madrid. "Un poema, si no es una pedrada -y en la sien-, es un fiambre de palabras muertas...". Así entiende Ramón Irigoyen la poesía, por la que lleva transitando más de 30 años, un tiempo que acaba de reunir en el libro Poesía reunida (1979-2011), en el que incluye sus polémicos romanceros satíricos.
Ramón Irigoyen (Pamplona, 1942), periodista, traductor y ensayista, pero sobre todo helenista y latinista, reconoció a Efe que está dotado para la sátira, una mirada corrosiva que le ha acompañado toda su vida, tanto en el periodismo como en el verso, donde ha puesto ritmo y medida a los acontecimientos y personajes del día a día.
En Poesía reunida (1979-2011), que acaba de salir a la calle editada por Visor, el escritor reúne cuatro libros: Cielos e inviernos (1979), Los abanicos del caudillo (1982) y los inéditos Romancero satírico y La mosca en misa.
"Dicho con la humildad del cardenal Rouco Varela, Cielos e inviernos creo que es el libro que ha tenido mejor acogida crítica en los últimos 30 años", explicó el autor con fina ironía, al tiempo que recordó que cuando salió, en 1978, después de ser aprobada la Constitución, arrasó por su lenguaje burlesco respecto a lo religioso. Este libro fue una revolución también por el lenguaje y el tema. "El tema del amor, desde Petrarca hasta hoy, ha sido eterno, pero siempre sin sexo. Hasta poetas del amor, como Neruda o Salinas, no lo tocan, pero este libro contiene términos explícitos sobre sexo, como se hace en la novela y el teatro. Y aquí Catulo es mi modelo absoluto y convierte a Salinas en un sacerdote en el terreno del amor", precisó.
Otro de los libros que incluye el volumen, y el más polémico del autor, Los abanicos del Caudillo (1982), considerado una crónica moral del franquismo, fue "un verdadero escándalo", en opinión del crítico Santos Sanz Villanueva. Incluso fue condenado por el Ministerio de Cultura, dirigido entonces por Soledad Becerril. La mitad del libro le fue denegada por un jurado formado, entre otros, por Gonzalo Torrente Ballester. El autor desgrana la dictadura a través de la voz de un juglar. "Una característica básica de los años del franquismo es que eliminó el amor", precisó. Todos estos hechos alrededor de este libro contribuyeron a que el autor dejara de escribir poesía durante años, hasta su vuelta en 1994, cuando empezó a escribir romances diarios para una cadena de radio.
En Romancero satírico hay poemas como El príncipe y doña Letizia, El sermón del señor Rouco o Las fotos de las ministras.
La mosca en misa reúne seis poemas satíricos, en los que se incluye uno sobre el terrorismo de ETA y otro dedicado a los presentadores de televisión. El hombre que no curra en casa muestra una de las características fundamentales de Irigoyen, la reivindicación del feminismo.