Madrid. Con prólogo de Antonio Mingote y epílogo de Chumy Chúmez, la antología incluye las portadas más representativas del semanario, incluida la que abre su cubierta y que firma Gila, con un famoso chiste: "No le des más puñaladas, hombre", dice un personaje a otro que está cosiendo a navajazos a un tercero, y el interpelado le responde: "Pues que deje de llamarme asesino".
Dirigida por Miguel Mihura, el 8 de junio de 1941 veía la luz esta publicación mítica que creó escuela con su humor surrealista, absurdo, irónico y desconcertante, y que fue vivero de periodistas ingeniosos y de dibujantes sublimes que figuran hoy en la cúspide.
Pero fue Álvaro de Laiglesia, "que había participado, avispadísimo adolescente, en su fundación", quien tomó las riendas de la revista en marzo de 1944 y "supo mantenerla con talento y esfuerzo durante más de treinta años", afirma Mingote en el prólogo.
Hubo un tiempo en España en que "decir 'yo pertenezco al equipo de La Codorniz' era a lo máximo a lo que se podía aspirar", asegura Melquíades Prieto, autor junto con Julián Moreiro de La Codorniz. 70 aniversario: 1941-2011, editada por Edaf.
Revisar, como han hecho Prieto y Moreiro, los más de 1.800 números de este semanario, cuya publicación se prolongó hasta el 11 de diciembre de 1978, es "una manera distinta de ver la historia de España", pues este rotativo, hito del periodismo de humor español, "la supo reflejar como nadie".
Así, "se ve la evolución de la España pobre y mísera de los años 40, cómo se aligera la vida un poco en los años 50, entran nuevos dibujantes y empieza, y es una cosa que te hace gracia cuando lo ves, la denostada figura del pobre guardia urbano, que es lo máximo que se toleraba" de la crítica a la autoridad, señala Prieto.
"En los años 60, los españoles empiezan a soñar con Europa, unos porque se tienen que ir y otros porque ven venir a extranjeras, y eso en La Codorniz se percibe fenomenalmente", continúa.
Esta década es, para Prieto, "la más apasionante" de la revista. Coincide con "la aparente libertad de prensa" del régimen, en la que "no había censura previa, pero después te cerraban".
En los 70, La Codorniz empezó su lento, pero inexorable, declive, al "sufrir la competencia" de numerosas revistas del mismo estilo, como Hermano Lobo y Triunfo, y debido también al "frenesí" experimentado por la prensa en aquella época con más libertad de expresión, "con publicaciones por doquier, todas colocándose ideológicamente e incorporando uno, dos y hasta tres dibujantes de cabecera".
Con o sin reconocimientos, lo cierto es que, añade Chumy Chúmez en su epílogo, "tardará en extinguirse la influencia codornicesca".