de los vascos en esta práctica hoy rechazada. "A pesar de la relevancia histórica de la caza de la ballena en el País Vasco, esta es la primera vez que se ofrece una exposición monográfica sobre el tema", subrayó el comisario de la muestra, José María Unsain.

La exposición retrocede hasta las pesquerías medievales, cuando la ballena era casi un mito, "un animal misterioso que les daba mucho miedo", indicó la directora del museo, Soco Romano, hasta el estado actual de las poblaciones de cetáceos, con varias especies en peligro de extinción. Pero entre uno y otro se detendrá especialmente en el siglo XVI, el periodo de esplendor de la caza de la ballena y las expediciones vascas a Terranova y Labrador. "En esta ocasión no estamos ante un mito o una idea exagerada de la importancia del pasado ballenero vasco sino que, al contrario, esa memoria histórica se encuentra minimizada respecto a la realidad", puntualizó Unsain.

"La pesca de bacalao en Terranova fue un capítulo destacado de la historia marítima vasca pero, en realidad, los vascos seguían la estela de los portugueses, normandos o bretones. La caza de la ballena, por el contrario, fue una actividad singular", resaltó. Para desarrollar este relato, el comisario ha realizado una exhaustiva labor de recuperación iconográfica a la que pertenecen materiales de "notable valor histórico" como manuscritos originales de los siglos XVI y XVII de Mutriku y Hondarribia, grabados fechados entre los siglos XVI y XIX, un óleo citado en la célebre novela Moby Dick de Melville, restos óseos medievales de ballena franca, réplicas de embarcaciones a escala real, fotografías, libros y útiles para la captura de cetáceos.

de los remos a las naos

Época de esplendor

Las primeras referencias de la caza de ballenas en Europa remiten al mundo escandinavo, en plena Edad Media. "Un poco más tarde, los vascos comienzan a cazar ballenas a la vista en sus costas perfeccionando la técnica de captura, con arpón atado a un cabo, utilizando pequeñas embarcaciones a remo o vela", explicó Unsain. Los balleneros vascos extendieron su zona de captura al Cantábrico hacia Asturias y Galicia, y allí establecieron bases balleneras para luego exportar el aceite a España y otros países europeos. "Es decir, los vascos son los primeros que hacen de la caza de la ballena una labor preindustrial, organizada", concluyó el comisario.

Para explicar esta etapa en imágenes, la exposición dispone de la reconstrucción "conjetural" de una txalupa ballenera, como las que se usaron entre los siglos XII y XIII, y la réplica que se construyó para la expedición Apaizac Hobeto.

Para el siglo XVI, la época de esplendor de los balleneros vascos, se emplean naves balleneras, como la Red Bay, cuya maqueta a gran escala (aunque no hasta los 22 metros de eslora de tamaño real) también se recoge en la exposición. La recordarán quienes la contemplaron en el Pabellón Vasco de la Expo de Sevilla (1992) y los que escucharon su historia: se hundió en 1566 por una helada imprevista con 1.000 toneles de aceite a bordo, aunque no se sumergió del todo -los mástiles quedaron a la vista- y se pudo salvar parte de la carga.

Pero, aunque tenía base, la época de esplendor de los balleneros vascos se inició por casualidad. En el siglo XVI se desplazaron a Terranova en busca de bacalao y descubrieron en el sur del Labrador un paraíso ballenero. Entre 1560 y 1585, los pescadores vascos, sobre todo de Lapurdi y Gipuzkoa, prácticamente "monopolizaron las capturas", acaparamiento que se reflejó en la actividad de los puertos de Ciboure, San Juan de Luz, Biarritz y Baiona y todos los muelles guipuzcoanos, con especial incidencia en Donostia y Pasaia.

Del aceite a las barbas

El bálsamo de la sidra

Como subraya el testamento de Joanes de Echaniz, hasta el siglo XVI el aceite era lo más valioso que uno podía extraer en la ballena. A partir del siglo XVII, en cambio, las barbas de ballena -de entre un metro y dos metros y medio de longitud- se convierten en el elemento más apreciado: el material, flexible y resistente a la vez, sirve para fabricar los corsés de la época, gafas, parasoles e incluso los escanciadores que usaban para servir los finos andaluces.

El cálculo de la tripulación se realizaba por el número de toneles: por cada 100 toneles se contrataban 20 marineros. Para navegar era suficiente con una veintena y el resto se ocupaban de las barricas, un ejemplo de las cuales también descansa en el Museo Naval. De esa vida dura y peligrosa dan cuenta las frecuentes tumbas colectivas, aunque, como destacó la diputada de Cultura, Mª Jesus Aranburu, los vascos contaban con un arma secreta: "la sidra", que les protegía de males como el escorbuto, la enfermedad de los marinos.

de pioneros a maestros

Conflicto en Gipuzkoa

El dominio vasco llega a su fin a comienzos del siglo XVII en una especie de harakiri. Otra joya documental de la muestra, por la historia que contiene, es el texto de 1626 de las Juntas Generales, que desvela la queja del Ayuntamiento de Donostia a la Cámara de Gipuzkoa porque marineros vascos estaban enseñando a cazar ballenas a los holandeses. Se desconoce en qué desembocó la protesta, pero el magisterio está fuera de toda duda. Un cuadro del pintor Van Wieringen (1620), presente en la muestra, delata a los marineros vascos, con txapelas, en embarcaciones holandesas introduciéndoles en las destrezas del arte pesquero.

Como consecuencia, Euskadi pierde la hegemonía y la participación de un gran número de barcos Holanda, Inglaterra y Dinamarca hace descender drásticamente la población de ballenas del Atlántico Norte y el Ártico.

Pese a algunas tentativas para reimpulsar la actividad, como la fundación de la Compañía Ballenera de San Sebastián -el folleto para la captación de socios puede contemplarse en una vitrina-, el siglo XVIII es la época del declive definitivo y a principios del siglo XIX solo se producen capturas esporádicas en el litoral vasco que "solo servían para rememorar con nostalgia los viejos tiempos", apunta Unsain.

Un arpón con cabeza explosiva incluido en la recta final de la muestra da fe de las destructoras técnicas que usan los buques de vapor a partir de mediados del siglo XIX. Como consecuencia, peligra la supervivencia de varias especies de cetáceos.

Aunque el Estado escribe un último capítulo de las capturas balleneras con la implantación de varias compañías en Galicia en los años 40 y 50, la empresa finalizó en 1986 con la moratoria sobre la caza de cetáceos suscrita por 30 países, entre ellos España. "En la actualidad, la caza de ballena no tiene razón de ser. Prácticamente todos los productos derivados de los cetáceos pueden ser sustituidos por otros que no conllevan riesgo para la biodiversidad", sostuvo Unsain.

La exposición finaliza con una serie de fotografías de Greenpeace que retratan la crueldad de la práctica. Japón y Noruega todavía se resisten a firmar la moratoria.